El papel de la mujer en la iglesia
Muchos argumentan que si la mujer no puede enseñar en el culto público o asumir el rol de pastoras en la iglesia, se les está discriminando y tratando como un ser inferior en relación al hombre. Pero hay cuatro cosas que quiero señalar al respecto y que nos permitirán considerar el rol de la mujer en la iglesia desde una perspectiva bíblica.
En primer lugar, Dios creó al hombre y a la mujer con similitudes y diferencias para que puedan complementarse el uno al otro y así mostrar más plenamente la imagen de Dios en ellos. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1:27).
Ambos comparten la misma humanidad y la misma dignidad. Tanto el hombre como la mujer poseen inteligencia, voluntad, emociones, auto conciencia y ninguno es superior al otro en cualquiera de estos aspectos. Pero Dios hizo a uno “hombre” y a la otra la hizo “mujer”, teniendo cada uno las características físicas y emocionales que hacen al hombre ser hombre y a la mujer ser mujer.
Y tanto la sociedad como la iglesia funcionan mejor cuando el hombre actúa como hombre y la mujer como mujer. Decir que una mujer es denigrada a menos que se comporte como un hombre y sea tratada como un hombre es denigrar a la mujer.
En segundo lugar, Dios creó un esquema de autoridad en el mundo que refleja el orden operacional de la misma Trinidad. Pablo dice en 1Cor. 11:3: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1Cor. 11:3). Dios el Padre no es más Dios que Dios el Hijo, pero en su modo de operaciones Dios el Hijo está sometido a Dios el Padre.
En Juan 5:30 dice el Señor Jesucristo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”. Y en 6:38 añade: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Jn. 6:38).
John MacArthur dice al respecto: “Cristo nunca había sido… en ningún sentido inferior en esencia al Padre. Pero en su encarnación Él estuvo dispuesto a subordinarse a sí mismo al Padre en su papel de Salvador y Redentor. Se sometió amorosamente y de forma total a la voluntad de su Padre como un acto de humilde obediencia en el cumplimiento del propósito divino” (1Corintios; pg. 298-299).
Pues de la misma manera la mujer debe colocarse voluntariamente bajo la autoridad de su marido para reflejar así el orden funcional de la Trinidad. Esto no es un asunto meramente cultural, ni tampoco vino a ser así por causa de la caída. Era parte del diseño original de Dios al crear al hombre y a la mujer.
Algunos quieren torcer la enseñanza de este y otros pasajes de las Escrituras afirmando que la palabra “cabeza” no significa “autoridad o dominio”, sino más bien “fuente de origen”. Pero eso contradice el uso de la palabra “cabeza” en el NT y más específicamente en los escritos de Pablo. En Ef. 1:19-23 Pablo afirma que Jesucristo ha sido constituido como cabeza sobre toda la creación en virtud de Su victoria en la cruz del calvario (comp. Mt. 28:18-20). Y en Ef. 5:22-24 nos dice que el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia. Sería absurdo hacer que eso texto dijera que el esposo es la fuente de origen de la esposa (algunos dicen que se refiere a Adán, del cual fue sacada Eva, pero es evidente que el texto habla de la relación de los esposos y las esposas en general).
Dios diseñó un esquema de autoridad para el hogar que refleja el esquema de autoridad en el modo de operaciones del Dios trino, y ese esquema de autoridad debe ser evidente también en la iglesia. Esa es la enseñanza de Pablo en 1Timoteo 2:11-15: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia” (1 Timoteo 2.11-15).
El texto no podía ser más claro: Pablo prohíbe terminantemente que una mujer enseñe a los hombres en el culto público y que ejerza autoridad sobre los hombres en la iglesia. En otras palabras, lo que Pablo está diciendo es que una mujer no debe asumir el oficio pastoral, porque eso es lo que hace un pastor: enseñar y ejercer dominio sobre la grey.
Y notad que el proceso de argumentación de Pablo no es cultural, sino teológico. Pablo está enseñando aquí que Dios creó al hombre y a la mujer en cierto orden para enseñarnos algo del rol de cada uno.
