La causa del amor de Cristo fue su amor, como dice Moisés, demostró su amor porque los amaba (Dt. 7:7-8). El amor surgió solo y absolutamente de Él mismo y era gratuito en todo sentido: No había nada en la Iglesia, antes de que Cristo la amara, para motivarlo a amarla, por lo que no había nada que Él pudiera esperar después, más que lo que Él mismo daría. Ciertamente se deleita en esa justicia que tiene como si vistiera un manto glorioso y con gracias celestiales como si estuviera adornada con piedras preciosas. No obstante, esa justicia y esas gracias son de Él y otorgadas gratuitamente por Él. Se presenta a sí mismo una Iglesia gloriosa (Ef. 5:27).
En imitación de esto, los maridos deben amar a sus esposas, aun cuando no hubiere en ellas nada que los mueva a amarlas, fuera del hecho de que son sus esposas. Sí, [deben amarlas] aunque no puedan esperar nada de ellas en el futuro. El verdadero amor respeta al objeto que ama y considera el bien que le puede hacer, en lugar de esperar el bien que pueden recibir del objeto de su amor porque el amor no busca lo suyo (1 Cor. 13:5)… El amor de Cristo debería impulsar aún más a los esposos para hacer todo lo que esté en su poder, a fin de amarlas sin reservas. Entonces, será cierto que viven con sus esposas sabiamente (1 P. 3:7) y su amor se parecerá al de Cristo: Será gratuito.
Acerca de que los maridos amen a sus esposas más que a sí mismos: No se puede expresar la magnitud del amor de Cristo porque sobrepasa toda medida. Se dio a sí mismo por su Iglesia (Ef. 5:25), fue ese Buen Pastor que dio su vida por sus ovejas (Jn. 10:11). “Nadie tiene mayor amor que este” (Jn. 15:13). ¿Qué no hará por su esposa por quien dio su vida?
Acerca de la falta de consideración de los maridos: Lo contrario es falta de consideración en la que se prefiere cualquier trivialidad propia antes que el bien de sus esposas: Sus ganancias, sus placeres, su progreso, sin ningún sentimiento por sus esposas. Si se requiere de ellos algún esfuerzo extraordinario en favor de sus esposas, entonces se notará el poco amor que les tienen.
Acerca de la constancia del amor de los maridos: La duración del amor de Cristo es sin fecha de vencimiento: “Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn. 13:1). Su amor es constante y sin fin (Os. 2:19). Ninguna provocación ni ninguna transgresión pueden hacerle olvidar amar o dejar de hacer aquel bien que tenía la intención de hacer para su Iglesia. Observa que le dijo, aun cuando ella se rebeló contra él: “Tú, pues, has fornicado con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí dice Jehová!” (Jer. 3:1) y también “Mi misericordia no se apartará” (2 S. 7:15)… Porque su amor no depende del desierto de su Iglesia, sino de lo inmutable de su propia voluntad. Así como esto demuestra que el amor de Cristo es un amor auténtico, demuestra también que es provechoso y beneficioso para la Iglesia, la cual, a pesar de sus muchas faltas, por ese amor es glorificada.
Acerca de que los maridos amen a sus esposas como a sí mismos: Al ejemplo de Cristo, el Apóstol agrega cómo los maridos deben imitarlo: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos” (Ef. 5:28)… El ejemplo de Cristo es completo, perfecto y suficiente en todo sentido, mucho más excelente que el del hombre. No se agrega esto para añadirle algo más, sino que sólo hacer notar nuestra falta de comprensión y destacar su punto de un modo más claro. Porque con este agregado es más práctico y fácil de entender. Todos saben cómo aman a su propio cuerpo, pero ninguno o pocos saben cómo Cristo ama a su Iglesia. Además, ese ejemplo de Cristo puede ser demasiado elevado y excelente como para que alguien pueda alcanzarlo. Por lo tanto, para hacer ver que no requiere más de lo que el hombre puede llevar a cabo, siempre que con cuidado y conciencia se decida cumplir su deber, [el Apóstol] usa como ejemplo a uno mismo; lo que uno hace con su cuerpo, puede hacer con su esposa.
Ningún hombre tratará con más cuidado la mano, el brazo, la pierna o alguna otra parte del cuerpo que la de él mismo porque es muy sensible a sus propios dolores. Las metáforas que el apóstol usa en estas palabras: “sino que la sustenta y la cuida”, muestran claramente este cuidado (Ef. 5:29). Son tomadas del mundo de las aves quienes con [cuidado] y ternura rondan en medio de sus crías, cubriéndolas con sus alas y plumas, pero sin cargar sobre ellas el peso de su cuerpo… De esta manera, con suma ternura y cuidado deben tratar a sus esposas, como ya hemos mencionado varias veces. Me pareció bueno destacar a los esposos este ejemplo del hombre mismo como algo para considerar como un precedente sin excepciones, por lo cual reciben una pauta para cumplir mejor todo lo antedicho.
Así es el afecto que los maridos deben tener para con sus esposas: Deben más voluntaria y alegremente hacer cosas por sus esposas que por sus padres, hijos, amigos y otros. Aunque esta alegría es una actitud interior de su corazón, el hombre la demuestra con su presteza y buena disposición por hacerle un bien a su esposa. En cuanto su esposa desea algún favor, él debe estar listo para hacerlo. Como le dijo Boaz a Rut: “Yo haré contigo lo que tú digas” (Rut 3:11).
Lo opuesto es el talante de esos maridos que hacen cosas por sus esposas de tan mala gana, quejándose y mostrando su descontento que ellas preferirían que ni las hicieran. Su manera de actuar causa más sufrimiento a las esposas de buen corazón, que hacer las cosas difíciles que se ven obligadas a hacer.
Acerca del ejemplo de Cristo para motivar a los maridos a amar a sus esposas: No puede haber una motivación más fuerte para hacer algo que seguir el ejemplo de Cristo. Cualquier ejemplo vivo es en sí tan fuerte que nos puede motivar a hacer cualquier cosa: Con más razón si es de una gran persona, un hombre de renombre. Pero, ¿quién más grande que Cristo? ¿Qué ejemplo más digno de imitar? Si el ejemplo de la Iglesia es poderoso para motivar a las esposas a estar sujetas a sus maridos, el ejemplo de Cristo tiene que ser mucho más poderoso para motivar a los maridos a amar a sus esposas. Qué gran honor es ser como Cristo: Su ejemplo es un modelo perfecto.
Tomado de Domestical Duties (Deberes domésticos), Reformation Heritage Books, www.heritagebooks.org.
William Gouge (1575-1653): Durante 46 años fue pastor en Blackfriars, Londres, considerado como el centro de predicación más importante de aquella época. Muchos creen que se convirtieron miles bajo la predicación expositiva y penetrante de Gouge. Poderoso en las Escrituras y en la oración, predicó durante 30 años sobre la epístola a los Hebreos, cuya sustancia se volcó en un comentario famoso; nacido en Stratford-Bow, Middlesex County, Inglaterra.