Existe algo de controversia sobre si la justificación es utilizada en las Escrituras como un término legal. Sin embargo, hay varios motivos para pensar que esto es así.
1. El Antiguo Testamento habla con firmeza de Dios como siendo un Dios de la ley. Para la mentalidad hebrea esto ya estaba diferenciándolo de los dioses de las naciones vecinas. Además, como era un Dios Legislador, también era un Dios de juicio porque, en un universo gobernado por un Dios moral y Soberano, el mal debe ser castigado. Abraham articuló este enfoque cuando Dios le avisó sobre la destrucción inminente de Sodoma: «El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Gn. 18:25). Aquí, en los inicios de la historia de Israel, Dios es designado con el término “poderoso de juez”. Estos pensamientos son desarrollados en escritos posteriores. «Jehová está en pie para litigar, y está para juzgar a los pueblos. Jehová vendrá a juicio contra los ancianos de su pueblo y contra sus príncipes» (Is. 3:13-14). «Pero Jehová permanecerá para siempre; ha dispuesto su trono para juicio. El juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud» (Sal. 9:7-8).
Varias veces la justificación está vinculada con el juicio. «Y no entres enjuicio con tu siervo; porque no se justificará delante de ti ningún ser humano» (Sal. 143:2). «Cercano está de mí el que me salva [justifica], ¿Quién contenderá conmigo?» (Is. 50:8). La misma idea está presente con referencia al juicio humano en Deuteronomio 25:1, «Si hubiere pleito entre algunos, y acudieren al tribunal para que los jueces los juzguen, éstos absolverán [justificarán] al justo, y condenarán al culpable».
La justificación se contrasta con la condenación. «El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación a Jehová» (Pr. 17:15). Del mismo modo que la condenación no significa convertir a nadie en malvado, la justificación tampoco puede significar convertir a alguien en justo. Ambos términos se refieren más bien a una declaración o decreto oficial.
Existen varios pasajes donde la palabra justificar es utilizada con referencia a Dios siendo justificado. Por ejemplo, en Romanos 3:4, Pablo cita el Salmo 51:4 cuando dice: «Antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado». Pablo no quiere decir que Dios sería hecho justo, porque Dios es y siempre ha sido justo. Lo que está queriendo decir es que, en un proceso judicial, las palabras de Dios mostrarían que Él es justo. Hay versículos similares en Lucas 7:29 y 1 Timoteo 3:16.
También nos encontramos con pasajes donde se nos dice que las personas se justifican a sí mismas. Esto podría querer decir que se hacen mejores por sí mismas, pero el contexto no permite esta lectura. En Lucas 16:15 Jesús dice: «Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones». Y en Lucas 10:29 leemos sobre un joven abogado: «Pero él, queriendo justificarse a sí mismo…». Quería demostrar que su conducta era la correcta.
Sería demasiado rebuscado decir que todos estos pasajes claramente se refieren a una escena dentro de un tribunal de justicia, pero algunos de ellos evidentemente lo hacen, y los demás usan la palabra de una manera que siempre está en línea con esta asociación metafórica. La idea de un juicio siempre está presente, como también lo está la de un veredicto favorable en ese juicio. León Morris ha escrito: «No hay ninguna diferencia con el empleo de verbos tales como «juzgar», o «absolver», los cuales pueden ser utilizados en relación con temas totalmente distanciados de las cortes de justicia, pero que sin embargo derivan de la práctica legal y retienen la connotación y parte de su significado legal aún cuando son utilizados en otro contexto. Lo mismo sucede con dikaioó [justificar]. Puede ser utilizado, y de hecho es utilizado, con relación a temas donde no hay una sentencia formal en una corte de justicia; pero esto no modifica el hecho de que el verbo es esencialmente legal en el uso bíblico, y que denota básicamente una sentencia de absolución».
El juicio de Dios es siempre de acuerdo con la verdad y la equidad. Nosotros somos impíos. ¿Cómo puede Dios justificarnos? Si declaráramos inocente a una persona que es culpable, nuestra acción sería una afrenta delante de Dios y de los hombres. Sin embargo, esto es lo que Dios hace. ¿Cómo puede hacerlo?
La doctrina cristiana, expresada en su fórmula más estricta, es la justificación por la fe, y no simplemente la justificación. La justificación, por sí sola, significa declarar a alguien justo, como ya lo hemos señalado. Pero la justificación por la fe es Dios declarando a los creyentes justos no sobre la base de sus propias obras sino sobre la base del sacrificio de Cristo. Dios declara que ha aceptado el sacrificio de Cristo en pago de nuestra deuda frente a la justicia divina, y en lugar del pecado nos imputa la justicia de Cristo.
Este es el argumento que luego Pablo desarrolla en la segunda mitad de Romanos 3:21-26. «Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús».
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Extracto del libro “Fundamentos de la fe cristiana” de James Montgomery Boice