La revelación de Dios es doctrinal. Jesús enseñó que el Espíritu Santo «tomará de lo mío, y os lo hará saber [a los discípulos]» (Jn. 16:14). «El nos enseñará todas las cosas» (Jn. 14:26). El resultado de esta enseñanza lo encontramos en las epístolas, comenzando con la gran carta a los Romanos, que desarrolla la doctrina cristiana en su forma más coherente. Las otras epístolas tratan sobre problemas particulares de la iglesia y la teología, y concluyen con las epístolas de naturaleza pastoral —1 y 2 Timoteo, Tito, 1, 2 y 3 Juan, 1 y 2 Pedro, Judas.
Si bien Dios ha intervenido en la historia, no contamos sólo con eso. Nos ha dicho lo que su acción significa. Así es como sabemos que Dios se manifestó en Cristo. Sabemos que Dios es amor debido a la Persona de Cristo. Sabemos mucho más sobre su naturaleza compasiva y misericordiosa debido a Cristo. Y además, sabemos que Cristo murió de acuerdo a un propósito eterno. Las epístolas nos dan la explicación de por qué Jesucristo tuvo que morir.
Por último, la revelación de Dios es profética. Jesús nos dice que el Espíritu Santo «os hará saber [a los discípulos] las cosas que habrán de venir» (Jn. 16:13). Los resultados de esta revelación los tenemos esparcidos en todo el Nuevo Testamento: Mateo 24-25; Marcos 13; Romanos 11; 1 Corintios 15; y en especial en el libro de Apocalipsis. La profecía nos está indicando que Dios todavía está interviniendo en la historia. Dios no obra de una manera estática de manera tal que nuestro período histórico sea absolutamente idéntico a los períodos anteriores y a los que todavía han de venir. Por el contrario, Dios está diciendo cosas singulares en la historia, trabajando con la gente, desarrollando un plan, por lo que todo lo que cada uno de nosotros hace es importante. Además, toda su labor nos conduce al día en que el Señor regrese, cuando Dios congregará a los suyos y demostrará que el camino del Señor es el único camino verdadero. El Espíritu Santo nos ha dado la Biblia para que, en la historia, en la doctrina y en la profecía el Señor Jesucristo sea glorificado.