Algunas personas argumentan que la sumisión de la mujer al hombre no es más que una corrupción del plan original de Dios como resultado de la caída de nuestros primeros padres. Como Cristo vino a redimirnos de los efectos que la caída causó, entonces ya no debe haber sumisión de la mujer al hombre (algunos citan Gal. 3:28 como apoyo de este argumento: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.
Pablo no está hablando allí de la posición de liderazgo en la iglesia, sino más bien de los privilegios de la redención. Los hombres y las mujeres disfrutan de la misma salvación en Cristo y de las mismas bendiciones espirituales. Pero la diferencia de género se mantiene: el hombre sigue siendo hombre y la mujer sigue siendo mujer; y ambos deben funcionar en la iglesia de acuerdo con el papel que el Señor en Su soberanía asignó a cada uno.
En 1Timoteo 2:11-15 Pablo no alude a la caída, sino a la creación original. Dios creó al hombre primero y a la mujer después para mostrar el esquema de autoridad que habría de regir la sociedad humana. Y eso debe ser evidente en la iglesia.
El otro argumento de Pablo es que cuando ese orden establecido por Dios es despreciado y desobedecido, el resultado inevitable será el desastre (comp. 1Tim. 2:14 – este texto no sólo señala la culpa de Eva, sino también la de Adán, que no ejerció su rol de liderazgo adecuadamente en el huerto del Edén). Cuando una mujer asume el rol de predicadora en el culto público, o de pastora, está violentando el diseño de Dios y creando una tremenda confusión de género.
Por eso vemos en 1Timoteo 3:1-7, cuando Pablo enumera las características que debemos tomar en cuenta para establecer pastores en la iglesia, que él está pensando en hombres, no en mujeres: “Si alguno (pronombre masculino) anhela el obispado, buena obra desea”. Pablo dice además que el obispo debe ser “marido de una sola mujer” y “que gobierne bien su casa” – el que debe gobernar la casa es el hombre, de acuerdo con la enseñanza general del NT (1Cor. 11:3; Ef. 5:21-33; Col. 3:18-19)
Veamos un texto más: 1Cor. 14:33b-35: “Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación”. El contexto de este capítulo es el de participar en el culto público para la edificación de los hermanos (comp. vers. 26-33ª donde también se manda a callar a los hombres bajo ciertas circunstancias).
Al prohibir a la mujer hablar, lo que Pablo está diciendo es que las mujeres no deben asumir el rol de maestras en el culto público (es posible que algunas mujeres estuvieran haciendo preguntas en público que más que preguntas eran en realidad opiniones autoritativas).
Y notad una vez más que no se trata de un asunto cultural, sino de un esquema de autoridad establecido por Dios en Su Palabra (vers. 34). Pablo no está aludiendo aquí a ningún pasaje en particular, sino que usa la palabra “ley” para referirse a todo el AT.
En otras palabras, lo que él está diciendo aquí es muy similar a lo que dice en 1Tim. 2:11: cuando la mujer asume el rol de maestra en el culto público se está colocando a sí misma fuera del esquema de autoridad diseñado por Dios para el hogar y la iglesia.
En tercer lugar, debemos tomar en consideración que la iglesia es mucho más que la actividad que se desarrolla los domingos en el culto de adoración. Algunas personas parecen no comprender esta sencilla verdad de las Escrituras y por eso mismo no saben cuál es el lugar que ocupan en la iglesia ni cómo pueden poner sus dones a trabajar en medio del pueblo de Dios.
Si la iglesia es únicamente aquello que tiene lugar cada domingo, ¿cómo podrán poner sus dones y talentos a trabajar aquellos que no predican, o los que no dirigen la alabanza, ni tocan ningún instrumento musical?
Este es un problema que no solo afecta a las mujeres, sino también a los hombres, porque no todos los hombres son pastores, ni todos los hombres predican, ni dirigen la alabanza en el culto público.
Pero una vez más, esto no es un asunto de superioridad o inferioridad, sino de dones y de vocación. Dios no llama a todos los hombres a predicar y a ser pastores; pero a todos nos llama a beneficiar el cuerpo de Cristo con los dones y talentos que Él ha dado a cada uno. Porque la vida de una iglesia local no se circunscribe a lo que ocurre el domingo en sus cultos de adoración. Somos iglesia las 24 horas del día y los siete días de la semana.
