Los temerosos de Dios eran gentiles convertidos al judaísmo que habían abrazado los dogmas del judaísmo pero que no habían alcanzado una conversión total optando por permanecer incircuncisos. Considerando Hechos 10, queda claro que Cornelio era un temeroso de Dios.
Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. (Hechos 10:1-2)
Es sorprendente que los cuatro derramamientos de tipo pentecostal registrados en Hechos cubrieran precisamente los cuatro grupos cuyo estatus en la iglesia se hallaba en cuestión. Los judíos recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés; los samaritanos recibieron el Espíritu durante el ministerio de Felipe, Pedro y Juan (Hechos 8); los temerosos de Dios recibieron el Espíritu Santo en la casa de Cornelio (Hechos 10); y finalmente hubo un derramamiento estrictamente sobre los gentiles en Éfeso (Hechos 19). Los cuatro grupos, y todos los que se hallaban en dichos grupos, recibieron el derramamiento del Espíritu Santo.
La pregunta sigue en pie: ¿Cuál es el significado de estos eventos? El neo-pentecostalismo encuentra el significado en el retraso que se produce entre la conversión y la recepción del Espíritu y en la manifestación externa de las lenguas.
Sin embargo, ese no es el significado que Lucas enfatiza en cuanto a estos eventos. No es el mensaje principal que los apóstoles mismos extrajeron de allí.
¿Cómo interpretaron los apóstoles estos eventos? La clave se halla en Hechos 10:
Hch 10:44 Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.
Hch 10:45 Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo.
Hch 10:46 Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios.
Hch 10:47 Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?
Hch 10:48 Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.
El texto indica que los creyentes judíos se escandalizaron al ver que los gentiles recibían el Espíritu. Para Pedro, el significado claro de esto fue que estos convertidos debían gozar de una membresía total en la iglesia. “¿Puede acaso alguien negar el agua?” Preguntó Pedro. Luego mandó que fueran bautizados. Aquí, el tema principal de Lucas referido a la inclusividad total de la iglesia del Nuevo Testamento brilla de principio a fin. No debía haber ciudadanos de segunda clase en el reino de Dios. Judíos, samaritanos, temerosos de Dios y gentiles, todos ellos recibieron el bautismo del Espíritu Santo.
Lo normativo acerca de Pentecostés es que el Espíritu bautiza a todo el pueblo de Dios. El hecho de que hubiera un retraso en Hechos entre la conversión y el bautismo no establece este aspecto como norma. Había claras razones histórico-redentivas para que ocurrieran estos “pentecosteses” distintos. Estos demostraban claramente la igualdad de los cuatro grupos en la iglesia. No hay nada en el texto que indique que dicho retraso sea normativo. En Hechos 19, Pablo les preguntó a los efesios “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (Hechos 19:2).
Al hacer esta pregunta, Pablo aparentemente dio la posibilidad de que los efesios hubieran recibido la experiencia pentecostal en el momento de su conversión, indicando que, al menos en este punto, Pablo no tenía un concepto de un retraso normativo. Él admitía la posibilidad de un retraso pero no la necesidad de él.
¿Y qué decir de las lenguas como una evidencia necesaria para el bautismo del Espíritu Santo?
A partir de los textos en Hechos, es claro que el don de hablar en lenguas funcionó verdaderamente como una señal externa de estar llenos del Espíritu Santo. Las lenguas proveyeron una indicación tangible de que el Espíritu había caído sobre aquellas personas tal como el brote de expresión extática señaló la recepción del Espíritu Santo por Eldad y Medad en Números 11. En el caso de Jesús, sin embargo, durante su unción hubo una visión externa del Espíritu que descendía como una paloma (Mateo 3:16). En Pentecostés hubo una señal tanto visible como auditiva, a saber, la visión de lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de los que fueron llenados.
Pese a que estas señales visibles ocurrieron aquí y allá, es claro que no fueron vistas como indicadores necesarios o normativos de ser llenos del Espíritu. Aunque el hablar en lenguas continuó en la vida de la iglesia como lo atestigua la discusión de Pablo con respecto al asunto en 1 Corintios, es claro que en el tiempo en que se escribió 1 Corintios el hablar en lenguas no era considerado como un signo indispensable de la dotación carismática.
En 1 Corintios, Pablo insiste en el punto de que, aunque las lenguas son un don de Dios y por lo tanto son beneficiosas, no deben ocupar una categoría demasiado exaltada en la iglesia. Pablo declara su preferencia de esta manera:
Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros; sin embargo, en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para instruir también a otros, antes que diez mil palabras en lengua desconocida. (1 Corintios 14:18-19)
La proporción apostólica que tenemos aquí es 5:10000. En otro lugar, Pablo plantea una pregunta: “¿Acaso hablan todos en lenguas?” (1 Corintios 12:30b) Aquí no se da una respuesta explícita. Sin embargo, no hay duda con respecto a ella. La pregunta de Pablo no deja un final abierto para su respuesta. Sólo puede haber una respuesta para este tipo de pregunta estructurada. La respuesta es “no”.
En la iglesia corintia, los dones del Espíritu eran altamente evidentes y operativos. Sin embargo, Pablo insiste una vez más en el punto de que el Espíritu dota a su pueblo con una diversidad de dones.
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe (…) Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de Él. (1 Corintios 12:4-11)
El Espíritu Santo dota soberanamente a su iglesia. La iglesia es un cuerpo de miembros dotados que funcionan dentro del marco de la unidad y la diversidad. Ningún oficio ni don debe ser elevado al nivel de una señal exclusiva de la manifestación del Espíritu.
Pablo continúa afirmando:
Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. (1 Corintios 12:13)
Dale Brunner comenta acerca de este pasaje:
Si este versículo se interpreta como si estuviera hablando de un segundo bautismo en el Espíritu Santo, posterior y separado, más allá del bautismo en Cristo, sólo para algunos cristianos, entonces no sólo están siendo violadas las palabras del texto “todos (…) todos” sino el propósito del texto en su contexto corintio (…) En 1 Corintios 12:13 Pablo no está enseñando un bautismo universal alcanzado solamente por unos pocos; está enseñando el bautismo cristiano gratuito a través del Espíritu que es dado a todos.
El peso de la interpretación bíblica en cuanto al significado de Pentecostés milita en contra de la comprensión neo-pentecostal del bautismo del Espíritu Santo. A todos los que el Espíritu regenera, también los bautiza, los llena y los dota con poder para el ministerio.
Esta es la emocionante noticia de Pentecostés. En el plan de redención de Dios, el Espíritu Santo ha dotado a cada creyente para el ministerio. La iglesia completa ha sido capacitada desde lo alto. No hay dos niveles de creyentes dotados y no dotados, bautizados en el Espíritu y no bautizados en el Espíritu.
Oímos un abundante testimonio de cristianos modernos que declaran que su experiencia del bautismo en el Espíritu y el hablar en lenguas ha cambiado dramáticamente sus vidas espirituales. Experimentan más celo, más valentía y más devoción en la oración. Se ha dicho que un hombre con una experiencia jamás estará a merced de un hombre con un argumento.
No tengo nada en contra de las experiencias de la gente con el Espíritu Santo. Me deleita oír hablar de fe aumentada, celo, devoción en la oración y todo lo demás. Mi preocupación no está centrada en el hecho de que la experiencia sea significativa, sino en la comprensión del significado de la experiencia. Lo que tiende a ir contra la Escritura es la interpretación de la experiencia. Nuestra autoridad no es nuestra experiencia sino la Palabra de Dios. No todas las personas en la iglesia tienen la misma experiencia en el Espíritu, pero esto no es un indicador de que no todos tienen el mismo Espíritu. Es el mismísimo problema que afligió tan profundamente a la iglesia corintia.
No estoy diciendo que todo aquel que sea miembro de una iglesia cristiana tiene el Espíritu Santo. La membresía en la iglesia visible no garantiza el bautismo del Espíritu Santo más de lo que garantiza la salvación. Sabemos que hay incrédulos que son miembros de la iglesia. Ningún incrédulo tiene el bautismo del Espíritu Santo, pero todo creyente, toda persona regenerada, tiene efectivamente el bautismo del Espíritu Santo. Desde Pentecostés hasta hoy, todo cristiano es tanto regenerado por el Espíritu como bautizado en el Espíritu. Esa es la esencia del significado de Pentecostés. Cualquier cosa que esté por debajo de eso arroja una sombra sobre la importancia sagrada de Pentecostés en la historia de la redención. Cualquier persona regenerada ha sido también sellada por el Espíritu, bautizada en el Espíritu, y tiene al Espíritu como garantía.
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Extracto del libro: «El misterio del Espíritu Santo» de R. C. Sproul