Un antiguo escritor bien dijo: “Una familia sin oración es como una casa sin techo, abierta y expuesta a todas las tormentas del Cielo.” Todas nuestras comodidades domésticas y las misericordias temporales que tenemos proceden del amor y la bondad del Señor, y lo mejor que podemos hacer para corresponderle es reconocer con agradecimiento, juntos, su bondad para con nosotros como familia. Las excusas para no cumplir este sagrado deber son inútiles y carecen de valor.
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