En BOLETÍN SEMANAL

En estos artículos pretendemos mostrar el uso que los cristianos deben hacer de la Palabra de Dios: o más particularmente, como es tanto su privilegio como su deber el recibir el todo de ella como dirigida para sí mismos, así como volverse a ella para obtener información práctica, apropiándose de su contenido para sus necesidades personales. La Biblia no es un libro que demande tanto el ejercicio de nuestro intelecto como lo hace para el ejercicio de nuestros afectos, conciencia, y voluntad. Dios nos la ha entregado no para nuestro entretenimiento sino para nuestra educación – para hacernos saber lo que Él exige de nosotros. Está para ser la guía del viajero en tanto que éste viaja por el laberinto de este mundo, la carta del marinero en tanto que navega por el mar de la vida. Así pues, siempre que abrimos la Biblia las consideraciones indispensables para cada uno de nosotros a fin de permanecer ante Él es, “¿Qué hay aquí para mi hoy?” “¿Qué relación mantiene el pasaje que está frente a mí con mi situación actual y  circunstancias?” “¿Qué enseñanza hay aquí para dirigirme en la administración de mis negocios, para guiarme en la responsabilidad de mis afectos domésticos y sociales, para promover un caminar más estrecho (íntimo) con Dios?”

Debo ver que todo precepto se dirige a mí, incluso cada promesa. Pero es de temer en gran manera que, a causa de la falta de identificación (de apropiarse) con la Palabra de Dios a sus propios casos y circunstancias, hay mucha lectura bíblica y estudio el cual es de poco o de ningún beneficio real para el alma. Nada más nos protegerá de las infecciones de este mundo, de las tentaciones de Satanás, ni será tan eficaz en preservarnos del pecado, como la Palabra de Dios recibida en nuestras afecciones. “La ley de su Dios está en su corazón; por tanto, sus pies no resbalarán” (Sal 37:31) solo puede decirse de aquel que ha hecho una apropiación personal de la Ley, y se halla apto para declarar junto al Salmista, “Por heredad he tomado tus testimonios para siempre, porque son el gozo de mi corazón.” (Sal 119:111). En cuanto la Verdad está trabajando en nosotros, influenciándonos de manera práctica, es amada y reverenciada por nosotros, y despierta la conciencia, somos impedidos de caer en pecado abierto – como fue preservado José cuando malignamente fue solicitado por la esposa de su amo (Gén 39:9). Y solo cuando personalmente salimos fuera y reunimos diariamente nuestra porción de maná y nos alimentamos de ella, seremos provistos de fuerza para el desempeño de los deberes y para producir fruto para la gloria de Dios.

Tomemos Génesis 17:1 como ilustración. “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto.” O “sincero.” ¿Cómo un cristiano se debe aplicar este texto para sí?

Primero, dejémosle observar a quien fue mostrada está señal de favor y honra: a saber, a aquel que es “el padre de todos los que creen” (Rom 4:11-12, 16) – y él fue la primera persona en el mundo a quien se dice que el Señor se le apareció.

En segundo lugar, observa cuando se le manifestó el Señor, esto es, en su avanzada edad, cuando la fuerza natural estaba desgastada y la muerte estaba escrita en la carne.

Tercero, nota atentamente el carácter particular con el que el Señor se le revela: “el Dios Todopoderoso,” o más literalmente “el Shaddai” – el todo-suficiente Dios.

Cuarto, considera la exhortación que acompaña a tal presentación: “anda delante de mí y sé sincero.”

Quinto, pondera esos detalles a la luz de la secuencia inmediata: Dios le está haciendo una promesa de que le engendraría un hijo por Sara, cuya edad para tener hijos había caducado (17:15-19). Todo lo que es de Dios debe ser efectuado por Su gran poder: Él puede y debe hacerlo todo – la carne para nada aprovecha; ningún movimiento de mera naturaleza [en sí mismo] es de utilidad alguna.

Ahora, cuando el creyente pondera aquel memorable incidente, la esperanza debe ser inspirada en ello ¡El Shaddai es tan ciertamente su Dios como lo fue de Abraham! Eso queda claro por II Corintios  7:1, por cuanto una de esas promesas es, “Y seré para vosotros por Padre… dice el Señor Todopoderoso” (6:18), y por Apocalipsis 1:8, en donde el Señor Jesús dice a las siete iglesias “Yo soy el Alfa y la Omega… el Todopoderoso.

 Es una declaración de Su Omnipotencia, para Quien todas las cosas son posibles. “El todo-suficiente Dios” nos habla de lo que Él es en Sí mismo: auto-existente, independiente – y lo que es para Su pueblo: el Suplidor de todas sus necesidades. Cuando Cristo le dijo a Pablo, “bástate mi gracia (mi gracia te es suficiente – KJV)” era un todo (una misma cosa) con lo que Jehová le dijo a Abraham. Definitivamente, el Señor apareció a los patriarcas en forma visible (y humana); Él se nos aparece a sí mismo a nosotros mediante los ojos de la fe. A menudo le place encontrarnos en las ordenanzas de Su gracia, y enviarnos regocijantes a nuestro camino. A veces se “manifiesta” a Sí mismo (Juan 14:21) a nosotros en los retiros de privacidad. Frecuentemente se nos aparece en Su providencia, mostrándose fuerte en nuestro favor. Ahora, dice Él, “anda delante de mí sinceramente” en la cabal conciencia y conocimiento de que Yo soy todo-suficiente para ti, por tanto, sé consiente de mi omnipotencia, y todo irá bien contigo.

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Extracto del libro: “La aplicación de las Escrituras”,  de A.W. Pink

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