Y como espero que veamos en otro artículo, las mujeres juegan un papel de suprema importancia en la vida y ministerio de toda iglesia local. Ninguna iglesia podrá desarrollarse debidamente sin la participación activa de sus mujeres actuando como mujeres. Mis queridas hermanas, no es necesario que renunciéis a vuestra femineidad para que podáis ser útiles al pueblo de Dios. No permitáis que os roben vuestra gloria con el argumento falso de que ser mujer es una desventaja, porque si hay algo que la iglesia de Cristo necesita urgentemente son mujeres que asuman responsablemente el supremo llamamiento de ser mujeres en todo el sentido de la Palabra para la gloria de Dios.
En cuarto y último lugar, al considerar el rol de la mujer en la iglesia no debemos pasar por alto el hecho de que las cartas que componen el NT fueron dirigidas a iglesias compuestas por hombres y mujeres y, por lo tanto, sus directrices generales se aplican a hombres y mujeres por igual.
Por ejemplo, cuando Pablo dice en Ef. 4:11ss que los pastores equipan a los santos para la obra del ministerio, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe, etc., se está refiriendo a hombres y mujeres por igual. Todos estamos siendo equipados por el ministerio de enseñanza en la iglesia para que todos nos ayudemos mutuamente, según los dones que Dios ha dado cada uno, independientemente de que sea hombre o sea mujer.
Dios no restringe a las mujeres del ministerio pastoral o de la enseñanza en el culto público porque las mujeres sean menos espirituales, ni menos capaces que el hombre. Son muchas las cosas que las mujeres están llamadas a hacer en beneficio del reino de Dios, cosas para las cuales han sido dotadas con los dones y talentos necesarios.
Repito, esto no es un asunto de capacidad. Muchas mujeres son más capaces que muchos hombres en muchos sentidos. Pero así como Cristo se somete voluntariamente a la autoridad del Padre, ellas deben someterse a la autoridad de sus maridos, independientemente de las capacidades que puedan tener.
Uno de los argumentos que escucho a menudo a favor del ministerio pastoral de las mujeres es el hecho de que muchas pastoras han sido usadas por Dios para la salvación de pecadores y la edificación de la iglesia. ¿Cómo es posible que Dios use instrumentos que Él mismo desaprueba?
Antes de responder esta pregunta, es importante establecer el principio general de que nunca debemos evaluar la Biblia a la luz de nuestras experiencias, sino que debemos evaluar nuestras experiencias a la luz de la Biblia. En su segunda carta, el apóstol Pedro hace referencia a la experiencia que tanto él como Juan y Santiago tuvieron con Cristo en el monte de la transfiguración. Pero inmediatamente añade: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro hasta que el día amanezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (comp. 2P. 1:19). La Palabra inspirada está por encima de cualquier experiencia.
Por otra parte, al evaluar los resultados de un ministerio debemos recordar que nuestro juicio al evaluar un asunto no es infalible, y puede ser que lo que hoy veamos como bendición no lo sea realmente. Sin embargo, lo cierto es que muchas veces Dios en Su soberanía usa medios que El desaprueba. En Fil. 1:15 Pablo señala el hecho de que algunos predicaban a Cristo por envidia, pero aún así se gozaba en el hecho de que Cristo fuera proclamado: “de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo y me gozaré aún” (Fil. 1:18). ¿Cuántos creyentes se han casado con incrédulos, en franca violación a las Escrituras, y sin embargo los cónyuges incrédulos se han convertido? ¿Debemos por eso alentar la práctica de los matrimonios mixtos como un medio evangelístico? ¡Por supuesto que no!
Independientemente de las personas que puedan dar testimonio de que fueron bendecidos por el ministerio de una pastora, estos textos de las Escrituras que prohíben el ministerio pastoral a las mujeres significan lo que significan.
Insisto en que esto no es un asunto de capacidad, sino de un orden divino establecido por Dios para que hombres y mujeres podamos reflejar más plenamente Su imagen en el mundo. La Biblia condena el machismo tanto como el feminismo. Si queremos funcionar como iglesia como una verdadera comunidad de gracia, debemos evitar ambos extremos con todas las fuerzas de nuestro corazón.
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo.