En BOLETÍN SEMANAL
Más allá de las semejanzas evidentesSe puede poseer falsa paz, falso consuelo, falsa guía. El demonio puede darnos una guía notable. También lo pueden hacer la telepatía y toda clase de fenómenos ocultos y otros muchos agentes. Hay poderes que pueden imitar fraudulentamente casi todo lo que hay en la vida cristiana.

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. (Mateo 7:24-27).

¿Nos atreveremos a ir más allá y afirmar que el ‘falso profesante’ puede estar muy interesado por el poder espiritual y tener deseos del mismo? Leamos de nuevo el relato de Hechos acerca de Simón el mago, en Samaria. Ese hombre vio que Felipe realizaba milagros y quedó impresionado. Él mismo había hecho esa clase de cosas, pero no con esta facilidad y poder; y se unió a los cristianos. Entonces, cuando vio que Pedro y Juan, con la imposición de manos sobre las personas, les comunicaban el don del Espíritu Santo, Simón se llenó de codicia, y les ofreció dinero a cambio de la posesión de ese poder. Lo codició, y sus descendientes espirituales de nuestros días quizá codicien también y deseen el poder espiritual. Alguien ve a otro predicando con poder espiritual y dice, “me gustaría ser así”. Se imagina erguido en el pulpito y ejerciendo un poder muy grande y esto resulta atrayente para su naturaleza carnal. Hay muchos ejemplos de hombres que son ciegos a la verdad espiritual y que con todo ansían poseer poder espiritual. Así es de sutil.

Finalmente, el ‘falso profesante’ también desea ir al cielo. Cree en el cielo y el infierno y no desea perderse. Desea muy específicamente ir al cielo. ¿No han conocido a personas así? Se encuentran muchas que están completamente fuera de la iglesia. Desean sí ir al cielo, y dicen que siempre han creído en Dios. Si eso es así del hombre que está claramente fuera, ¿cuánto más no lo es del cristiano que está dentro del ámbito y esfera de los intereses cristianos?

Encontramos, pues, estas extrañas semejanzas entre estas dos personas. Parecen creer y desear las mismas cosas. Son semejantes no sólo en cuanto desean lo mismo, sino también porque parecen poseerlo. Este es el pensamiento más alarmante de todos, pero las dos metáforas anteriores han subrayado esta verdad tanto como la metáfora que ahora examinamos. El ‘falso profesante’ cree que está seguro. Los que habían echado fuera demonios y hecho milagros en el nombre de Cristo estaban muy seguros de su salvación. No les quedaba ni una sombra de duda acerca de ello. Creían que habían sido perdonados; parecían estar en paz y disfrutando de los consuelos de la religión; parecían poseer poder espiritual y que estaban viviendo una vida mejor; decían ‘Señor, Señor’; y deseaban pasar a la eternidad con Él. Sin embargo Él les dijo: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. ¿Nos damos cuenta de que es posible poseer un falso sentido de perdón? ¿Nos damos cuenta de que es posible tener una falsa paz?
Alguien dice, “No me he preocupado por mis pecados durante años”. Puedo muy bien creer esto, si soy cristiano nominal solamente. El hecho de no haber pensado acerca de estas cosas durante años indica por sí mismo que algo anda mal respecto al sentido de seguridad y paz. El hombre que nunca sabe qué es poseer ciertos temores acerca de sí mismo, temores que lo empujan hacia Cristo, está en una condición sumamente peligrosa.

Se puede poseer falsa paz, falso consuelo, falsa guía. El demonio puede darnos una guía notable. También lo pueden hacer la telepatía y toda clase de fenómenos ocultos y otros muchos agentes. Hay poderes que pueden imitar fraudulentamente casi todo lo que hay en la vida cristiana. Y, como ya hemos visto en el párrafo anterior, estas personas pueden poseer un cierto poder espiritual. No cabe duda acerca de ello. Pueden poseer poder para ‘echar fuera demonios’ y hacer ‘muchos milagros’. No había diferencia evidente entre Judas Iscariote y los otros doce discípulos, aunque Judas era ‘el hijo de perdición’.

Según la enseñanza de nuestro Señor, por tanto, la semejanza entre lo verdadero y lo falso puede incluir estos puntos y llegar hasta este extremo. Sin embargo, la enseñanza de nuestro Señor es que aunque existen todas estas semejanzas entre estos dos hombres y las dos casas de la parábola y en el ámbito de la profesión cristiana, con todo, existe una diferencia vital. No es perceptible a primera vista, pero si uno la busca, resulta perfectamente clara e inconfundible. Si nos tomamos la molestia de aplicar nuestro análisis, no podemos dejar de verlo. Ya hemos indicado la naturaleza de las pruebas en nuestro examen del hombre insensato. Lo único que necesitamos hacer es aplicarlas a nosotros mismos, es esta prisa, esta mentalidad que no escucha advertencias, que no se preocupa por planes ni detalles, que piensa que sabe lo que desea y lo que es mejor y lo busca a toda costa. Examinémonos a nosotros mismos a la luz de estos criterios y entonces veremos muy claramente a qué categoría pertenecemos. Lo puedo resumir en forma de pregunta: ¿Cuál es nuestro deseo supremo? ¿Buscamos con empeño los beneficios y bendiciones de la vida y salvación cristianas, o tenemos otro deseo más hondo o profundo? ¿Buscamos con empeño los resultados carnales, o anhelamos conocer a Dios y ser semejantes cada vez más al Señor Jesucristo? ¿Tenernos hambre y sed de justicia?

Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones

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