En cualquier defensa que hagamos de las Escrituras como la Palabra de Dios fidedigna y con autoridad, está la Roca firme de la veracidad Divina. Los pasos a seguir en esta defensa son los siguientes:
- La Biblia es un documento fidedigno. Podemos establecer que es fidedigna si la tratamos como si fuera cualquier otro documento histórico, como, por ejemplo, las obras de Josefo y los informes de guerra de Julio César.
- Basado en la historia registrada en la Biblia tenemos suficientes razones para creer que el carácter central de la Biblia, Jesucristo, hizo lo que dice haber hecho y por lo tanto es quien dice ser: el único Hijo de Dios.
- Siendo el único Hijo de Dios, el Señor Jesucristo es una autoridad infalible.
- Jesucristo no sólo asumió la autoridad de la Biblia; la enseñó, hasta el extremo de enseñar que está libre de error y es eterna, por ser la Palabra de Dios. «Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido» (Mt. 5:18). Si la Biblia es la Palabra de Dios, como Jesús enseñó, entonces debe ser enteramente fidedigna e infalible, porque Dios es un Dios de verdad.
Por lo tanto, basado en las enseñanzas de Jesucristo, el infalible Hijo de Dios, la iglesia cree que la Biblia también es infalible.
En otras palabras, la defensa de la inerrancia descansa en, y es una consecuencia de, el tipo de material presentado en los Capítulos 3 y 4 [«Fundamentos de la fe cristiana» – James M Boice]. La Biblia como documento histórico nos da información fidedigna de un Cristo infalible. Cristo tiene a las Escrituras en gran estima. En consecuencia, las doctrinas de Cristo deberían, y deben, ser las doctrinas de sus seguidores.
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Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice