Se observó a menudo que la idea de la elección solo por gracia contribuyó enormemente a interesar el arte en lo que es aparentemente pequeño e insignificante. Si un hombre común, en quien el mundo no se fija, es valorado e incluso elegido por Dios, esto tiene que llevar al artista a encontrar también un motivo de arte en lo que es común y trivial, a estar atento a las emociones y asuntos del corazón humano en estas ocurrencias de la vida diaria, a captar con su instinto artístico su impulso ideal, y, finalmente, a interpretar con su pincel este descubrimiento precioso que hizo para el mundo. Incluso las extravagancias necias y exageradas se convirtieron en motivos artísticos, como revoluciones del corazón humano y manifestaciones de la vida humana. Al hombre se le tuvo que mostrar la imagen de su locura, para que se apartase de lo malo.
Hasta entonces, los artistas habían trazado solamente las figuras idealizadas de profetas y apóstoles, santos y sacerdotes; pero ahora, al ver como Dios había elegido al simple empleado y al jornalero, tomó interés no solo en la cabeza, el cuerpo y la personalidad del hombre común, sino empezó a reproducir la expresión humana de toda clase y todo nivel social. Y si antes los ojos de todos se habían fijado únicamente en el sufrimiento del «Varón de dolores», algunos empezaron ahora a entender que existía también un sufrimiento místico en el dolor general de la humanidad, que revelaba profundidades antes desconocidas del corazón humano, y de esta manera nos permitía entender mucho mejor las cuestiones más profundas de la agonía misteriosa del Calvario.
El poder eclesiástico ya no refrenaba al artista, y el oro del príncipe ya no lo ataba. Si artista, entonces también era hombre, mezclándose libremente con la gente, y descubriendo en y detrás de sus vidas humanas algo muy diferente de lo que el palacio y el castillo le habían ofrecido hasta ahora. Como dice Taine, para Rembrandt, la vida humana escondía su rostro detrás de muchos matices sombríos, pero aun en este claroscuro, su mano agarraba esta vida de una manera profundamente real y con significado. Como resultado de la declaración de la madurez del pueblo, y del amor por la libertad que el calvinismo despertó en el corazón de las naciones, la vida humana común, pero rica, abrió a las artes un mundo completamente nuevo; y, al abrir sus ojos para lo pequeño e insignificante, y al abrir su corazón para los sufrimientos de la humanidad, la escuela holandesa de artes produjo estas obras maravillosas de fama inmortal, que mostraron el camino a todas las naciones para nuevos descubrimientos.
Finalmente, en cuanto al significado del calvinismo para la música, encontramos una de sus excelencias que no es muy conocida, pero sumamente importante como Douen nos enseñó hace años en sus dos tomos sobre Marot. Aquí, la música y la pintura van paralelamente. Al igual que en el período eclesiástico-aristocrático los pintores se interesaban solamente por lo sublime y sagrado, en la música el canto Gregoriano dominaba, que abandonaba el ritmo, despreciaba la armonía, y que según una crítica profesional, con su carácter provisional y conservador cerró el camino hacia un desarrollo futuro de la música. Muy debajo del nivel de este canto imponente, se encontraba el canto libre del pueblo, con demasiada frecuencia inspirado por la adoración de Venus, que en los tiempos de los así llamados «festivales de burros» penetraba incluso los muros de las iglesias. Solo la iglesia tenía el privilegio de hacer música, mientras lo que producía el pueblo era despreciado como indigno del arte.
Aun en el mismo oratorio, mientras la gente podía escuchar la música sagrada, les era prohibido participar en el canto. Así, la música como arte no tenía ninguna existencia independiente. Solo hasta donde podía servir a la iglesia se le permitía florecer artísticamente. Todo lo que emprendía por cuenta propia no tenía ningún llamado aparte del uso popular. Y como en todas las áreas de la vida, el protestantismo en general, y el calvinismo de manera más consistente, frenó la tutela de la iglesia y liberó a la música, abriendo así el camino para su desarrollo moderno. Los hombres que primero arreglaron la música de los Salmos para el canto calvinista fueron héroes valientes que cortaron las cuerdas que nos ataban al «Cantus firmus», y seleccionaron sus melodías desde el mundo libe de la música. Al hacer esto, adoptaron las melodías del pueblo; pero como observa Douen, solo para poder devolver estas melodías al pueblo purificadas y bautizadas con seriedad cristiana. Desde entonces, también la música iba a florecer no dentro de las limitaciones de la gracia particular, sino en los campos anchos y fértiles de la gracia común. Se abandonó el coro; en los santuarios cantaba el pueblo mismo; y por tanto, Bourgeois y los virtuosos calvinistas que le siguieron tuvieron que seleccionar melodías populares, pero con la meta de que la gente ahora ya no iba a cantar más en la cantina o en la calle, sino en el santuario; y que así, en sus melodías, la seriedad del corazón triunfase sobre las pasiones inferiores.
Si este es el mérito del calvinismo, o mejor dicho el cambio que efectuó en el dominio de la música, de cambiar la idea del laicado por la idea del sacerdocio general, se requiere una claridad más concreta. Si Bourgeois era el gran maestro cuyas obras le aseguran un alto rango entre los compositores de la Europa protestante, entonces tenemos que notar que este Bourgeois vivía y trabajaba en Ginebra, bajo los ojos del mismo Calvino y parcialmente incluso bajo su dirección. Fue este mismo Bourgeois que tuvo la valentía de usar ritmos, y de cambiar los ocho modos gregorianos por los dos modos de mayor y menor de la música popular; y de santificar su arte en el himno consagrado, y así honrar este arreglo de melodías del cual ha surgido toda la música moderna. De la misma manera, Bourgeois adoptó la armonía, o el canto a múltiples voces. Él era el hombre quien adaptó la melodía a la letra por medio de lo que llamamos expresión. El solfear, o sea el cantar las notas, la reducción del número de acordes, la distinción más clara de las diferentes escalas, etc, todo lo que simplificó tanto el conocimiento de la música, se debe a la perseverancia de este compositor calvinista. Y cuando Goudimel, su colega calvinista, antes en Roma el profesor del gran Palestrina, al escuchar el canto de la gente en la iglesia, descubrió que las voces más agudas de los niños dominaban sobre el tenor, que siempre había sido la voz dominante, entonces dio por primera vez la voz principal al soprano; un cambio de gran alcance que se ha mantenido desde entonces.
Perdónenme si me detuve por un tiempo en estos detalles, pero los méritos del protestantismo, y más particularmente del calvinismo, en cuanto a la música, son de demasiada importancia como para seguir siendo menospreciados. Reconozco que el calvinismo ejerció sobre algunas artes solo una influencia indirecta, al declarar su madurez y al proveerles la libertad de florecer en su propia independencia; pero, en la música, la influencia del calvinismo era muy positiva debido a su adoración espiritual a Dios, que no dio lugar para las artes más materiales, pero asignó un nuevo papel al canto y a la música en la creación de melodías y canciones para el pueblo. Aun con todo lo que la escuela antigua hizo para juntarse con este nuevo desarrollo de la música, la música moderna permanecía ajena al “Cantus firmus”, porque surgió de una raíz muy diferente. El calvinismo, por otro lado, no solo se juntó con ella, sino le dio su primer impulso bajo el liderazgo de Bourgeois y Goudimel, de manera que aun los autores católico-romanos se ven obligados a reconocer que nuestro desarrollo hermoso de la música en los últimos siglos se debe en mayor parte a los himnos heréticos.
No se puede negar que en un período posterior, el calvinismo perdió casi toda la influencia en esta disciplina. Por mucho tiempo, los anabaptistas nos abrumaron con sus prejuicios dualistas, y un espiritualismo malsano prevaleció. Pero si por esta razón, y sin tomar en cuenta nuestro gran pasado musical, Roma acusa al calvinismo de una apatía estética, entonces es apropiado hacer recordar que el gran Goudimel fue asesinado por fanáticos romanistas en la masacre de la noche de San Bartolomé. Entonces, preguntamos con Douen: ¿Tiene el hombre algún derecho de quejarse del silencio en el bosque, si él con su propia mano atrapó y mató al ruiseñor?
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Este documento fue expuesto en la Universidad de Princeton en el año 1898 por Abraham Kuyper (1837-1920) quien fue teólogo, Primer Ministro de Holanda, y fundador de la Universidad Libre de Ámsterdam.