Si lo que has alcanzado como respuesta a la oración te alienta para acercarte a Dios otra vez para orar de nuevo con tanta mayor confianza y fervor, es señal de que de esa manera obtuviste lo anterior; pues habiéndote mostrado el Espíritu Santo una vez este camino para alcanzar misericordia, estás dispuesto a recorrerlo de nuevo. "Porque ha inclinado a mí su oído, le invocaré por tanto en todos mis días" (Salmo 116: 2). Ahora ya sé por donde ir si estoy necesitado: .... le invocaré, dice el salmista, y nos invita a los demás a que lo hagamos también.
COMO OBSERVAR LAS RESPUESTAS A LA ORACIÓN (Continuación….)
c) Si lo que has alcanzado como respuesta a la oración te alienta para acercarte a Dios otra vez para orar de nuevo con tanta mayor confianza y fervor, es señal de que de esa manera obtuviste lo anterior; pues habiéndote mostrado el Espíritu Santo una vez este camino para alcanzar misericordia, estás dispuesto a recorrerlo de nuevo. «Porque ha inclinado a mí su oído, le invocaré por tanto en todos mis días» (Salmo 116: 2). Ahora ya sé por donde ir si estoy necesitado; o sea, le invocaré, dice el salmista, e invita a los demás a que lo hagan también.
d) Si después de haber oído Dios tus oraciones en las que has hecho solemnes votos, tu corazón es llevado a cumplir cuidadosamente las promesas que hiciste cuando pediste insistentemente aquel beneficio, puedes considerarlo como demostración de que, al concedérsete tal cosa, tu oración ha sido oída.
En primer lugar, esto es evidente por el hecho de que tu propio corazón te hace consciente de que debes devolverlo todo al servicio de Dios, corno cumplimiento de tu promesa y como homenaje y reconocimiento perpetuo de que aquella respuesta fue alcanzada por la oración; preservando así el recuerdo de lo recibido y rindiendo el debido homenaje.
En segundo lugar, otra evidencia de que el beneficio fue alcanzado por tu oración, es que Dios, por medio de su Espíritu en tu corazón, te recuerda los votos hechos, y te mueve a cumplirlos, Esto demuestra que lo considera deuda tuya, pues habiendo respondido a tu petición, te recuerda lo concertado.
En tercer lugar, al aceptar el pago de tus promesas, Dios reconoce que promesas y oraciones fueron oídas: «Si Jehová nos quisiere matar, no tomara de nuestras manos el holocausto» (Jueces 13:23). Puede también decirse que, si Dios no hubiera oído tus oraciones, no hubiera aceptado tus votos después de tu petición. Así, David dice: «Te pagaré mis votos, que pronunciaron mis labios, y habló mi boca cuando angustiado estaba» (Salmo 66:13-14). La razón se encuentra en los vs. 17, 19: porque «ciertamente me oyó Dios; atendió a la voz de mi súplica». Elifaz, en el libro de Job, relaciona ambas cosas en el Cáp. 22:27: «Orarás a Él, y Él te oirá; y tú pagarás tus votos». Cuando había de pagar sus votos no se refiere solamente a cumplir su deber, sino a experimentar las consecuencias que de dicho cumplimiento se derivaban; o sea, que cuando sus oraciones fuesen oídas, él cumpliría sus promesas. El intento de Elifaz era hacer que Job se volviera a Dios, mostrándole con este fin los beneficios que ello le reportada, y entre ellos el de que sus oraciones serían oídas y él pagaría sus votos.
e) Cuando recibes el cumplimiento de tu petición por encima de segundas causas, Él testifica que tus oraciones fueron oídas. Descubriremos que una de las razones de que generalmente encontremos impedimentos en nuestros ciegos corazones para comprender que nuestras súplicas han sido contestadas, aun después de que lo pedido se ha realizado, es que nuestros ojos están fijos en las causas secundarias, y no miran arriba para ver la mano de Dios. Por tanto, si Él permite que veas que es Él quien ha hecho esto para contigo, de modo que tu mente tenga un claro conocimiento de ello, sin duda esto es un fruto de su atención a tus oraciones; y por lo general descubrirás que es cierto que cuanta más fe y dependencia en Dios tengas en oración para obtener un favor, mayor fe y reconocimiento tendrás en la respuesta. Paralelamente a esta regla se encuentra aquella que suele darse en otro caso: que en el cumplimiento de los deberes, cuanto más se sale el alma de sí misma para allegarse a Dios en busca de fortaleza para cumplirlos, tanto más reconoce Su ayuda, que nos lleva a experimentar la humildad. Esto es señal de que la oración ha sido oída con este motivo, pues la finalidad de Dios al oír las oraciones es que le glorifiquemos. En el Salmo 50:15 se dice: «Invócame en el día de la angustia: te libraré, y tú me honrarás». Cuando el corazón ha orado intensamente pidiendo un beneficio, estando pendiente de obtenerlo, y le es dado exaltar a Dios cuando lo alcanza, es señal de que Dios lo hizo en respuesta a dichas oraciones. Porque dice: «Te libraré, y tú me honrarás». En el Salmo 18 tenemos el caso de David, cuando fue librado de todas sus aflicciones; y vemos en el v. 6 cómo había orado, y cómo fue oído. Ved entonces cómo su corazón fue ensanchado para reconocer que Dios solo lo había hecho todo, según declara el resto del salmo, especialmente a partir del v. 27 y del 31.
f) Y, finalmente, los eventos lo demostrarán. Las cosas alcanzadas por la oración tienen pocas espinas, la maldición de ellas ha sido quitada; mas las que vienen tan sólo por providencia común vienen como tierra baldía, están llenas de espinas, aguijones y pesares. La razón de ello es que lo que viene por oración viene como bendición, y por tanto no añade tristeza; y también porque la oración mata aquellos deseos desordenados que son causa de la vanidad y del mal sabor que dejan a veces las cosas disfrutadas. Pero cuando llega «la bendición de Jehová, que es la que enriquece, no añade tristeza con ella» (Proverbios 10: 22). Las cosas puestas ante Dios durante mucho tiempo y por fin obtenidas por la oración, son las que resultan en bendiciones más consoladoras, constantes y estables; y los pesares por los que el corazón pasó a causa del aplazamiento, son recompensados por un más seguro, constante, puro y suave goce, pues la oración lo ha perfumado durante largo tiempo, y la bendición está impregnada de este perfume, resultando en extremo grata. Dice Proverbios 13: 12 que la esperanza que se prolonga es tormento del corazón»; mas, cuando llega lo deseado, es árbol de vida, y cura aquel tormento, y consuela el corazón abundantemente. Isaac halló en Rebeca una gran bendición, y una dulce esposa (Génesis 24:67). Tal consuelo fue también él para Abraham (Génesis 17:18, 19), ciertamente «un hijo («hijo de risa», como su nombre significa). Y lo mismo ocurrió con Samuel para Ana; ella recibió un hijo de Dios, pero además un hijo bendito, que llegó a ser profeta y juez del pueblo de Israel. Mientras que a Jacob, que logró ser bendecido por su padre, tomando la primogenitura, y lo obtuvo no por medio de la oración, ¡cuán amargo le fue (a pesar de haber recibido materialmente la bendición) permanecer desterrado durante veinte años de la casa de su madre. Cuando Israel se dio rey a sí mismo, «mas no por mí», como dice Dios, ¡qué castigo para ellos! «Te di rey en mi furor, y te lo quité en mi ira» (Oseas 13:11). Así vemos que la respuesta a largos periodos de oración es grata y trae abundante bendición. “Oyó Dios mi oración”.
Por Thomas Goodwin