​La providencia trae cambios a la vida de muchas personas en todas partes del mundo. “El multiplica las naciones, y Él las destruye; esparce a las naciones, y las vuelve a reunir.” (Job 12:23) Muchos han sido como Noemí cuya condición fue cambiada tan sorprendentemente, que el pueblo de Belén dijo: “¿No es esta Noemí?” (Ruth 1:19) Tal como el calor y el frío ponen a prueba la fuerza de nuestros cuerpos, así los cambios efectuados en nuestra vida por la providencia ponen a prueba la fuerza de la gracia de Dios en nuestros corazones.

¿Cómo podemos permanecer quietos y calmados en espíritu cuando la providencia trae muchos cambios en nuestra vida?

Ezequías fue un hombre bueno, pero su debilidad fue mostrada cuando la providencia le trajo el dolor y la enfermedad. (Isa. 38) El espíritu de David no fue siempre quieto y calmado cuando el peligro le acechaba. El nos dice: “Y dije yo en mi prosperidad: No seré jamás conmovido… escondiste tu rostro y fui turbado.” (Sal.30:6-7) Pablo fue verdaderamente rico en la gracia cuando dijo: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.” (Fil.4:12) Consideremos ahora como podemos mantener un alto grado de paz en nuestro corazón y mente en toda circunstancia.

1. Cuando nuestras circunstancias son confortables, recordemos siempre cuán inestables son todas las cosas. Las cosas en las cuales usted te glorías hoy te pueden ser quitadas mañana. “¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volverán al cielo.” (Prov.23:5) Ezequías se gloriaba de sus tesoros y el profeta le tuvo que decir que dentro de un corto periodo de tiempo perdería todos ellos. (Isa.39:2-7) No sabes lo malo que es tu corazón hasta que alguna providencia parecida a ésta te hace ver cuán poco amas a Dios y cuánto amas todavía las cosas de este mundo. Cuándo eras más pobre de lo que eres ahora ¿No conocías más y amabas más a tu Dios?

2. Cuando todas las cosas parecen estar en nuestra contra, entonces podemos ir a otro extremo y necesitamos ayuda para mantener quietos nuestros corazones. Las providencias que acarrean problemas y tristezas son de mucho beneficio para el pueblo de Dios. De hecho, el pueblo de Dios no puede vivir espiritualmente sin ellas. Si no tiene problemas, el mejor cristiano pronto encuentra un triste retroceso y debilitamiento de la vida de Dios en su alma. Pero nada puede separar al pueblo de Dios en Cristo. “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia…?” (Rom.8:35) Job encontró que esto es cierto. (Job 19:25) El día más largo de aflicción tiene su final, y aún si miles de aflicciones le son destinadas, llegarán por fin a su término. Como Pablo dice: “2Co 4:17  Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria;

3. Cuando todas las cosas parecen inciertas y no sabemos por qué camino la providencia de Dios está obrando, debemos pensar cuán inútil es llenarnos de preocupación y ansiedad en tales momentos. “Mas ¿quien de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (Mat.6:27) La ansiedad solo desanimará nuestros espíritus y perderemos nuestra paz. No podemos cambiar cosa alguna en nuestras circunstancias. Por otra parte, evitaremos muchos problemas y dolores esperando reposadamente hasta que veamos como la providencia está obrando los propósitos de Dios en nuestra vida. También debemos descansar nuestras mentes en la fidelidad de Dios. Tenemos la divina autoridad de su Palabra, de que El está comprometido a hacer que todo lo que concierne a nosotros termine en la felicidad. No solamente nuestra salvación eterna, sino también nuestros intereses en esta vida están completamente seguros en sus manos. Por lo tanto, esté quieto en la certidumbre del feliz resultado de las dificultades actuales. “Encomienda (el hebreo significa echar encima) a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados.” (Prov.16:3) Finalmente,

¿Cómo puede el creyente conformarse a la voluntad de Dios cuando ve que grandes problemas y tristezas se ciernen sobre él?
No importa cuán difícil nos parezca, podemos hacer esto por medio de Cristo quien nos fortalece. (Fil.4:13) Pero sin Él nada podemos hacer. (Jn.15:5) No dice: “Sin mí puedes hacer muy poco”, sino “sin mí nada podéis hacer”. Pudiera ser que la enfermedad en nosotros o en nuestra familia se vuelva cada vez peor, y temamos que pueda terminar en la muerte; o pudiéramos estar alarmados ante la posibilidad de guerra o la pérdida de todas nuestras comodidades. Estamos dispuestos a decir como la viuda dijo a Elías: “¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo?” (1 Rey.17:18) Entonces Satanás se aprovecha de nuestro corazón pecaminoso y hace que nuestros pensamientos sean perturbados añadiendo sus propias sugerencias; y no podemos discernir cuáles pensamientos son los nuestros y cuáles son los de él.

