Cuando el Dispensacionalismo es fuertemente presionado, se esfuerza por escabullirse del dilema diciendo que, aunque toda la Escritura sea para nosotros, gran parte de ella no está dirigida a nosotros. Pero en realidad, esta es una distinción sin diferencia alguna. En su exposición de Hebreos 3:7-11, Owen correctamente señala que, cuando cita del Antiguo Testamento, el Apóstol comienza con “como dice el Espíritu Santo” (no es como “dijo”, sino como “dice” ), y enfatiza:
“Todo lo que fue dado por la inspiración del Espíritu Santo y está registrado en las Escrituras para el uso de la Iglesia, Él lo estableció a fin de hablarnos a nosotros en estos días. Tal como Él vive para siempre, continúa hablando por siempre; esto es, mientras Su voz o Palabra sea útil para la Iglesia, Él nos habla ahora… Muchos hombres han ideado varias formas de menoscabar la autoridad de las Escrituras, y pocos están dispuestos a reconocer una exhortación directa de Dios para sí en ellas.”
A este mismo efecto escribió aquel competente comentarista Thomas Scott: “Debido a las inmensas ventajas de la perseverancia, y las tremendas consecuencias de la apostasía, debemos considerar (entender) las palabras del Espíritu Santo como dirigidas a nosotros.”
La afirmación de que “aunque toda la Escritura sea para nosotros, no toda ella está destinada a nosotros” no es tan solamente insensata, sino también impertinente e insolente, por cuanto no hay absolutamente nada en la Palabra de Verdad para respaldar y corroborar tal cosa. En ninguna parte el Espíritu ha dado la más mínima advertencia de que tal o cual pasaje “no es para los cristianos,” ni mucho menos de que libros enteros pertenezcan a algún otro. Además, tal principio es manifiestamente deshonesto. ¿Qué derecho tengo yo de hacer uso alguno de aquello que es propiedad de otro? ¿Qué pensaría mi vecino si yo tomara las cartas que estaban destinadas a él y le discuto que fueron escritas para mí? Aún más, se encuentra que tal teoría, cuando es puesta a prueba, resulta ser inútil. Por ejemplo, ¿a quien está dirigido el libro de Proverbios, o en tal caso, la Primera Epístola de Juan? Personalmente, este escritor, después de haber perdido mucho tiempo en escudriñar veintenas de libros que pretendían “dividir correctamente la Palabra”, sigue considerando a toda la Escritura como una revelación de gracia a él y para él, como si no hubiese ninguna otra persona sobre la tierra, consciente de que no puede permitirse dispensar porción alguna de ella – y él lo siente mucho por aquellos que carecen de esa fe. Concerniente a esta conexión es esta advertencia, “Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas [corrompidas] de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo.” (2 Corintios 11:3).
¿Muchos pasajes del Antiguo Testamento no se aplican?
¿Pero no son muchos los pasajes en el Antiguo Testamento que no tienen relación directa con la Iglesia hoy día? ¡Ciertamente no! En vista de I Corintios 10:11 – “estas cosas les acontecieron como ejemplo [tipos], y están escritas para amonestarnos a nosotros” – Owen observa: “Los ejemplos del Antiguo Testamento son las instrucciones del Nuevo.” Mediante sus historias se nos enseña qué debemos evitar y qué debemos imitar. Esta es la razón principal por la cual fueron escritas; para que aquello que estorbaba o animaba a los santos del A.T fuese redactado para nuestro beneficio.
Pero, más específicamente, ¿no están los cristianos desautorizados para atribuirse (aplicarse) para sí muchas promesas dadas a Israel según la carne durante la dispensación (economía) Mosaica, y de esperar el cumplimiento de ellas en ellos mismos? Absolutamente no, porque si así fuera el caso, entonces sería verdad que “las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4). ¿Qué “consolación” puedo obtener de aquellas secciones de la Palabra de Dios que según esta gente dice “no me pertenecen”? ¿Qué “esperanza” posible podría ser hoy inspirada en los cristianos por algo que no pertenece sino a los Judíos? Cristo vino aquí, lector mío, no a cancelar, sino “a confirmar las promesas hechas a los padres y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia” (Romanos 15:89).
Aplicaciones Neo-testamentarias de pasajes del Antiguo Testamento
Debe ser también tenido en mente, en consonancia con el carácter del pacto bajo el cual fueron establecidos, muchos de los preceptos y de las promesas dadas a los patriarcas y a sus descendencias poseen una importancia y un valor espiritual y típico (de “tipos”), como así también uno carnal y literal. Como un ejemplo del primero, tomemos Deuteronomio 25:4, “No pondrás bozal al buey cuando trillare,” y entonces observa la aplicación hecha de esas mismas palabras en I Corintios 9-10: “Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto.” La palabra “enteramente” es probable que sea demasiado fuerte aquí, por cuanto –pántos- es traducida como “ciertamente” en Hechos 28:4, y “sin duda” en Lucas 4:23, y en el texto significa “ciertamente [seguramente]” (revisión Americana) o “principalmente para nosotros.”
Deuteronomio 25:4 fue escrito para enfatizar el principio de que el trabajo debería tener su galardón, de modo que los hombres puedan trabajar con ánimo. El precepto determina igualdad y semejanza: si es así con las bestias, mucho más entonces para con los hombres, y especialmente para los ministros del evangelio. Es una ilustración contundente de la libertad con la que el Espíritu de gracia aplica las Escrituras del Antiguo Testamento, como una parte constituyente de la Palabra de Cristo, a los cristianos y sus preocupaciones.
Lo que es verdad (lo que puede decirse) de los preceptos del A.T (generalmente hablando, por cuanto existen excepciones para cada regla), se mantiene igualmente con las promesas del A.T. – los creyentes de hoy poseen plena garantía en mezclar la fe con ellas, esperando recibir la sustancia de la mismas.
Primero, porque aquellas promesas fueron hechas a los santos como tales, y lo que Dios le da a uno se los da a todos (II Pedro 1:4) – Cristo adquirió esas mismas bendiciones para cada uno de Sus redimidos.
Segundo, porque la mayoría de las promesas del A.T eran típicas (tipificaciones) en su esencia (naturaleza); las bendiciones terrenas prefiguraban a las celestiales. Esto no es una afirmación arbitraria de nuestra parte, porque cualquiera que haya sido enseñado por Dios sabe que todas las cosas durante las economías antiguas tenían un sentido figurado, siendo sombra de las cosas superiores que estaban por venir. Muchas pruebas de esto serán dadas un poco más adelante.
Tercero, no se debe excluir un cumplimiento literal de aquellas promesas en [a] nosotros, porque mientras permanezcamos en esta tierra y en el cuerpo, nuestras necesidades temporales son las mismas que las de ellos, y si reunimos las condiciones asociadas a esas promesas (ya sean explicitas o implícitas), entonces podemos contar con el cumplimiento de ellas – conforme a nuestra fe y obediencia, así será con nosotros.
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Extracto del libro: “La aplicación de las Escrituras”, de A.W. Pink