Para terminar, tenemos los que pueden seguir el argumento hasta aquí, y aun estar en parte de acuerdo con las conclusiones, pero que, sin embargo, sienten que algunos «errores» han sido sacados a la luz por los «resultados irrefutables» de los académicos bíblicos. ¿Existen errores comprobados? En algunos lugares hay dificultades. Nadie cuestiona eso. Pero, ¿los académicos han podido realmente demostrar que los libros de la Biblia son falibles y que por tanto, fueron escritos sólo por hombres?
Hubo un tiempo, no hace mucho, cuando afirmaciones tales como esta eran expresadas por personas influyentes, sin ningún tapujo. Hace unos años casi todos los académicos y teólogos bíblicos hablaban de determinados resultados o hallazgos que, se suponía, acabarían con el concepto ortodoxo de la Biblia para siempre. Hoy, sin embargo, como cualquiera que haya tenido la oportunidad de analizar en profundidad estas cuestiones sabe, estas aseveraciones no ocurren con tanta frecuencia. En realidad, casi no ocurren en absoluto. ¿Por qué? Sencillamente porque, como resultado de los avances de las investigaciones arqueológicas y bíblicas, dichos resultados que se decían ser irrefutables han sido destruidos en las propias narices de quienes los sostenían.
En 2ª Reyes 15:29 hay una referencia a un rey de Asiria llamado Tiglat-pileser. Se nos dice que había conquistado a los israelitas del reino del norte y había llevado a muchos cautivos. Hace sólo una generación, los académicos nos decían -todavía tenemos sus libros en nuestras bibliotecas- que este rey nunca había existido y que el relato de la derrota de Israel por parte de Asiría lindaba con la mitología. En la actualidad, sin embargo, los arqueólogos han excavado la capital de Tiglat-pileser y conocemos su historia. Se han encontrado bloques de ladrillo con su nombre grabado que rezan: «Yo, Tiglat-Pileser, rey de las tierras al occidente, rey de la tierra, cuyo reino se extiende hasta el gran mar…» El lector puede encontrar relatos de sus batallas con Israel en el libro Ancient Near Eastern Texts Relating to The Old Testament de James B. Pritchard. Por ese mismo entonces, algunos académicos negaban que Moisés pudiera haber escrito los primeros cinco libros de la Biblia, alegando que la escritura aún no había sido inventada en sus días, un argumento que parecía irrefutable. Desde ese entonces, sin embargo, los arqueólogos han desenterrado miles de tabletas e inscripciones escritas cientos de años antes de Moisés y aun antes de Abraham. Se conocen, en realidad, seis diferentes idiomas anteriores al período de Moisés.
En tiempos recientes también podíamos encontrar muchos que negaban que los libros históricos del Nuevo Testamento hubiesen sido escritos lo suficientemente cerca en el tiempo a los acontecimientos que relatan para ser fiables. Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) en particular se fechaban tardíamente; y Juan, que parecía tener mucha influencia griega, se le ubicaba en el siglo segundo de la era cristiana, incluso algunos académicos lo llevaban hasta el siglo tercero. Con el tiempo, sin embargo, se descubrió en Egipto un papiro que obligó a los académicos a fechar el cuarto evangelio con anterioridad al año 125 d.C, y posiblemente con bastante anterioridad a esa fecha.
Los resultados de la erudición, en lugar de desacreditar la Biblia, cada vez más confirman sus afirmaciones. No son prueba de su infalibilidad -ni toda la información podría ser capaz de hacer eso-, pero sí contribuyen a la fiabilidad de la Biblia. No revelan nada que sea incompatible con las afirmaciones de las Escrituras.
La amplitud, sofisticación y diversidad de todas estas investigaciones bíblicas es asombrosa, pero plantea una interrogante: ¿ha convertido la Biblia en algo más creíble o menos creíble? Los que la leen de manera literal, que sienten que el suelo se les mueve cada vez que un versículo es cuestionado, dirán que la credibilidad ha sufrido un golpe. Se ha sembrado la duda, la fe corre peligro.
Pero los creyentes que esperan algo distinto de la Biblia, podrán bien concluir que su credibilidad ha sido fortalecida. Después de dos siglos de enfrentarse a las armas científicas más potentes, la Biblia ha sobrevivido -y posiblemente esté en una mejor posición después de haber sido sitiada-. Aun en el campo de los críticos -los hechos históricos- las Escrituras parecen ser más aceptables ahora que cuando los racionalistas comenzaron sus ataques.
El cristiano no debe sentir ningún temor de basarse en la Palabra de Dios, reconociéndole su autoridad del mismo modo que lo hizo el Señor Jesucristo. Podrá haber períodos en que las teorías críticas la contradigan. Los argumentos pueden parecer irrefutables, hasta tal extremo que si uno se enfrenta a ellos puede ser tildado de oscurantista. Los sabios de este mundo dirán: «Puedes creer eso si lo deseas, pero los resultados de la crítica científica nos enseñan otra cosa». Estas cosas ya han sucedido y seguirán sucediendo. Pero los cristianos que se basan en las Escrituras verán aun durante su vida cómo se desmoronan a los pies de los académicos los resultados que se decían irrefutables, y cómo las afirmaciones de la Biblia sustentadas por el Señor Jesucristo, las creencias históricas de la iglesia, prevalecen. Hace unos años el líder de la Iglesia Anglicana, el Obispo Ryle de Liverpool, escribió: «Prefiero la teoría verbal absoluta sobre la inspiración de la Biblia, con todas las dificultades que conlleva, antes que la duda. Acepto las dificultades, y humildemente espero que se diluciden. Pero mientras espero, estoy firme sobre la Roca».
—
Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice