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Por A. W. Pink
¿Qué
debo hacer para ser salvo? ¿Salvo
de qué? ¿De Qué deseas ser salvo? ¿Del infierno? Eso no prueba nada.
Nadie
quiere ir allá. El asunto entre Dios y el hombre es EL PECADO. ¿Quieres
ser
salvo de esto? ¿Qué es el pecado? El pecado es rebelión en contra de
Dios. Es
auto-complacencia; es ignorar las demandas de Dios, y ser indiferente
por
completo al hecho de que nuestra conducta puede agradar o desagradar a
Dios.
Antes que Dios salve a un hombre, Él lo convence de su pecaminosidad.
No quiero
decir con esto que él diga como muchos dicen, -Si, ya lo se, todos
somos pecadores,- Más bien, quiero decir que el Espíritu Santo me hace
sentir en el
corazón que he estado toda mi vida en rebelión contra Dios, y que mis
pecados
son tantos, tan grandes, tan negros, que temo haber transgredido mas
allá del
alcance de la misericordia divina.
¿Has tenido esta experiencia alguna vez? ¿Te
has sentido totalmente indigno para el cielo y alejado de la presencia de un
Dios Santo? ¿Percibes que en tí hay nada bueno, ni nada bueno acreditado a tu
cuenta; y que siempre has amado las cosas que Dios odia y odiado las cosas que
Dios ama?
¿Al pensar en estas cosas no se te ha
quebrantado el corazón ante Dios? ¿No te lamentas por haber hecho mal uso
de Sus misericordias, de Sus bendiciones, por haber abusado del Día del Señor,
por haber desechado Su Palabra, y por no haberle dado un verdadero lugar en tus
pensamientos, en tus afectos y en tu vida? Si no has visto ni sentido esto
personalmente, entonces no hay esperanza para tí, pues Dios dice,
“Antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3). Y si
mueres en tu condición actual, estarás perdido para siempre.
Pero si has llegado al lugar donde el pecado es
tu mayor plaga, donde ofender a Dios es tu mayor pesar, y donde tu mayor anhelo
es agradarle y honrarlo a Él; entonces tienes esperanza. “Porque el Hijo del
Hombre vino á buscar y á salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Él te
salvará, si estás listo y dispuesto a abandonar las armas de tu rebelión en
contra de Él, si te inclinas a Su Señorío, y te rindes a Su control.
Su sangre puede limpiar la mancha más oscura.
Su gracia puede sostener al más débil. Su poder puede librar al que sufre con
pruebas y tentaciones. “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día
de salvación” (2 Cor.6:2). Cede ante los reclamos de Dios. Dále el trono de tu
corazón. Confía en Su muerte expiatoria. Ámalo con toda tu alma. Obedécelo con
todas tus fuerzas, y Él te guiará al cielo. “Cree en el Señor Jesucristo, y
serás salvo tu, y tu casa” (Hechos 16:31).