Hemos llegado a esta altura a la verdadera fuente del problema humano. Los hombres y las mujeres han rechazado el principio del conocimiento de Dios por razones morales y psicológicas. Pero les resulta imposible detenerse ahí. Han rechazado a Dios; pero todavía son criaturas divinas y en su carácter intelectual y moral tienen necesidad de Dios (o de algo que se le asemeje). Al ser reacias para conocer al verdadero Dios y al no poder vivir sin Él, se inventan dioses sustitutos para ocupar su lugar. Estos dioses pueden ser las leyes científicas sofisticadas de nuestra cultura, los dioses y las diosas del mundo griego y romano, o las imágenes bestiales y depravadas del paganismo.
La universalidad de la religión en este planeta no se debe a que los hombres y las mujeres estén buscando a Dios, como algunos han argumentado. En realidad, se debe a que no desean aceptar a Dios y, sin embargo, necesitan algo que ocupe el lugar de Dios.
El proceso de rechazo es un proceso de tres etapas, bien conocido por los psicólogos contemporáneos: el trauma, la represión y la sustitución. En su análisis del ateísmo, Sproul demuestra que la confrontación con el Dios verdadero choca y lastima a las personas. Es traumática. Como consecuencia, reprimimos lo que sabemos. «No hay ningún trauma si los ojos permanecen siempre cerrados y la luz no puede penetrar. Pero los ojos se cierran como reacción al choque provocado por la luz después de haber experimentado el dolor». El punto importante es que el conocimiento de Dios, aunque reprimido, no puede ser destruido. Permanece intacto, aunque profundamente enterrado en el subconsciente. Su ausencia es sentida, y el Dios verdadero es sustituido por «lo que no es Dios».
La ira de Dios
Llegamos así a la primera afirmación de Pablo, habiendo tomado los tres puntos principales de la porción en el sentido inverso: la ira de Dios se revela contra los seres humanos porque han reprimido lo que comprendían del conocimiento de Dios.
Algunas personas se sienten profundamente incómodas por la enseñanza de que el Dios del universo manifiesta su ira. Entienden que Dios es un Dios de amor, como sin duda lo es, y no pueden comprender cómo Dios puede poseer ambas características. En este punto, o no comprenden, o no conocen a Dios. Un Dios que no manifiesta ira contra el pecado es un Dios deforme o mutilado. Le falta algo. Dios es perfecto en su amor. Eso es verdad. Pero Dios también es perfecto en su ira que, como Pablo nos dice en Romanos, «se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres».
En cualquier presentación lógica de la doctrina, la ira de Dios es la primera verdad que debemos aprender sobre Él. ¿Por qué no comenzó Pablo diciéndonos que el amor de Dios se revela desde el cielo? No lo hizo porque Dios no sea amor, porque sí lo es, como Pablo nos demostrará más adelante. Es para que reconozcamos nuestra profunda necesidad espiritual y que estemos preparados para recibir el conocimiento de Dios a través de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, porque sólo así podremos recibirlo. Cuando los hombres y las mujeres se acercan a Dios jactándose de su supuesto conocimiento espiritual, Dios los declara ignorantes. Si se acercan a Dios jactándose de sus propios logros, Dios no puede y no los recibirá. Pero si, con humildad, reconocen que han rechazado lo que Dios con claridad se reveló en la naturaleza, que no tienen excusa, que la ira de Dios justamente está suspendida sobre ellos, entonces Dios obrará en sus vidas. Les mostrará que ya abrió un camino para que la ira de Dios no caiga sobre ellos, que Jesús lo tomó, y que ahora el camino está libre para que crezcan en el amor y el conocimiento de Dios, quien es la Salvación.
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Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice