En BOLETÍN SEMANAL
​​ Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza”.  Salmo 73
  Al mirar al futuro desconocido no sabemos lo que nos aguarda. Cualquier cosa puede ocurrir. Y si hay algo que nosotros y todo el mundo anhela en este momento, es seguridad y protección. Hemos sido engañados muchas veces;y  aun nos hemos engañado a nosotros mismos. El hombre precavido pregunta: ¿En qué pondré mi confianza? ¿Con quién puedo contar con absoluta seguridad? Hay una sola respuesta: En Dios. 

Los Salmos, por supuesto, enfatizan esto constantemente. Lo encontramos también en el libro de los Proverbios. «Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado” (Prov. 18:10) Imaginemos a un hombre que está en el mundo y el enemigo comienza a atacarle. No lo puede dominar, no sabe qué hacer, se alarma y está aterrorizado. Luego corre a una torre fuerte, al nombre del Señor, el Señor Jehová. El enemigo no puede llegar allí. En los brazos de Dios, esos brazos todopoderosos, ahí está seguro. Si, dice el apóstol Juan: «sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno’”, y «el maligno no le toca” (1Jn. 5:19. 18). ¿Por qué no? Porque estamos en Cristo, estamos en Dios Estamos perfectamente seguros allí. Me gustaría citar nuevamente una de las declaraciones más grandes que el apóstol Pablo ha dicho: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 8:38, 39). Seguro en los brazos de Cristo. Si estamos allí, aunque el poder del infierno se desatase, no nos puede tocar. Nada puede dañar a aquellos que están con el cuidado seguro del Dios que guarda sus pactos.

Lo último que el salmista menciona es también maravilloso: «Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza para contar todas tus obras”. Esta última frase es vital. Este es el punto al cual tenemos que llegar. Su razón final para tomar esta determinación de estar cerca de Dios es para glorificar a Dios, para declarar todas sus obras. Me imagino que su argumento era algo así: Si me quedo cerca de Dios seré bendecido, experimentaré su salvación, tendré esta grande y maravillosa sensación de seguridad. Y por supuesto esto inmediatamente me llevará a adorar a Dios, a alabarle y a glorificarle delante de otros. Estaré cerca de Dios para que siempre pueda alabarle, y así como alabo a Dios testificaré a otros acerca de El. Este es el punto al cual todos tenemos que llegar.
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La primera pregunta del Catecismo de la Confesión de Fe de Westminster es: ¿Cuál es el fin principal del hombre? Y la respuesta es: glorificar a Dios, y disfrutar de Él para siempre. En este Salmo, el autor lo presenta a la inversa. Menciona el gozo primero porque está tratando el tema desde el punto de vista de la experiencia. Había estado muy triste y por eso se coloca en nuestra posición y aconseja: Quédate cerca de Dios y serás feliz, disfrutarás de Dios y le glorificarás. Estas dos cosas siempre tienen que ir juntas. La meta principal de todo hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre. Sí, dice el salmista, me quedaré cerca de Dios para que lo pueda glorificar y también gozar de Él. El es el gran Señor Dios Todopoderoso, y la tragedia del hombre, del mundo y de la historia, es que el mundo no lo sabe. Pero mi deber es hablar de El. Lo haré con mi vida, y lo haré con mis labios. Toda mi vida será para la gloria de Dios; y no puedo glorificar a Dios si no estoy cerca de El, experimentándole. A medida que lo hago reflejaré su vida.
Así hemos visto la determinación de este hombre, y hemos visto sus razones para hacerlo. Quiero recordar, brevemente, cómo lo hará. No es suficiente decir: «permanece cerca de Dios y si haces esto, lo demás vendrá». ¿Cómo es que uno permanece cerca de Dios? Tenemos que descender a un nivel práctico. Tú y yo como cristianos sabemos que podemos llegar cerca de Dios por Jesucristo. No debemos escalar alturas ni descender a profundidades «…Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón… si confesares con tu boca que Jesús es el Señor. Y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Rom. 10:8, 9). No debemos, afligirnos por esto, pues si somos cristianos, sabemos que, por mucho que hayamos hecho mal a otros y a nosotros mismos, si en este momento venimos a Dios y confesamos nuestros pecados, admitiendo que no podemos anularlos o salvarnos a nosotros mismos, y confiamos enteramente en el Hijo de Dios y lo que Él ha hecho en nuestro beneficio, por su vida de obediencia y por su sacrificio en la cruz, somos aceptos por Dios, somos reconciliados con El, y estamos en comunión con El. Este es el camino. Sí, pero recordemos que debemos permanecer cerca de Dios. Esta es la determinación de este hombre. ¿Cómo debemos hacerlo? En primer lugar con una vida de oración. Insisto en esto. Si creemos en todo lo que he estado diciendo, entonces creemos que podemos hablar con Dios. Si nos damos cuenta verdaderamente de quién es Él, tendremos deseos de hablarle. El hombre que realmente está cerca de Dios es aquel que siempre habla con Dios. Tenemos que tomar esta determinación; tenemos que decidir que no vamos a permitir que el mundo nos controle más, sino que nosotros lo controlaremos a él, como también a nuestro tiempo, a nuestras energías y a todo lo demás.

Luego, además de la oración, está la lectura de la Biblia. En este libro Dios nos habla. Por eso debemos leer y estudiar las Escrituras.
Seguidamente viene la adoración pública. Al acercarse al santuario de Dios este hombre encontró paz y descanso para su alma. Y nosotros muchas veces hemos tenido esta experiencia. Si queremos estar cerca de Dios, tenemos que orar no solamente en privado, sino también con otros, no sólo debemos leer y estudiar la Palabra en privado sino también junto con otros. Debemos ayudarnos mutuamente, y llevar los unos las cargas de los otros.

También es importante la meditación y tomar el tiempo necesario para pensar. Dejemos el diario a un lado y pensemos en Dios y en nuestra alma y en todas estas cosas. No hablamos lo suficiente con nosotros mismos. Tenemos que decirnos a nosotros mismos que estamos en su presencia, que somos sus hijos, que Cristo murió por nosotros y nos ha reconciliado con Dios.   Tenemos que hablarle, y pasar nuestros días con Él. Este es el método. Acercarnos a Dios significa buscarlo, y no descansar hasta que sepamos que nuestros pecados han sido perdonados, hasta que conozcamos a Dios, hasta que comprobemos el amor de Dios, hasta que estemos conscientes de que cuando oramos, Él está dispuesto a escucharnos.  

Finalmente, no debemos olvidar la obediencia, porque si le desobedecemos se interrumpe el contacto. El pecado significa cortar la conexión, significa ir muy lejos de Dios. Así que las reglas son éstas, buscar a Dios y luego obedecerle Si hemos pecado, interrumpiendo así el contacto y la comunión, inmediatamente establecemos la conexión confesando nuestros pecados, sabiendo «que la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado”.
Dios permita, que al enfrentar el futuro, esta sea nuestra determinación de todo corazón «Pero yo me acercaré a Dios, pues para mí eso es lo mejor”. Que todos le conozcamos, vivamos con El y pasemos el resto de nuestros días   gozando de la bendita comunión con Él.

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