En BOLETÍN SEMANAL
El principio superior del amor: ​El amor es más que sentimiento. El amor en el Nuevo Testamento es muy práctico —'Pues este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos.' El amor es activo. Si, por consiguiente, descubrimos que algunas personas no nos agradan, no debemos preocuparnos, en tanto que las tratemos como si nos agradaran. Eso es amar, y esto enseña nuestro Señor a cada paso.

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5:43-48).

Si nos examinamos a nosotros mismos veremos de inmediato que una de las cosas más trágicas en nuestra vida es que la gobiernan otras personas y lo que ellos hacen y dicen acerca de nosotros. Recordemos los pensamientos crueles y duros que nos han venido a la cabeza. ¿Qué es lo que los produce? ¡Otra persona! Mucho de lo que pensamos y hacemos depende de los demás. Es una de las cosas que hace que la vida sea tan infeliz. Vemos a una persona determinada y nos alteramos. Si no la hubiéramos visto no nos habríamos sentido así. Por tanto, otras personas controlan nuestra vida. ‘Ahora bien’, nos dice Cristo, ‘hay que salir de esta situación. Vuestro amor ha de llegar a ser tal que ya no os gobierne lo que otros dicen. Vuestra vida la debe gobernar un principio nuevo dentro de vosotros, un principio nuevo de amor’.

En cuanto poseemos esto, podemos ver a los demás de un modo diferente. Dios mira el mundo y ve en él pecado y miseria, pero lo ve como algo que proviene de la actividad de Satanás. Hay un sentido en que ve al hombre injusto de un modo diferente. Se preocupa por él, por su bienestar, y por esto hace que el sol salga para él y que la lluvia descienda sobre él. Nosotros debemos aprender a hacer esto. Debemos aprender a mirar a los demás y decir: ‘Sí, hacen esto, eso y lo otro contra mí’ ¿Por qué? Porque son víctimas de Satanás; porque los gobierna el dios de este mundo y son sus víctimas indefensas. No debo enojarme. Los veo como pecadores abocados al infierno. Debo hacer todo lo posible por salvarlos’. Así actúa Dios.

Dios contempló este mundo arrogante y pecador, y envió a su Hijo Unigénito para que lo salvara porque vio la condición en que estaba. ¿Cuál es la explicación de esto? Lo hizo por nuestro bien. Nosotros debemos aprender a hacer esto para otros. Debemos tener una preocupación por su bien. En cuanto comenzamos a pensar así no es difícil hacer lo que Dios nos pide que hagamos. Si tenemos en el corazón algo de esta compasión por los perdidos, por los pecadores y por los que perecen, entonces podremos hacerlo.

¿Por qué tenemos que hacer esto? A menudo se encuentra una gran dosis de sentimentalismo en este asunto. Hay quienes dicen que hay que hacerlo para que se vuelvan amigos nuestros. Esta es a veces la base del pacifismo. Dicen: ‘Si uno es amable con la gente se vuelven amables con uno’. Algunos pensaron que esto se podía aplicar incluso en el caso de Hitler. Pensaron que lo único que había que hacer era hablarle sentados a una mesa y que en un instante iba a cambiar de dirección al tratarlo con amabilidad. Hay quienes siguen pensando así; pero seamos realistas, no sentimentales, porque sabemos que esto no es cierto y que no da resultado. No, nuestra acción no tiene como objetivo conseguir que se vuelvan amigos nuestros.

