No ignoro ni quiero ocultar que los católicos establecen una distinción mucho más sutil con la que piensan librarse;…Se defienden diciendo que el honor que tributan a las imágenes es «dulía» y no «latría»; como si dijeran que es servicio y no honor; y afirman que ese servicio se puede dar a esas estatuas y pinturas sin ofensa a Dios. Así que se tienen por inocentes si solamente sirven a los ídolos y no los honran. ¡Como si el servicio no tuviese más importancia que la reverencia! No advierten que al buscar en la propiedad de las palabras griegas cómo defenderse, se contradicen insensatamente. Porque como quiera que «latreuein» en griego no significa más que honrar, lo que dicen vale tanto como si dijeran que honran a sus imágenes, pero sin honrarlas. Y es inútil que repliquen que quiero sorprenderles astutamente con la fuerza del vocablo griego, pues son ellos los que procuran cegar los ojos de los ignorantes al mismo tiempo que dejan ver su propia ignorancia. Por muy elocuentes que sean, nunca lograrán con su elocuencia probar que una misma cosa es a la vez dos.
Dejemos, pues, a un lado las palabras. Que nos muestren de hecho en qué y cómo se diferencian de los antiguos idólatras, y así no se les tendrá por tales. Pues así como un adúltero o un homicida no se librará del pecado cometido con poner otro nombre, de la misma manera ellos no podrán justificarse con la invención de un vocablo sutil, si en la realidad de los hechos no se diferencian en nada de los idólatras, a quienes ellos mismos forzosamente tienen que condenar. Y tan lejos está de ser su causa distinta de la de los demás idólatras, que precisamente la fuente de todo el mal estriba en el desordenado deseo que tienen de imitarlos, imaginando en su entendimiento formas y figuras con que representar a Dios y luego fabricarlas con sus manos.
Del arte de pintar y de hacer esculturas:
Sin embargo, no llega mi escrúpulo a tanto que opine que no se puede permitir imagen alguna. Mas porque las artes de esculpir y pintar son dones de Dios, pido el uso legitimo y puro de ambas artes, a fin de que lo que Dios ha concedido a los hombres para gloria suya y provecho nuestro, no sólo no sea pervertido y mancillado abusando de ello, sino además para que no se convierta en daño nuestro.
Nosotros creemos que es grande abominación representar a Dios en forma sensible, y ello porque Dios lo prohibió, y porque no se puede hacer sin que su gloria quede menoscabada. Y para que no piensen que sólo nosotros somos de esa opinión, los que leyeren los libros de los antiguos doctores verán que estamos de acuerdo con ellos, pues condenaron todas las figuras que representaban a Dios. Así pues, si no es lícito representar a Dios de forma visible, mucho menos lo será adorar tal imagen como si fuese Dios o adorar a Dios en ella. Según esto, solamente se puede pintar o esculpir imágenes de aquellas cosas que se pueden ver con los ojos. Por tanto, la majestad de Dios, la cual el entendimiento humano no puede comprender, no pueda ser corrompida con fantasmas que en nada se le parecen.
En cuanto a las cosas que se pueden pintar o esculpir las hay de dos clases: unas son las historias o cosas que han acontecido; las otras, figuras o representaciones de las personas, animales, ciudades, regiones, etc…, sin representar los sucesos. Las de la primera clase sirven en cierto modo para enseñar y exhortar; las de la segunda, no comprendo para qué sirven, a no ser de pasatiempo. No obstante, es notable advertir que casi todas las imágenes que había en los templos de los papistas eran de esta clase. Por donde fácilmente se puede ver que fueron puestas allí, no según el juicioso dictado de la razón, sino por un desconsiderado y desatinado apetito.
Omito aquí considerar cuan mal y deshonestamente las han pintado y formado en su mayoría, y cuánta licencia se han tomado en esto los artistas, como antes comencé a decir. Ahora solamente afirmo que, aunque no hubiese defecto alguno, no valen en absoluto para enseñar.
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Extracto del libro: “Institución de la Religión Cristiana”, de Juan Calvino