Cada generación de cristianos tiene el problema de aprender a hablar de manera significativa a su propia época. Este problema no puede ser resuelto sin una previa comprensión de los cambios en las situaciones existenciales con que la Iglesia tiene que enfrentarse. Por tanto, si hemos de comunicar la fe cristiana de manera efectiva, tendremos que conocer y comprender las formas de pensamiento de nuestra propia generación.
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