Otros dicen, ‘Dios los mira y los trata no tanto por lo que son sino por lo que pueden llegar a ser’. Esta es la idea psicológica moderna del problema. Es la base de la forma en que algunos maestros tratan a los alumnos. No deben castigarlos ni imponerles disciplina. No deben tratarlos por lo que son, sino más bien por lo que podrían ser a fin de que puedan llegar a serlo. Algunos quisieran que se utilizara el mismo principio en el trato de los encarcelados. No debemos castigar, sólo debemos ser amables. Debemos ver en ese hombre lo que puede llegar a ser, y debemos conseguir que llegue a serlo. Pero ¿cuáles son los resultados? Ninguno; no debemos actuar así porque nuestra forma de actuar vaya a cambiar a esa gente psicológicamente y los vaya a convertir en lo que queremos que sean. Debemos hacerlo por una sola razón, no porque vayamos a poder redimirlos o a hacer algo de ellos, sino porque de este modo podemos manifestarles el amor de Dios. No va a salvarlos el buscar en su corazón esa chispa de divinidad que vamos a tratar de convertir en llamarada. No, los hombres nacen en pecado y en iniquidad, no pueden por sí mismos llegar a ser nada bueno. Pero Dios ha hecho de tal modo las cosas que su maravilloso evangelio de redención a veces ha llegado a las personas de la siguiente manera: Ven a alguien y preguntan: ‘¿Por qué es diferente esa persona?’ y la persona dice: ‘Soy lo que soy por la gracia de Dios. No es porque haya nacido diferente, es porque Dios ha hecho algo en mi. Y lo que el amor de Dios ha hecho por mí, lo puede hacer por ti.’

¿Cómo, pues, podemos manifestar este amor de Dios en los contactos con otras personas? De Este modo: ‘Bendecid a los que os maldicen,’ lo cual, dicho de forma más comun, puede expresarse así: responded con palabras amables a los que os dirigen palabras ofensivas. Cuando oímos palabras duras todos tenemos la tendencia a contestar del mismo modo —’Se lo dije; le contesté; se lo hice ver.’ Y con ello nos situamos a su mismo nivel. Pero nuestra norma ha de ser la de expresar palabras amables en vez de ásperas.

En segundo lugar: ‘Haced bien a los que os aborrecen,’ lo cual quiere decir actos de benevolencia a cambio de actos malévolos. Cuando alguien se ha mostrado realmente malévolo y cruel con nosotros no debemos contestar con la misma moneda. Antes bien debemos responder con actos benévolos. Aunque ese agricultor odie quizá a Dios, sea injusto y pecador, se haya rebelado contra Él, Dios hace que el sol salga también para él y le envía lluvia que hará fructificar su cosecha. Actos benévolos a cambio de actos crueles.

Por fin: ‘Orad por los que os ultrajan y os persiguen.’ En otras palabras, cuando otra persona nos persigue con saña, debemos orar por ella. Debemos caer de rodillas, y hablar con nosotros mismos antes de hacerlo con Dios. En lugar de mostrarnos amargados y asperos, en lugar de reaccionar en función del yo y con el deseo de cobrarnos lo hecho, debemos recordar que en todo lo que hacemos estamos bajo Dios y delante de Dios. Luego debemos decir: ‘Bien; ¿por qué esa persona actuó así? ¿Cuál es la razón? ¿Hay algo en mí, quizá? ¿Por qué lo hizo? Es por esa naturaleza horrible y pecadora, una naturaleza que los va a conducir al infierno.’ Entonces debemos seguir pensando, hasta que los veamos de tal modo que sintamos compasión por ellos, hasta que los veamos camino de la condenación, y por fin sintamos tanta compasión por ellos que no nos quede tiempo para sentir pena por nosotros mismos, hasta que sintamos tanta compasión por ellos, de hecho, que comencemos a orar por ellos.

Esta es la forma en que debemos probarnos. ¿Oramos por los que nos persiguen y nos muestran desprecio? ¿Pedimos a Dios que tenga misericordia de ellos y que no los castigue? ¿Pedimos a Dios que salve sus almas y les abra los ojos antes de que sea demasiado tarde? ¿Te sientes realmente preocupado por ellos? Esto fue lo que trajo a Cristo a la tierra y lo envió a la cruz. Se preocupó tanto por nosotros que no pensó en sí mismo. Nosotros hemos de tratar así a las personas.

A fin de que podamos tener una idea bien clara en cuanto a lo que esto significa e implica debemos entender la diferencia entre amar y agradar. Cristo dijo: ‘Amad a vuestros enemigos,’ no ‘Que vuestros enemigos os agraden.’ Agradar es algo mucho más natural que amar. No se nos llama a que todo el mundo nos agrade. Esto no nos es posible. Pero se nos manda amar. Es ridículo mandar a alguien que le agrade otra persona. Depende de la constitución física, del temperamento y de mil cosas más. Esto no importa. Lo que importa es que oremos por la persona que no nos agrada. Esto no es agrado, sino amor.

La gente tropieza en esto. ‘¿Quiere Ud. decir que está bien amar aunque no me agrade?’ preguntan. Así es. Lo que Dios manda es que amemos a la persona y la tratemos como si nos agradara. El amor es más que sentimiento. El amor en el Nuevo Testamento es muy práctico —’Pues este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos.’ El amor es activo. Si descubrimos que algunas personas no nos agradan, no debemos preocuparnos, en tanto que las tratemos como si nos agradaran. Eso es amar, y esto enseña nuestro Señor a cada paso. El Nuevo Testamento nos ofrece algunos ejemplos de esto. Recordáis la parábola del Buen Samaritano que nuestro Señor explicó en respuesta a la pregunta ‘¿quién es mi prójimo?’ Los judíos odiaban a los samaritanos y los tenían por enemigos. Sin embargo nuestro Señor les dice en la parábola que cuando los ladrones atacaron al judío en el camino entre Jericó y Jerusalén, varios judíos lo vieron y pasaron de largo. Pero el samaritano, el enemigo tradicional, se preocupó por él. Esto es amar a nuestro prójimo y a nuestro enemigo. ¿Quién es mi prójimo? Cualquiera que esté en una situación de necesidad, cualquiera que esté hundido por el pecado o por cualquier otra cosa. Debemos ayudarlo, ya sea judío o samaritano. Amemos al prójimo, incluso si ello significa amar al enemigo. ‘Haced bien a los que os aborrecen.’ Y nuestro Señor, desde luego, no sólo lo enseñó, sino que lo hizo. Lo vemos morir en la cruz y ¿qué dice de los que le condenaron a muerte y de los que le perforaron con clavos? Estas son las palabras que salen de sus santos labios: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.’

Esta fue también la enseñanza y la práctica de los apóstoles en todo el Nuevo Testamento. Qué necio es decir que el Sermón del Monte no se aplica a los cristianos sino que se refiere al futuro, cuando venga el reino. No es cierto, el sermón del Monte es para nosotros, en este tiempo. Pablo dice: ‘Si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber.’ Es exactamente la misma enseñanza. En todas partes es la misma. Y los apóstoles no sólo lo enseñaron; lo vivieron. Recordemos a aquel hombre, Esteban, a quien lapidaron hasta darle muerte sus enemigos crueles y locos. Estas fueron sus últimas palabras: ‘Señor, no les tomes en cuenta este pecado.’ Había alcanzado el nivel de su Maestro; ama, como Dios en el cielo ama este mundo pecador. Y, gracias a Dios, los santos de todos los siglos han hecho lo mismo. Han manifestado el mismo espíritu glorioso y maravilloso. ¿Somos nosotros así? Esta enseñanza es para nosotros. Debemos amar a nuestros enemigos, hacer el bien a los que nos odian y orar por los que nos ultrajan y nos persiguen; así debemos de ser. Es más; podemos ser así. El Espíritu Santo, el Espíritu de amor y gozo y paz, se nos da, de modo que, si no somos así, no tenemos excusa y deshonramos a nuestro amoroso Señor.

Pero voy a terminar con unas palabras de consuelo. Porque a no ser que esté muy equivocado, cualquiera a quien se le presente esta enseñanza se siente inmediatamente condenado. Dios sabe que yo así me siento; pero tengo unas palabras de consuelo. Creo en un Dios que ‘hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.’ Pero el Dios que conozco ha hecho más que esto; ha enviado a su Hijo unigénito a la cruz del Calvario para que yo me pudiera salvar. Yo fallo; todos fallamos. Pero, ‘si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.’ No creas que eres cristiano si no vives esa clase de vida a la perfección. Pero, sobre todo, habiendo recibido este consuelo, asegurate de someter todavía más tu corazón para ser como Cristo. ¡Si pudiéramos comenzar a amar así, si todo cristiano del mundo amara así, si así fuéramos, pronto llegaría una renovación espiritual, y quien sabe lo que podría suceder en el mundo entero!.

‘Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y persiguen,’ y entonces seremos como nuestro Padre que está en los cielos.

Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones

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