Nuestra alma se debilita como un hombre que se desvela toda la noche pensando en el difícil viaje del día siguiente, y al día siguiente desmaya a la mitad del camino porque no descansó la noche anterior.  La gran preocupación del creyente debería ser la de aceptar la voluntad de Dios y encomendar el resultado a Él. De esta forma, David dijo a Sadoc el sacerdote: “Vuelva el arca de Dios a la ciudad. Si yo hallara gracia ante los ojos de Jehová, El hará que vuelva, y me dejará verla y a su tabernáculo. Y si dijere: No me complazco en ti; aquí estoy, haga de mí lo que bien le pareciere.” (2 Sam.15:25-26) Esta es una actitud hermosa y verdaderamente espiritual. Pero el rendir nuestras voluntades a Dios es difícil. Estaríamos seguros de paz, si solo pudiéramos conducir nuestros corazones a esto. Nos ayudarán a hacerlo, con la ayuda de Dios las siguientes sugerencias:

1. Trata de conseguir un profundo y firme sentido de la gran sabiduría de Dios y de tu propia necedad e ignorancia. “Su entendimiento es infinito.” (Sal.147:5) “Oh Jehová, muy profundos son tus pensamientos.” (Sal.92:5) ¡Cuán frecuentemente hemos sido forzados a decir que nuestra opinión estaba equivocada y que hemos cometido errores! A menudo somos guiados por otras personas quienes son más sabios y capaces que nosotros tales como doctores y abogados. Cuánto más deberíamos rendir nuestro humano razonamiento y nuestro pequeño entendimiento al gran Omnisciente y todo Sabio Dios. No es más que nuestro orgullo lo que hace que resulte difícil hacer esto.

2. Considera cuidadosamente la pecaminosidad de traer problemas a tí mismo con pensamientos de ansiedad, como si existiera alguna duda respecto a si la providencia te haría bien. Estos pensamientos son el resultado del orgullo y la incredulidad, y son inútiles para beneficiarnos en manera alguna. No podemos hacer desistir a Dios de sus propósitos; no deberíamos dudar de su bondad.

3. Mira los ejemplos que hay en la Escritura de aquellos que se rindieron a sí mismos a la voluntad de Dios mucho más de lo que tu lo has hecho. Cuando Dios llamó a Abraham para salir de su país hacia un futuro desconocido, obedeció de inmediato. Pablo sabía que cuando fuera a Jerusalén estaría en gran peligro de prisión y muerte, pero él y los creyentes que él dejaba atrás pudieron decir: “Hágase la voluntad del Señor.” (Hech. 21:14) Aún mucho más grande es el ejemplo de nuestro amado Señor Jesús. Cuando el Padre le dio la copa de sufrimiento en sus manos en el jardín de Getsemaní, una copa de la gran y terrible ira de Dios, su gran tristeza le hizo clamar: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para Ti; aparta de mí esta copa.” No obstante, sometiéndose a la voluntad del Padre dijo: “mas no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú.” (Mar.14:36) ¿Cuál es tu situación en comparación con la de El?

4. Piensa en las ventajas especiales de una voluntad conformada a la voluntad de Dios. Hay un profundo contentamiento, un tipo de “sábado” o sentido de reposo en el espíritu del hombre quien acepta plenamente la voluntad de Dios para su vida. Lutero dijo a alguien que fue grandemente conturbado en su espíritu: “El Señor hará todo para ti, y tu no harás más que reposar en Cristo”. Es por este medio que el Señor “a su amado dará el sueño.” (Sal.127:2) Aunque los creyentes viven en medio de muchos problemas, no obstante con mentes reposadas se guardan a sí mismos en el silencio de la fe como si estuvieran dormidos. Esta actitud de sumisión a Dios hace al espíritu del hombre apto para la comunión con Dios, y acerca más las bendiciones. Entonces, ¡no más remordimientos, quejas y argumentaciones! Póstrate quietamente a los pies de tu Padre, y di en toda circunstancia y tiempo: “sea hecha la voluntad de Dios”.

Extracto del libro: el misterio de la Providencia, de John Flavel 

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