«Y el Espíritu de Jehová vino sobre él”.- Jue. 3:10.
Consideraremos la obra del Espíritu Santo al otorgar dones, talentos y habilidades, a hombres artistas y profesionales. Las Escrituras declaran que la animación y capacitación especiales para el trabajo, que han sido asignadas a las personas por Dios, proceden del Espíritu Santo.
La construcción del tabernáculo requirió de trabajadores capaces, hábiles carpinteros, orfebres, plateros y maestros en las artes de tejer y bordar. ¿Quién suministró todo esto a Moisés? El Espíritu Santo. Pues leemos en Éxodo 31: 2-3: “Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri… y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor”. El versículo 6 muestra que esta acción del Espíritu Santo incluía otras: “…y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado”. Y para dar mayor luz sobre este tema, las Escrituras también dicen: “y los ha llenado de sabiduría de corazón, para que hagan toda obra de arte y de invención, y de bordado en azul, en púrpura, en carmesí, en lino fino y en telar, para que hagan toda labor, e inventen todo diseño” (Éxodo 35:35).
La obra del Espíritu no sólo se muestra en simple mano de obra cualificada, sino también en las esferas más elevadas del conocimiento humano y de actividad mental; porque el genio militar, la perspicacia jurídica, el arte de gobernar, y el poder para inspirar a las masas con entusiasmo, son igualmente atribuibles a Él. Esto es generalmente expresado en las palabras, “Y el Espíritu del Señor vino sobre…” tal héroe, juez, estadista, o tribuna de la gente, especialmente en los días de los jueces, cuando se dijo de Josué, Othoniel, Barak, Gedeón, Sansón, Samuel, y otros que el Espíritu del Señor vino sobre ellos. También se dijo respecto de Zorobabel reconstruyendo el templo: “…ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. (Zac. 4:6). Incluso del rey de los paganos, Ciro, leemos que Jehová lo había llamado a Su obra y le ungió con el Espíritu del Señor. Is. 14.
Esta última instancia introduce otro aspecto del asunto, es decir, la acción del Espíritu Santo en el capacitar a los hombres para funciones profesionales, porque aunque esta acción sobre y a través del oficio recibe su pleno significado sólo en la dispensación de la gracia, aun así, el caso de Ciro muestra que el Espíritu Santo tiene inicialmente una obra que llevar a cabo en este sentido, la cual no sólo es resultado de la gracia, sino que pertenece esencialmente a la naturaleza de la obra, aunque sólo es evidente en la historia de las relaciones especiales de Dios con Su propio pueblo.
En la lucha entre Saúl y David, resulta especialmente notable. No existe ninguna razón para considerar a Saúl como uno de los escogidos de Dios. Después de su unción, el Espíritu Santo, viene sobre él, permanece con él, y obra sobre él, mientras él siga siendo el rey escogido del Señor sobre Su pueblo. Pero, tan pronto como, por desobediencia deliberada, pierde ese favor, el Espíritu Santo se aparta de él y un mal espíritu del Señor lo atribula. Evidentemente, esta obra del Espíritu Santo no tiene nada que ver con la regeneración. Durante un tiempo puede obrar sobre un hombre y luego apartarse de él para siempre; mientras que la obra salvadora del Espíritu, aunque puede ser suspendida por un tiempo, nunca puede perderse totalmente. La conmovedora oración de David, “no quites de mí tu Santo Espíritu” (Salmo 51:11), debe, por lo tanto, referirse a los dones que lo capacitan para el oficio real. David tuvo el terrible ejemplo de Saúl antes que él. Él había visto en lo que se convierte un hombre a quien el Espíritu Santo abandona a sí mismo, y su corazón temblaba por la posibilidad de que un espíritu maligno viniera sobre él, y de tener un final tan triste como el de Saúl. Al igual que Judas, Saúl muere al cometer suicidio.
De la enseñanza, en todas las Escrituras, concluimos que el Espíritu Santo tiene una obra en relación con las artes mecánicas y las funciones profesionales en cada talento especial mediante el que algunos hombres sobresalen en tal arte u oficio. Esta enseñanza no consiste simplemente en que esos dones y talentos no son del hombre sino de Dios, como todas las demás bendiciones, sino que ellos no son la obra del Padre, ni la del Hijo, sino la del Espíritu Santo. La distinción descubierta en la creación, puede ser observada aquí: dones y talentos vienen del Padre; son dispuestos para cada persona por el Hijo, y encendidos como por una chispa que proviene de arriba, por el Espíritu Santo.
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Extracto del libro: “La Obra del Espíritu Santo”, de Abraham Kuyper