El perdón del pecado es la necesidad más grande del corazón humano porque el pecado tiene un efecto en dos aspectos: Promete condenar a los hombres para siempre mientras que al mismo tiempo les roba la plenitud de la vida cargando a la conciencia con una incesante culpa. En última instancia, el pecado separa al hombre de Dios, de modo que es el principal enemigo y el problema más grande del hombre.
El apóstol Pablo captó el impacto del pecado cuando citó varios pasajes del Antiguo Testamento en su carta a los cristianos que estaban en Roma: «No hay justo ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se apartaron, a una fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno» (Rom. 3:10-12; cf. Sal. 14:1-3; 53:1-4). Luego concluye: «Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (Rom. 3:23).
LA OBRA DEL PECADO
El pecado es el rey que gobierna el corazón de cada hombre. Es el primer señor de nuestra alma, y su virus ha contaminado a cada ser viviente. El pecado es un poder corrupto que hace que el hombre sea susceptible a la enfermedad, dolor, muerte y sea condenado por la ley al infierno.
No es de sorprenderse que la Escritura lo compare con el veneno de una serpiente (Rom. 3:13).
El pecado es la enfermedad moral y espiritual para la cual el hombre no tiene cura. «¿Podrá el etíope cambiar de piel y el leopardo sus manchas? Así tampoco vosotros podréis hacer el bien, estando habituados a hacer el mal» (Jer, 13:23).
• El pecado domina la mente. Romanos 1:21 indica que los hombres tienen una mente depravada que se ha entregado al mal y la lujuria.
• El pecado domina la voluntad. Según leemos en Jeremías 44:15-17, los hombres desean hacer el mal porque su voluntad está controlada por el pecado.
• El pecado domina las emociones y los afectos. El hombre natural no quiere que se cure su pecado porque ama las tinieblas en lugar de la luz .
• El pecado pone a los hombres bajo el control de Satanás. Efesios 2:2 enseña que los hombres son guiados por el «príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia».
• El pecado pone al hombre bajo la ira divina. Según Efesios 2:3, los que no son salvos son «hijos de ira» .
• El pecado somete a los hombres a la miseria. Job dijo: «Pero el hombre nace para el sufrimiento, así como las chispas vuelan hacia arriba» (Job 5:7). «‘¡No hay paz
para los malos!’, dice el SEÑOR» (Isa. 48:22).
LAS FORMAS DEL PECADO
Los escritores del Nuevo Testamento usan típicamente cinco palabras griegas para referirse a algún aspecto del pecado.
Hamartia es la más común y conlleva la idea fundamental de no dar en el blanco. El pecado no da en el blanco de acuerdo a la normativa de la justicia de Dios.
Paraptoma; a menudo representaba «entrar sin autorización», es el pecado de resbalar o caer, y resulta más del descuido que de la desobediencia intencionada.
Parabasis se refiere a cruzar la línea, ir más allá del límite prescrito por Dios. A menudo se traduce «transgresión». Este pecado es más consciente e intencional.
Anomia significa «anarquía», y es un pecado aún más intencional y flagrante. Describe una rebelión abierta y directa en contra de Dios y su voluntad.
Opheilema es la palabra que se usa en Mateo 6:12. La forma verbal se usa más a menudo para referirse a deudas morales o espirituales. El pecado es una deuda moral o espiritual con Dios que se debe pagar.
En su relato de esta oración, Lucas usa «hamartia» («pecados»; Luc. 11:4), indicando claramente que la referencia es al pecado, no a la deuda financiera. Mateo probablemente usó opheilema porque correspondía al término arameo más común para decir pecado que usaban los judíos de ese entonces, un término que también representaba deuda moral o espiritual con Dios.
Aquellos que confian en Cristo han recibido el perdón de Dios por el pecado y son salvos de la condenación eterna. Puesto que esta oración es un modelo para que lo usen los creyentes, las deudas a las que se refieren aquí son las que los cristianos contraen cuando pecan. Infinitamente más importante que nuestra necesidad del pan diario es nuestra necesidad del continuo perdón del pecado.
Arthur W. Pink escribe: Ya que es contrario a la santidad de Dios, el pecado es una contaminación, una deshonra, y un reproche para nosotros puesto que es una violación de su ley. Es un crimen, y la culpa que adquirimos de este modo es una deuda. Como criaturas tenemos una deuda de obediencia con nuestro creador y gobernante, y al no darle lo que le corresponde por nuestra total desobediencia, hemos contraído la deuda del castigo; y es por esto que imploramos un perdón divino’.
Como resultado de nuestro constante pecado, tenemos una deuda inmensa con Dios que ni siquiera podríamos comenzar a pagar, es una deuda impagable, como la deuda que tenía el siervo malvado (Mat. 18:23-35). Cualquiera que desee venir a Dios debe hacerlo reconociendo la severidad de su pecado y la magnitud de su deuda.
Extracto del libro: A solas con Dios, de John MacArthur