Ya hemos hablado del creyente como persona delante de Dios. Ahora hablamos del creyente como parte del cuerpo de Cristo. En ambas situaciones, nos ayuda la doctrina de nuestra unión con Él. Como una ilustración, imagínese a una persona que nació con sólo tres dedos y el pulgar en una de las manos. Un cirujano podría tomar el dedo de una persona que murió habiéndolo donado para implantarlo en la mano de la persona que lo necesita. La vida de ese cuerpo vivo va a correr a través de ese nuevo dedo. De la misma manera, cuando el Espíritu de Dios une a nuevos creyentes a Cristo, Él los une a los demás miembros existentes del cuerpo de Cristo: la iglesia. Pablo nos dice que «todos hemos sido bautizados en un solo cuerpo» (1 Corintios 12:13) y el Nuevo Testamento nos cuenta dos veces que «somos miembros los unos de los otros» (Efesios 4:25 y Romanos 12:5). Todo miembro del cuerpo está unido a la cabeza, Cristo. El Señor tiene el trato dado a sus miembros como si fuera a Él mismo. Por ejemplo, cuando el Señor paró a Saulo en el camino a Damasco, le dijo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Yo soy Jesús a quien tú persigues». (Hechos 9:5).
En la descripción del gran día del juicio en Mateo capítulo 25, podemos leer que el rey alababa a algunos por haberle dado comida y hospitalidad. Pero ellos respondieron que nunca le habían visto hambriento. Mat 25:40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Esto muestra claramente que los creyentes están unidos a Cristo., Y muestra que ellos están unidos entre si. Por lo tanto, debemos preocupamos los unos por los otros. Debemos guardar la unidad y rehusar aprovecharnos de los demás.
1. Los creyentes deben cuidar los unos de los otros
Pablo habla de la diversidad entre los miembros del cuerpo físico (1 Corintios 12:24-26). No desatendemos a los miembros menos atractivos, sino que por el contrario los cuidamos. El cuerpo físico es la réplica de la iglesia. Si en verdad entendemos que estamos unidos los unos a los otros, vamos a querer incluir en nuestra comunión a los demás hermanos y cuidar de ellos.
2. Los creyentes deben guardar su unidad.
La iglesia de Corinto estaba dividida. La súplica de Pablo es que no deben existir divisiones. La pregunta: «¿Está dividido Cristo?» (1 Corintios 1:10-13). ¿Estaba dividido el cuerpo de Cristo en la parte de Cefas (Pedro), la parte de Pablo, la parte de Apolo, y la parte más espiritual, la de Cristo? ¡La respuesta obvia es que no! Si los creyentes entienden y creen en su unión con Cristo, habrá menos divisiones entre ellos.
3. Los creyentes deben evitar aprovecharse los unos de los otros.
Pablo dice que los creyentes no deben mentir los unos a los otros (Efesios 4:25). ¿Por qué no? Porque son «todos miembros de un solo cuerpo». Si los creyentes están unidos de esta manera, no deben hacerse daño los unos a los otros, siendo deshonestos o chismosos. Las personas no van a herir su propio cuerpo con una navaja. Nuestra lengua puede ser como cuchillo. Con la lengua podemos herir a los miembros de nuestro propio cuerpo, es decir, podemos herir a los demás creyentes de la iglesia. Esto no debe ser.
La doctrina de la unión de los unos con los otros es un incentivo para un buen trato a aquellos que vienen a pedirnos ayuda. Así debe ser aun cuando no nos sean atractivos. En estos casos debemos recordar que no estamos ministrando a una persona solamente, sino al Señor mismo. Acuérdese al respecto la forma negativa en que nos habla Cristo en Mateo capítulo 25. El rey dijo: «En cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.» (versículo 45).
—-
Extracto tomado del libro: Unión con Cristo, de Albert N. Martin