​De especial importancia en la teoría económica de Calvino es la doctrina del derecho a la propiedad privada. Puesto que este derecho está claramente enseñado y salvaguardado en la Biblia, específicamente en los Diez Mandamientos y en las enseñanzas de Cristo, ocupa un lugar de peculiar importancia en el pensamiento económico de Calvino. Robar la propiedad de otro es pecaminoso, y si es hecho por el Estado bajo la acción de una disposición legal, no lo es menos.

  La toma de la propiedad por voluntad de una mayoría democrática no es justa y no deja por eso de ser una violación de los mandamientos de Dios. Así, cualquier forma de comunismo o de socialismo es totalmente aborrecible para el calvinismo, ya que representa intentos por parte del Estado de interferirse con aquellos deberes que el hombre sólo debe a Dios. El Estado actúa para hacer que sus ciudadanos sean mayordomos y rindan la obligación que todos los hombres deben a su Creador. ….El calvinismo es el más grande enemigo del socialismo, ya que considera sus planes sociales como totalmente opuestos al orden económico preconizado en la Escritura para la sociedad humana. Está generalmente reconocido que muchos de los abogados del socialismo y del comunismo son declarados enemigos del calvinismo, y con inusitada frecuencia yace en el centro de su radicalismo social y económico un desprecio de la soberanía de Dios y de la autoridad de la Sagrada Escritura. Su rebelión teológica ha sido el vestíbulo de su rechazo del orden social establecido.
No está dentro de la extensión de este capítulo el entrar en un detallado estudio de la controversia surgida entre Max Weber, R. H. Tawney y sus discípulos en su cargo de que el calvinismo era directamente responsable del resurgimiento del capitalismo moderno. Esto ha sido bien tratado por Albert Hyma y otros, y el calvinismo bien defendido de los cargos esgrimidos contra él. Pero vienen a cuento ciertas observaciones.

En primer lugar, el capitalismo moderno ya había aparecido en Europa Occidental incluso antes del Renacimiento y su desarrollo ya estaba en curso y bien atrincherado en muchas partes de Europa cuando el calvinismo obtuvo una posición de influencia. En su forma original, el cargo de que Calvino es el fundador del moderno capitalismo es una seria distorsión y perversión de los hechos de la historia y difícilmente puede ser considerada como producto de una investigación histórica seria. Por el contrario, Calvino puso en evidencia ciertas fuerzas que favorecían el resurgir del capitalismo. Es preciso recordar que la usura —la percepción de exagerados intereses en los préstamos— se había desarrollado bajo la iglesia de Roma.

Es cierto, sin embargo, que Calvino se opuso a la idea aristotélica de que el dinero es estéril y a la insistencia medieval de que las Escrituras prohíben la percepción de intereses en los préstamos. Calvino adoptó la posición de que el cargar intereses era permitido por la Escritura y puso de relieve el moderno concepto de la usura como injusto cargo de la tarifa de intereses. No obstante, Calvino también puso ciertas restricciones sobre tales actividades que son completamente extrañas a la teoría corriente. En primer lugar, sostuvo que no debe tomarse ningún interés de los pobres, que el acreedor debería compartir con el deudor los beneficios de los préstamos y que en todas las ocasiones él deseo de ganancia personal tenía que estar supeditado al amor cristiano. Parece que favoreció la tasa del cinco por ciento para el dinero prestado, pero bajo especiales condiciones; tasas tales como el ocho por ciento no debían ser consideradas tampoco como fuera de orden en casos especiales. Tanto Tawney como Weber fallaron en comprender el calvinismo y sus implicaciones éticas, y sus conclusiones reflejan su falta del conocimiento de los escritos de Calvino.

Si la doctrina del derecho a la pertenencia privada de la propiedad es básica en el pensamiento económico de Calvino, de no menos importancia es su insistencia de que este derecho no es un fin en sí mismo y va inseparablemente unido a consideraciones morales, tanto en la forma en que es adquirido como en el uso que se hace de él. Los propios comentarios de Calvino y la legislación económica de Ginebra indican que él creía que el Estado tenía un derecho a regular la propiedad privada cuando «entraba en juego el interés público». De esta forma, el consistorio tenía derecho a vigilar a los comerciantes en sus almacenes y a los artesanos en sus negocios. El Estado sometido a Dios también podía regular la actividad económica. El monopolio y el acaparamiento del mercado en productos esenciales son una falta y pueden ser prohibidos por la ley. En su legislación económica el Estado tiene que ser dirigido y controlado por la ley moral; tiene que ser la medida de toda actividad económica y la fuente de toda justicia económica.
Igualmente extraño a Calvino fueron las modernas concepciones del compartir la riqueza y la igualdad de posesión de los bienes de este mundo de un modo coercitivo y general. Para Calvino, la persecución de ganancia económica y la adquisición de riqueza es siempre legítima; pero el hombre rico es responsable de sus bienes ante Dios.

Todos los ricos, cuando tengan propiedades que puedan estar al servicio de los demás, son solamente mayordomos u oficiales de Dios, para hacer lo que les parezca oportuno para ayudar a su prójimo. Aquellos a quienes Dios ha dado mucho grano y vino tienen que ofrecer parte de esos bienes a aquellos que tienen necesidad de los mismos… Dios ordena que aquellos que tengan abundancia de posesiones tengan siempre sus manos abiertas para ayudar a los pobres… Pero estos últimos tienen que ser pacientes, y no tienen derecho a hacer una sustracción de la riqueza de otros incluso aunque el gobierno ande remiso en castigarles… Si los ricos no cumplen con su deber, ellos tendrán que dar cuenta de sus injustas acciones ante el Juez celestial… Dios ha distribuido los bienes de este mundo como lo ha creído conveniente, e incluso la más rica de las personas, no importa cuan mala pueda ser, no deberá ser robada de sus posesiones por aquellos que están en directa necesidad (Opera, XXVIII, CR, LVI, 199, 200).

La pobreza y la prosperidad son ambas de Dios, quien distribuye los bienes de este mundo como El lo cree conveniente, y Sus procedimientos no son para ser discutidos por los hombres pecadores. La riqueza en sí misma no es un mal, ya que es de Dios, y el pobre se rebela contra Dios cuando se rebela contra Su voluntad en esta materia.

En general, podemos concluir que Calvino enseñó un capitalismo bíblico, muy distinto de la teoría del capitalismo generalmente asociada con Adán Smith y la filosofía del laissez faire. Su norma fue la ley de la Biblia más bien que la ley de la Naturaleza y sus salvaguardas morales no fueron las provistas por la inherente bondad del hombre, ni pretendió, como Adán Smith, que el hombre, al buscar su propia ganancia, trabaja, naturalmente, por el bien común. La básica diferencia entre el capitalismo de Calvino y el de Adán Smith no puede ser encontrada en las instituciones y prácticas que comprende el moderno capitalismo y la libre empresa, sino en los fundamentos teológicos y filosóficos de sus respectivos sistemas. El primero tiene una orientación bíblica, mientras que el último mira a la Ley natural con la filosofía del siglo xviii y sus presunciones racionalistas respecto a la naturaleza del hombre y el pecado. El capitalismo moderno refleja mucho más la influencia de Adán Smith que la teología de Juan Calvino. El calvinismo proporciona el solo seguro fundamento para una concepción bíblica del papel y significado de la libre empresa. Los conceptos secularizados del tiempo presente aportan sólo una débil semblanza con la teoría bíblico-económica del calvinismo y su énfasis sobre la fiel representación del hombre como mayordomo de Dios en lo que se refiere a sus posesiones terrenales. En un retorno a esta concepción calvinista radica la defensa más grande posible del sistema de la libre empresa.

Calvino dejó a la iglesia y al hombre moderno una rica herencia de teorías sociales y económicas que son bíblicas en su origen, su naturaleza y su perspectiva y que ofrecen la esperanza de una satisfactoria solución a los muchos problemas que acosan a la sociedad moderna. Son esencialmente morales en su naturaleza y pueden ser sólo resueltos, a su vez, por una filosofía social y económica que sea profundamente moral. La respuesta de Calvino es tan contemporánea como lo son los problemas que tienen que ser contestados.

​CALVINO  COMO  HOMBRE  DE  ESTADO  EN LO  ECONÓMICO  Y  EN  LO  SOCIAL por C. GEEGG SINGER

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