No solo debes vestir la armadura siempre, sino que esta debe ser visible para todos. Los hombres se enorgullecen de su fe, arrepentimiento, amor a Dios: virtudes muy preciosas. Entonces, ¿por qué hay tan pocos que nos dejan verlas día a día en su conducta? Si tales invitados se alojan realmente en un alma, seguramente mirarán por la ventana o por lo menos se darán un paseo de vez en cuando, dejándose ver en el cumplimiento del deber y en las acciones santas.
La gracia, y con ello me refiero a aquellos atributos divinos infundidos en el espíritu humano por el Espíritu Santo, es algo vivo. No es un recuerdo de tu salvación, que puedes guardar en algún oscuro armario del alma. No, la gracia se nota. Te acompañará adonde vayas. Comprará contigo y venderá por ti, y tomará parte en todas tus actividades. Te alentará cuando seas sincero y fiel a Dios, y se quejará y te amonestará si no lo eres.
Exhortación final
Hemos demostrado la tendencia que tienen los dones a dejarse vencer por el sueño en esta vida. Cristo, aunque despertó dos veces a los discípulos dormidos en la noche de su arresto, los encontró dormidos por tercera vez. Si no ejercitas el carácter santo, tú también te dormirás. El tiempo es corto, el camino largo; vístete con los dones de Cristo enseguida, para que no te sobrevenga la noche antes de vislumbrar la casa del Padre.
Hay una doble ventaja en la posesión de estos dones: primeramente para ti, y luego para los demás. Mientras estés en la tierra, los demás estarán mejor cuando tus dones gocen de buena salud. Tu entusiasmo en la carrera celestial ayudará a los que viajan contigo. Cuando ven la buena medicina que es la gracia de Dios para tu alma, pronto pedirán su porción. Es más: la fuerte voz de tus virtudes callará los pecados de otros.
Vamos a considerar un ejemplo práctico. El blasfemo patológico no se percata de que existe una curación tan eficaz cuando el cristiano cierra la boca y no refleja el carácter de Dios. Pero si el hombre piadoso tiene preparado el antídoto y el valor para administrarlo con palabras sabias y compasivas, puede hacer que el pecado huya avergonzado a su madriguera.
Dios merece el mejor servicio que puedas darle en tu vida. Deja entonces que sus atributos divinos se manifiesten en tu experiencia ahora. Él no te otorga una porción limitada de su gracia, ni te la administra gota a gota. No seas como tantos que la guardan en el banco, en una cuenta que esperan utilizar algún día, pero no hoy. ¡Dios no es tan avaro con el Espíritu como para que tengas que presupuestar tus dones! Al contrario, el ojo de la Providencia nunca se cierra; el que te guarda no se dormirá. El Salmista nos dice: “Los ojos de Jehová están sobre los justos” (Sal. 34:15). Él ha fijado la vista para siempre en el objeto de su afecto y con deleite infinito se complace en el mismo. ¿Cuándo se cerró su oído a tu clamor o se acortó su brazo para suplir tu necesidad? ¿No ocupa tu bienestar los pensamientos de Dios, o no piensa él solo en cosas que son para tu paz? Unas gotas de este bálsamo mantendrán las ruedas de tu fe en movimiento.
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Extracto del libro: “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall