No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mateo 7:21-23).
Otro peligro muy común en los tiempos actuales es interesarse por los aspectos sociales y generales del cristianismo y no por los personales. Esto ha sido muy importante en el siglo actual. Hoy encontramos muchas personas que, frente a los problemas del país y de la sociedad, dicen con énfasis creciente que lo que se necesita es la enseñanza bíblica y una actitud cristiana hacia esos problemas nacionales y sociales. Observemos a los estadistas y a los políticos —incluso algunos de los más importantes.
Aunque se sabe que prácticamente nunca asisten a un lugar de culto los domingos, usan cada vez más la palabra ‘religión’ y ‘cristiano’. Parecen pensar vagamente que la enseñanza cristiana puede ayudar a resolver los problemas de Estado. Aunque no son cristianos activos y practicantes (y me refiero sólo a éstos y no a los que son realmente cristianos), y no prestan ninguna obediencia personal al Señor, parecen pensar que el cristianismo puede resultar de ayuda de una forma general. Estamos siempre en terreno peligroso cuando empezamos a hablar de ‘civilización cristiana’ y valores ‘cristianos’ u ‘occidentales’. Esto se ve muy claramente en los tiempos actuales y es uno de los peligros mayores con los que se enfrenta la iglesia cristiana. Me refiero en particular a la tendencia de considerar al cristianismo como si no fuera nada más que una enseñanza anticomunista.
Esto se puede ver en la forma en que ciertas organizaciones cristianas a veces hacen propaganda y en la forma como usan eslóganes como ‘¿Cristo o comunismo?’ etc. No nos sorprende que la Iglesia Católica Romana piense de esta forma. Pero es triste ver personas evangélicas ingenuas que caen poco a poco en esa red. Funciona de una manera muy sutil. Uno se persuade de que, como es anticomunista, debe ser cristiano. Pero una cosa no se sigue de la otra. Con esto nos persuadimos y engañamos a nosotros mismos, nos juzgamos por estos criterios generales y asumimos que somos cristianos. El poner lo general y social en lugar de lo particular y personal en asuntos cristianos, resulta siempre un peligro terrible. La cristiandad ha sido a menudo el mayor enemigo de la religión espiritual. Si veo que mi interés tiende a ser cada vez más general, social o político, si éste es cada vez más la razón de mi interés por el cristianismo, entonces me encuentro en un estado sumamente peligroso porque probablemente ya he dejado de examinarme a mi mismo.
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Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones