En nuestro estudio sobre la doctrina cristiana hemos llegado a tres verdades fundamentales: primero, el conocimiento de Dios obra en nuestro beneficio; segundo, Dios ha revelado a todos algunas verdades sobre sí en la naturaleza; pero, tercero, las personas han rechazado esta revelación y han sustituido al Creador por dioses falsos. La conciencia del Dios verdadero la tenemos de forma exterior, en todo lo que vemos, y en forma interior, a través del proceso de nuestras mentes y nuestros corazones. Pero hemos negado nuestra conciencia de Dios, cambiando el conocimiento que tenemos en superstición. Como resultado, el mundo, a pesar de toda su sabiduría, no conoce a Dios y tampoco puede conocerse a sí mismo.
¿Qué se deberá hacer? Resulta obvio, después de lo que ya hemos dicho, que los hombres y las mujeres no pueden hacer nada por sí solos. Pero las buenas nuevas de la religión cristiana son que, aunque no podemos hacer nada, Dios ya ha hecho algo. Ha hecho lo que había que hacer. Se ha comunicado con nosotros. En otras palabras, además de la revelación general pero limitada de la naturaleza, Dios ha provisto una revelación especial con el propósito de conducir a los que no conocían a Dios, y no querían conocer a Dios, a un conocimiento salvador. Esta revelación especial tiene tres etapas. Primero, existe la revelación en la historia. Ésta se centra en la obra del Señor Jesucristo. Él murió tomando el lugar de los pecadores y resucitó como prueba de su justificación divina. Segundo, existe una revelación escrita. Ésta es la Biblia. Dios ha provisto un registro interpretativo de lo que Él hizo por nuestra redención. Finalmente, existe la aplicación práctica de estas verdades en la mente y el corazón del individuo por obra del Espíritu Santo. Como resultado de esto, la persona nace de nuevo, recibe al Señor Jesucristo como su Salvador, y puede seguirle fielmente hasta el final de su vida.
Resulta evidente, sin embargo, la importancia crítica de la Biblia en esta revelación especial en tres etapas. Sólo en la Biblia podemos aprender sobre la redención divina de los pecadores; a través de la Biblia el Espíritu habla a los individuos. Por lo tanto, como dice Calvino, «Nuestra sabiduría debería consistir únicamente en abrazar con humildad, y sin encontrarles ninguna falta, las enseñanzas de las Sagradas Escrituras.»
Sin las Escrituras nuestra sabiduría es imaginaria y se convierte en necedad. Con las Escrituras, y bajo la guía del Espíritu Santo podemos aprender quien es Dios, lo que ha hecho por nosotros, y cómo podemos responderle y vivir nuestras vidas en comunión con Él.
Dios ha hablado:
La importancia de la Biblia radica en que es la Palabra de Dios escrita. Y la primera razón para creer que la Biblia es esto se encuentra en las propias enseñanzas bíblicas sobre la Biblia. Es allí donde todas las personas y en especial los cristianos deberían comenzar. Muchos apelan a las Escrituras para defender doctrinas básicas: la doctrina de Dios, la deidad de Cristo, la expiación, la resurrección, la naturaleza de la iglesia, la obra del Espíritu Santo, el juicio final y muchos otros puntos teológicos. Y está bien que así lo hagan. Pero si la Biblia tiene autoridad y exactitud en estos temas no existe ningún motivo por el cual no tendría autoridad y precisión cuando habla sobre sí misma.
Si encaramos el tema de esta manera, el primer versículo que estudiaremos será 2ª de Timoteo 3:16. Aquí el Nuevo Testamento se refiere al Antiguo Testamento y señala que «toda Escritura es inspirada por Dios». La frase en inglés «es inspirada por» (RSV) o «es dada por inspiración de» (KJV) es una traducción de una sola palabra griega. Esta palabra, como lo señalaron B. B. Warfield en los albores del siglo XX, «claramente no significa ‘inspirada de Dios’. La frase en inglés proviene de la Vulgata Latina (divinitus inspirata) que fue traducida por Wycliffe («Toda Escritura de Dios inspirada es…») y en otras versiones inglesas antiguas. Pero la palabra griega no significa «inspirada». Literalmente significa «exhalada por Dios». Esta palabra nunca ha sido correctamente traducida por ninguna versión en inglés hasta la publicación en 1973 de la New International Versión: New Testament.
El término griego theopneustos combina la palabra «Dios» (theos) y la palabra «aliento» o «espíritu» (pneustos). En español la palabra Dios la encontramos en los términos teología, teofanía, monoteísmo, ateísmo, y en nombres como Dorotea, Teodoro y otros. Pneuma se preserva en las palabras neumático y neumonía. Juntas, estas palabras nos enseñan que las Escrituras son el resultado directo de la exhalación de Dios.
Warfield escribe:
El término griego […] nada nos dice sobre inspirar o sobre inspiración: habla sólo sobre «spirar» o «spiración». Lo que nos dice de las Escrituras no es que «Dios ha exhalado en ellas» o que son producto de un «soplo» divino en los autores humanos, sino que han sido exhaladas por Dios. Cuando Pablo afirma, entonces, que «toda Escritura» o «todas las Escrituras» son producto del aliento divino, «son exhaladas por Dios», está afirmando con toda la fuerza posible que las Escrituras son producto de una operación específicamente divina.
Algunas cosas registradas en la Biblia son, por supuesto, sólo las palabras de hombres débiles y errados. Pero cuando ese es el caso, las palabras son identificadas como tales, y la enseñanza divina en esos pasajes es tal que esos puntos de vista son evidentemente débiles y errados. Para dar un ejemplo extremo, en los capítulos iniciales del libro de Job leemos: «Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida» (Job 2:4). Pero esto no es cierto, al menos no en todos los casos. ¿Cómo podemos explicarlo? Si leemos el capítulo con detenimiento veremos que estas palabras fueron dichas por el diablo, quien es descrito en otras ocasiones como el padre de mentira (Jn. 8:44). De manera similar, en el resto del libro nos encontramos con largos capítulos repletos con el consejo en vano y a veces equivocado de los amigos de Job. Pero sus palabras no son toda la verdad, y de pronto Dios irrumpe en este desatino para preguntar: «¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?» (Job 38:2). Aquí Dios específicamente expone las opiniones falsas de los consejeros de Job.
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Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice