Como vimos, Jesucristo mismo profetizó antes de irse que esto sucedería y esta enseñanza se encuentra por todo el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo dice, por ejemplo, ‘A vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él.’ De modo que, cuando el cristiano es perseguido, encuentra esta segunda prueba del hecho de que es de verdad hijo de Dios. Ha dejado sentado qué es y quién es, y se alegra por ello.
La segunda causa de la alegría y el gozo es, desde luego, que esta persecución también prueba a donde vamos. ‘Gozaos y alegraos.’ ¿Por que? ‘Porque vuestro galardón es grande en los cielos.’ Este es uno de estos grandes principios básicos que se encuentran a lo largo de la Biblia. Es esta consideración del fin, del destino último. Si les sucede esto, dice Cristo de hecho, no es más que la señal indiscutible del hecho de que están destinados para los cielos. Significa que llevan una etiqueta; significa que su destino último está fijado. Con su persecución el mundo les dice que no le pertenecen a él, que son personas aparte; pertenecen a otro reino, con lo que demuestran el hecho de que van al cielo. Y esto, según Cristo, es algo que siempre nos hace gozarnos y alegrarnos. De ahí emana otra gran prueba de la autenticidad de la vida y profesión cristianas. Como ya he indicado, lo que nos preguntamos es si eso hace alegrarnos o no, si esta prueba, que el mundo nos da, de que vamos al cielo y hacia Dios, es algo que nos llena verdaderamente de esta sensación de expectación gozosa. En otras palabras, ¿Creen ustedes en que la causa del gozo y alegría debería ser el estar conscientes de la recompensa que nos aguarda? ‘Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos.’
Digámoslo de otro modo. Según este argumento, todo lo que me sucede debería verlo desde un punto de vista basado en estas tres cosas: darme cuenta de quien soy, conciencia de a dónde voy, y conocimiento de lo que me espera cuando llegue allá.
Este argumento se encuentra en muchos pasajes de la Escritura. El apóstol Pablo una vez lo expresó así, ‘Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas’ (2Co. 4:17,18). El cristiano siempre debería considerar esto.
Examinemos ciertas objeciones. Algunos quizá pregunten, ¿Es adecuado que el cristiano piense en esta idea de recompensa? ¿Debería dirigir los motivos del cristiano ese pensamiento referente a la recompensa que le espera en el cielo? Ustedes saben que hubo la tendencia, sobre todo a comienzos de este siglo (ahora ya no se suele oír tanto), a decir, ‘No me gustan estas ideas de buscar recompensa y de temer el castigo.
Creo que habría que vivir la vida cristiana por sí misma.’ Esas personas dicen que no se interesan por el cielo ni el infierno; lo que les interesa es esa vida maravillosa del cristianismo. Recordarán que solían contar la historia de una mujer de un país oriental a la que se veía con un cubo de agua en una mano y un cubo de combustible con brasas ardiendo en la otra. Alguien le preguntó qué iba a hacer, y contestó que iba a apagar el fuego del infierno con uno y a incendiar el cielo con el otro. Esta idea, de que uno no se interesa ni por castigos ni por recompensas, sino que hay que ser buenos, sin motivos ulteriores, que hay que disfrutar del gozo puro de la vida cristiana, atrae a muchos.
Ahora, estas personas se consideran cristianos excepcionales. Pero les contestamos que su actitud no es bíblica, y toda enseñanza que no se basa en la Biblia es errónea, por muy atractiva que sea. Todo lo que se enseña hay que someterlo a la prueba de la Escritura; y en este caso la hallamos en este versículo — ‘Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos.’ ¿No nos dice acaso el autor de Hebreos, como ya se lo he recordado, que Cristo sufrió la cruz y menospreció el oprobio ‘por el gozo puesto delante de él’? Soportó tanto por tener los ojos puestos en lo que le aguardaba.
Lo mismo encontramos en muchos otros pasajes. El apóstol Pablo dice en 1 Corintios 3 que lo que dirigió toda su vida, y sobre todo su ministerio, fue el hecho de que en el día venidero la obra del hombre ‘el fuego la probará.’ ‘Tengo mucho cuidado de edificar en este único fundamento,’ dice, de hecho; ‘ya sea que edifique con madera, heno, hojarasca, o metales preciosos. Llegará el día que lo revele. La obra del hombre será juzgada y todo hombre recibirá recompensa según la misma’ (vea 1 Corintios 3:10-15).
La recompensa fue muy importante en la vida de este hombre. Y en 2 Corintios 5 escribe, ‘Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres’ (2Corintios 5:10,11). Y cuando, en la segunda Carta a Timoteo, pasa revista a su vida, piensa en la corona que le espera, esa corona maravillosa que el Señor va a poner en sus sienes. Esta es la enseñanza bíblica. Gracias a Dios por ella. Esto se escribió para estímulo nuestro. El evangelio no es impersonal ni inhumano. Toda esta idea de la recompensa se encuentra en él, y tenemos que pensar en estas cosas, meditar en ellas.
Tengamos cuidado de no crear una filosofía idealista y ponerla en el lugar de la Biblia y de su enseñanza.
Extracto del libro: El sermón dle monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones