En resumen podemos decir que el calvinismo significa el desarrollo
completo del protestantismo, que da como resultado una etapa superior
del desarrollo humano. Además, la cosmovisión del modernismo, con su
punto de partida en la Revolución Francesa, no puede reclamar ningún
privilegio más elevado que el de presentar una imitación ateísta del
ideal brillante que proclama el calvinismo, y que por tanto no está
calificado para el honor de guiarnos más adelante. Y finalmente, que cualquiera que rechaza el ateísmo como pensamiento fundamental, se ve obligado a regresar al calvinismo; no para restaurar su forma antigua y gastada, sino para agarrar una vez más los principios calvinistas e incorporarlos a una forma tal que, según las necesidades de nuestro propio siglo, pueda restaurar la unidad necesaria del pensamiento protestante y la energía que falta para la vida práctica protestante.
En mi exposición, al hablar de calvinismo y religión, trataré de ilustrar la posición dominante que el calvinismo ocupa en el área central de nuestra adoración del Altísimo. Nadie negará que en el ámbito religioso, el calvinismo sí ocupó desde el principio una posición especial e impresionante. Como por un solo golpe mágico, creó su propia confesión, su propia teología, su propia organización eclesiástica, su propia disciplina eclesiástica, su propio culto, y su propia práctica moral. Y la investigación histórica comprueba que todas estas nuevas formas calvinistas para nuestra vida religiosa eran el producto lógico de su propia idea fundamental, y la incorporación del mismo principio. Midan la energía del calvinismo, comparándola con la incapacidad completa que el modernismo mostró en la misma área, por la esterilidad absoluta de sus esfuerzos. Desde que entró en su período «místico», también el modernismo reconoció la necesidad de dibujar una nueva forma para la vida religiosa de nuestro tiempo.
Apenas un siglo después del brillo del racionalismo, ahora que el materialismo anuncia su retiro en las filas de la ciencia, una clase de piedad hueca ejerce nuevamente sus encantos seductores, y cada día se vuelve más de moda bañarse un poco en el río del misticismo. Con un deleite casi sensual, este misticismo moderno traga su bebida intoxicante de la copa de algún infinito intangible. Incluso se ha propuesto que encima de las ruinas del edificio puritano, se inaugure una nueva religión con un nuevo ritual, como una evolución superior de la vida religiosa. Por más de un cuarto de siglo ya se nos promete la dedicación y apertura solemne de este nuevo santuario. Pero todo llevó a nada. No se produjo ningún efecto tangible. Ningún principio formativo surgió del embrollo de sus hipótesis. Ni siquiera se puede percibir el comienzo de un movimiento asociativo.
Ahora, en contraposición a esto, miren el espíritu gigante de los religiosos del siglo XVI, que con un solo golpe maestro colocaron ante la mirada asombrada de todo el mundo un edificio religioso entero, construido en el mejor estilo escritural. Tan rápidamente fue completado el edifico entero, que la mayoría de los espectadores se olvidaron de prestar atención a la estructura maravillosa de sus fundamentos. Con todo lo que es el pensamiento religioso moderno, no creó, sino amontonó como un principiante sin éxito – ni una nación, ni una familia, apenas un alma solitaria encontró (usando las palabras de Agustín) el descanso para su «corazón quebrantado»; mientras el reformador de Ginebra, por su energía espiritual poderosa, proveyó dirección para cinco naciones de una vez, no solo entonces, sino también después de tres siglos, la elevación del corazón al Padre de los Espíritus, y santa paz, para siempre. Esto nos lleva naturalmente a la pregunta: ¿Cuál fue el secreto de esta energía maravillosa? Permítanme presentar la respuesta a esta pregunta, primero en la religión como tal, después veremos la religión tal y como se manifiesta en la vida de la iglesia, y finalmente, en otro artículo, el fruto de la religión para la vida práctica.
La religión como tal:
Primero, entonces, tenemos que considerar la religión como tal. Aquí surgen cuatro preguntas fundamentales, dependientes entre sí:
1. ¿Existe la religión para el beneficio de Dios, o del hombre?
2. ¿Tiene que operar directamente o mediada?
3. ¿Puede quedarse parcial en su operación, o tiene que abarcar lo entero de nuestra existencia personal?
4. ¿Puede tener un carácter normal, o tiene que revelar un carácter anormal, o sea, soteriológico?
A estas cuatro preguntas, el calvinismo responde:
1. La religión del hombre no debe ser egoísta, ni para el hombre, sino ideal, para el beneficio de Dios.
2. No debe operar de manera mediada, por una interposición humana, sino directamente del corazón.
3. No debe quedarse parcial, como algo que transcurre al margen de la vida, sino tiene que tomar posesión de nuestra existencia entera.
Y 4. su carácter tiene que ser soteriológico, o sea, no debe proceder de nuestra naturaleza caída, sino del nuevo hombre, que fue restaurado por el nuevo nacimiento a su condición original.
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Este documento fue expuesto en la Universidad
de Princeton en el año 1898 por Abraham Kuyper (1837-1920) quien fue
Teólogo, Primer Ministro de Holanda, y fundador de la Universidad Libre
de Ámsterdam.