​Abraham fue elegido por Dios de entre unos antepasados paganos, y tanto él, como Taré y Nacor, adoraban a dioses falsos. Por lo tanto, fue salvo no porque tuviera algún supuesto mérito propio (como si hubiese buscado a Dios, ya que no lo hizo) sino porque Dios lo eligió para la salvación.


¿Quién era Abraham antes de que Dios lo llamara? No era un judío en el sentido nacionalista posterior, si bien sería el primero de la nación judía. Cuando Dios llamó a Abraham, él era simplemente uno de los miembros de un gran número de semitas que habitaban el cercano oriente, la mayoría de los cuales adoraban a los ídolos. Abraham descendía de una de estas familias. Por lo tanto, fue salvo no porque tuviera algún supuesto mérito propio (como si hubiese buscado a Dios, ya que no lo hizo) sino porque Dios lo eligió para la salvación.

En varios pasajes de la Biblia se hace mención a la elección de Abraham por parte de Dios. Josué, por ejemplo, le habló a todo el pueblo, recordándoles acerca de su pasado pagano, cómo Dios los había liberado de ese pasado, y la obligación que ahora tenían de servirle. En una parte de su discurso, Josué se refiere a Abraham en estos términos:

Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños. Y yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del río, y lo traje por toda la tierra de Canaán, y aumenté su descendencia, y le di a Isaac. A Isaac le di Jacob y Esaú. Y a Esaú di el monte de Seir, para que lo poseyese; pero Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. Y yo envié a Moisés y a Aarón, y herí a Egipto, conforme a lo que hice en medio de él, y después os saqué… Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. (Jos. 24:2-5, 14)

Estos versículos nos muestran claramente que Abraham fue elegido por Dios de entre unos antepasados paganos, y que tanto él, como Taré y Nacor, adoraban a dioses falsos.

Isaías expresa lo mismo: «Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová. Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados. Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué» (Is. 51:1-2). No hay nada en sus antepasados que podría haber recomendado a Israel. La salvación siempre es por gracia.

En otros lugares en sus escritos, Pablo niega que Abraham haya sido salvado por haber guardado la ley o haber observado las ordenanzas. Nos muestra que Abraham vivió alrededor de cuatrocientos treinta años antes de que la ley fuera entregada (Gal. 3:17), y que Dios lo declaró justo mediante la fe antes de haber recibido el rito de la circuncisión (Ro. 4:9-11).

Se podría argumentar que, si bien el llamado de Dios a Abraham fue por gracia («Después de todo, Dios tenía que comenzar por algún lugar»), más adelante la salvación fue por descendencia física. Se podría concluir, entonces, que los descendientes de Abraham eran salvos. Pero esta opinión es justamente la que Pablo está rebatiendo cuando le escribe a los Romanos, y que contesta específicamente en el capítulo noveno. Los judíos en los días de Pablo decían que ellos tenían una relación especial con Dios porque eran físicamente descendientes de Abraham, pero al pensar de esta manera estaban pasando por alto el hecho de que Abraham había tenido más de un hijo. Isaac, el hijo de la promesa de Dios, fue uno de los hijos de Abraham. Pero antes de que naciera Isaac había nacido Ismael. ¿Qué pasaba entonces con Ismael? Es evidente que Dios había elegido a Isaac y no a Ismael, aunque Isaac era menor; y así estaba demostrando que la salvación es el resultado de la libre elección de Dios y que (no importa lo que pensemos sobre este asunto) resulta evidente que no otorga los mismos privilegios a todos.

Sin duda estaban quienes argumentaban que el caso de Isaac no era prueba suficiente para defender la posición de Pablo. Isaac era el hijo de Abraham y de Sara, por lo tanto ambos padres eran judíos; sin embargo, Ismael era el hijo de Abraham y Agar, la criada egipcia de Sara. Ismael era mestizo; por lo tanto, Pablo no podía probar que la salvación no se transmitía por nacimiento. Pablo les responde haciendo referencia a la siguiente generación. En esta generación, en el caso de los dos hijos de Isaac, Jacob y Esaú, Dios hizo su elección entre los hijos de la misma madre judía. Y, además, para que nadie introdujera el asunto de la edad como un factor, ambos hijos eran mellizos. Pero todavía más, para que nadie pudiera argumentar que la elección se basaba en el carácter o las opciones morales de los hijos, Dios anunció su decisión cuando los niños todavía estaban en el vientre de Rebeca; o sea, antes de que cualquiera de ellos tuviera la oportunidad de hacer o elegir nada. Pablo escribe sobre esta generación: «Y no sólo estos, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal), para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama, se le dijo: El mayor servirá al menor» (Ro. 9:10-13).

La clave de este argumento es que la elección de quienes tendrían que recibir la bendición de la salvación descansa únicamente en Dios, tanto en aquel tiempo como en la actualidad. Dios le da vida a aquel quien Él elige.

Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice

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