Al tocar la provisión de tu familia, tienes que considerar estas tres cosas.
1.–Sobre ti recae el ocuparte de sus miembros para que tengan el sustento necesario. “Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Tim. 5:8). Pero observa que, cuando la Palabra afirma que debes proveer para tu casa, no te da licencia para entregarte a la preocupación porque sería una distracción, ni tampoco te permite esforzarte por aferrarte al mundo en tu corazón o a la cuenta bancaria, ni preocuparte por los años o días por venir, sino para proveer para los tuyos y que puedan tener comida y ropa. Y si tú no estás satisfecho con eso, o tal vez ellos no lo están, entonces se están saliendo de las normas de Dios (1 Tim. 6:8; Mt. 6:34). Significa trabajar para poder tener los medios de “[ocuparte] en buenas obras para los casos de necesidad” (Tit. 3:14). Y nunca objetar que, a menos que llegues más lejos, nunca será suficiente, porque es incredulidad y nada más. La Palabra afirma que Dios alimenta a los cuervos, que se preocupa por los gorriones y que viste la flor del campo; y en estas tres cosas —alimentar, vestir y cuidar— está todo lo que el corazón pueda desear (Lc. 12:22-28).
2. Por tanto, aunque deberías proveer para tu familia, deja que toda tu labor se mezcle con la moderación: “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres” (Fil. 4:5). Presta atención, no sea que te dejes llevar tanto por este mundo que te obstaculice a ti y a tu familia de esos deberes que tienes para con Dios, a los que estás obligado por gracia, como la oración privada, la lectura de las Escrituras y la comunión cristiana. Es cosa vil que los hombres y sus familias malgasten su tiempo yendo detrás de este mundo porque, de este modo, desconectan su corazón de la adoración a Dios.
Cristiano, “el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa” (1 Cor. 7:29-31). Muchos cristianos viven en este mundo como si la piedad no fuera más que un sub-negocio y, este mundo, lo único necesario cuando, en realidad, todas las cosas de este mundo sólo son secundarias y la fe cristiana lo único verdaderamente necesario (Lc. 10:40-42).
3. Si quieres ser un cabeza de familia que se comporta correctamente, tienes que asegurarte de que existe la armonía cristiana entre aquellos que están sometidos a ti, como debe ser en el hogar donde gobierna alguien que teme a Dios.
a.–Tienes que ocuparte de que tus hijos y tus criados estén sujetos a la Palabra de Dios porque, aunque Dios sea el Único que puede gobernar el corazón, también espera que tú dirijas al hombre exterior. Si no cumples con esto, en breve tiempo Él podría cortar a toda tu descendencia [incluso cada varón] (1 S. 3:11-14). Asegúrate, por tanto, de mantenerlos moderados en todas las cosas —en atuendo, en lenguaje, que no sean glotones ni borrachos—, sin permitir que tus hijos dominen con arrogancia sobre tus criados ni que se comporten neciamente entre ellos.
b.–Aprende a distinguir entre la ofensa que, en tu familia, se te hace a ti y la que se realiza contra Dios. Y aunque deberías ser muy celoso para con el Señor y no soportar nada que sea una transgresión franca contra Él, ésta debería ser tu sabiduría: Pasar por alto las ofensas contra ti y enterrarlas en el olvido porque el amor “cubrirá multitud de pecados” (1 Ped. 4:8). No seas pues como aquellos que se enfurecen y miran fijamente como locos, cuando se les hiere, pero que se ríen o, al menos, no reprenden con sobriedad ni advierten cuando se deshonra a Dios.
Gobierna bien tu propia casa, teniendo a tus hijos —y a los demás miembros de tu familia— en sujeción con toda dignidad (1 Tim. 3:4). Salomón fue, en ocasiones, tan excelente en esto que dejó sin aliento a quienes lo contemplaron (2 Cr. 9:3-4).
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John Bunyan (1628-1688): Ministro, predicador y autor inglés, nació en Elstow, cerca de Bedford, en Inglaterra.