En BOLETÍN SEMANAL

“Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo”. —Efesios 5:33

El deber más importante de todo esposo es amar a su esposa. Esto es el fundamento de la relación matrimonial y resume todos los demás deberes del esposo hacia ella. Todo fluye de esto. Sin amor, cada cumplimiento de un deber para con ella parece difícil. La ternura, el honor y la amabilidad son meros rayos del sol del amor.

I. La naturaleza y las propiedades de este amor
El amor de un esposo por su esposa es particular a esta relación. Es conyugal, es fiel y genuino. No es el cariño que sentimos por los hijos, ni tampoco es un apetito animal, sino que es bueno y auténtico.

  1. Su fundamento: Tu estás casado con ella y Dios ordena a los esposos que amen a sus esposas. La ordenanza divina hace que los esposos sean una sola carne, y la ley natural obliga que cada uno ame su propio cuerpo. Por lo tanto, como solamente esto durará para siempre, aunque la hermosura de la mujer desaparezca, su energía se agote, su debilidad sea grande y su utilidad escasa, ya que ella puede perder sus encantos de muchas maneras, igual es una parte de ti mismo. El Dios sabio ha determinado que aquí deposites tu afecto. Al final de cuentas, éste es el único fundamento seguro y eterno.
  2. Su extensión: Este amor tiene que ser correcto en todo lo que abarca: Abarca a la persona en su totalidad, tanto su alma como su cuerpo. Por lo tanto, debe escoger una esposa que le sea atractiva por su físico, por su personalidad y por su espiritualidad. De otra manera, no le haces justicia a ella. Todo hombre escoge una pareja cuya apariencia externa le agrada… El verdadero amor conyugal hacia la esposa abarca también su alma, generando ternura y buena disposición, de modo que se va puliendo su vida con sabiduría y devoción y esforzándose en hacer aquello que embellezca su alma y su cuerpo.
  3. Correcto en su alcance: Debe trascender el amor hacia los padres: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2:24). El esposo debe honrar a sus padres, pero tiene que amar a su esposa como a sí mismo y (con toda prudencia) preferirla cuando surge un conflicto entre sus padres y ella… Tiene que preferirla antes que al cariño por sus hijos cuando tiene que elegir entre ambos… Ella está antes que el afecto a sus hijos; él más bien amará a sus hijos porque son de ella, que a ella porque los tiene a ellos, y antes que a cualquier otra persona en el mundo. En resumen, el esposo tiene que amarla tanto que prefiera su compañía más que la del resto del mundo: “Y en su amor recréate siempre” (Pr. 5:19).
  4. Su duración: El amor del esposo tiene que ser para siempre: El último pasaje mencionado aclara esto: “Y en su amor recréate siempre” y esto se logra, no siendo cariñoso con ella cuando estás en público y después siendo indiferente cuando estás a solas, sino siempre, no por una semana, un mes o el primer año, sino durante toda la vida. Efectivamente, al ir viendo las virtudes y la dulzura de ella, el amor de él debiera aumentar, incluyendo la vejez… Después de haber disfrutado de su belleza y fortaleza, ¿por qué no también de sus arrugas y sus enfermedades, teniéndole más respeto aún por tu fidelidad? …Y si ella es físicamente menos atractiva, generalmente hay más belleza en sus pensamientos, más sabiduría, humildad y temor del Señor; la belleza interior, generalmente aumenta, a medida que la hermosura exterior disminuye. De modo que hay suficientes argumentos en ella o en la Biblia por las cuales el amor del marido debe ser perpetuo.

II. El patrón del amor del esposo hacia su esposa
Consideremos el amor del esposo hacia su esposa, tal como va apareciendo en las Escrituras y, particularmente, en el contexto y palabras que estoy utilizando.

  1. El amor de Jesucristo por su Iglesia: El esposo debe amar a su esposa, como nuestro Salvador Jesucristo ama a su Iglesia: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia” (Ef. 5:25). El esposo “la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia” (Ef. 5:29). Estos versículos nos hablan de la calidad del amor, aunque no podamos ser iguales a Cristo en esto… Su amor se presenta aquí como:
    a. Auténticamente, sin hipocresía: El “amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5:25). Su amor es verdadero porque murió por ella. El esposo siga este ejemplo. No amar solamente de labios para afuera, sino con hechos y en verdad, como si el nombre de ella se encontrara escrito en su corazón…
    b. Libre, [sin esperar ser recompensado]: Porque Él se dio a sí mismo para santificar a su Iglesia (v. 26), esto implica que ella estaba en una condición deplorable cuando Él inició sus primeros contactos. No era bella. Lo amamos porque Él nos amó primero (1 Jn. 4:19). El esposo ama primero y con su amor forja el amor de su esposa porque el amor, con amor se aviva. Si ella parece ser débil, por las características mismas de su género —en sabiduría, fortaleza y valentía, o muestra no tener amor o ser negligente en sus deberes—, aún así, él esposo la amará porque el amor no busca lo suyo propio (1 Cor. 13:5). El verdadero amor procura mejorar al ser amado, pero no para provecho del que ama. Amar a la esposa esperando sólo algún provecho propio, no es digno del esposo ni dista de seguir el ejemplo de Cristo.
    c. Santo, sin impurezas: Porque Cristo “amó a la iglesia… para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la Palabra” (Ef. 5:25-26)… El esposo no puede contar con un mejor ejemplo: Tiene aquí la enseñanza de que debe esforzarse para la salvación de su esposa y para continuar y promover la santificación de ella.
    d. Grande, sin comparación: Porque “nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13) y así lo hizo nuestro Salvador. Él se entregó por su Iglesia (Ef. 5:25). El esposo imitará a su Señor y Maestro manteniendo un gran respeto por su esposa porque ella es miembro “de su cuerpo, de su carne y de sus huesos…”.
    e. Es un amor activo y fructífero: Porque Él a su Iglesia “la sustenta y la cuida” (Ef. 5:29). Su humilde Iglesia siempre está necesitada: Él suple sus necesidades. Está en medio de problemas, Él la protege; está a punto de desfallecer, Él la levanta. Así debe ser el amor del esposo. No debe escatimar recursos ni sacrificios para hacerle bien a su esposa… El esposo debe hacer lo máximo para llenar las necesidades de ella, ya sea de sustento, de su amistad constante o de su cuidado cuando está enferma. Los esposos deben copiar el ejemplo de Cristo.
    f. Constante, sin cambiar: “A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga…” (Ef. 5:27). Muchas veces ella ha hecho a un lado a Cristo, no obstante, Él sigue amándola. Ninguna mala conducta de parte de ella justifica que la deje de amar. El esposo tiene que amar a su esposa como Cristo ama a su Iglesia.
  2. El amor del esposo por él mismo: Así lo dice mi Biblia. El Apóstol dice: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos” (v. 28) y, como si esto no fuera suficiente, continúa diciendo: “Cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo…” (v. 33). Si bien este modo de amar es menor que el amor de Cristo por su Iglesia, es más fácil de entender. Quizá él no sabe con cuánto amor Cristo ama a su Iglesia, pero sí sabe con cuanto amor se ama a sí mismo. Y esto es:

a. Tiernamente: Ninguno puede tocar o manejar las heridas y penas de un hombre tan tiernamente como él mismo: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne” por desagradable que sea, sino que la sustenta y la cuida (v. 29). Así debe ser el amor del esposo hacia su esposa: Lleno de ternura. Las esposas son como vasos de cristal, que se rompen fácilmente si no se las trata con ternura. Las mujeres son más propensas a los temores, las pasiones y los sufrimientos.

b. Alegremente: Nadie está tan listo para ayudarlo a uno como lo está uno mismo. Sus mejores amigos a veces fallan y se cansan; pero todos se ayudan a sí mismos. Por más difícil o peligroso que sea hacerlo, lo hace si es para su propio beneficio. Así ha de ser la disposición del esposo para asistir, confortar y ayudar alegremente a su esposa. Si una nube se interpone entre ellos, el amor de él la disolverá rápidamente porque nadie está enojado consigo mismo por mucho tiempo… sus oídos estarán abiertos, sus manos, su corazón listos para consolar, ayudar y agradar a su esposa, así como está listo para ayudarse a sí mismo. No deben necesitar un mediador.

Richard Steele (1629-1692): Predicador puritano y autor; reconocido como “un gran erudito, estudiante serio y predicador excelente”, autor de The Character of the Upright Man (El carácter del hombre justo) y otros. Nació en Bartholmley, Cheshire, Inglaterra.

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar