¿La voluntad de Dios es la tuya?
Nuestra propia voluntad es a menudo el problema cuando estamos buscando la voluntad de Dios. Ya que vivimos en una cultura que se enorgullece en la facilidad y comodidad, deseamos un pedazo de ese gran pastel. En consecuencia, tendemos a percibir a la oración como algo importante sólo para producir un cambio en las circunstancias en vez del cambio que puede producir en nosotros y para la gloria de Dios. De este modo, cuando Dios no contesta nuestras oraciones como lo deseamos en el instante en que lo pedimos, perdemos la fuerza necesaria para perseverar.
Si queremos ser eficaces en la oración, necesitamos darnos cuenta de que el verdadero beneficio de la oración no son los cambios que Dios pueda producir en sus circunstancias sino los cambios que Él hará en nosotros y su percepción de ellos.
Cuando nuestras oraciones estén arraigadas en Dios, estaremos orando con la actitud y perspectiva correcta. El mayor obstáculo para la oración no es la falta de conocimiento bíblico, sino la falta de fe. Sencillamente no oramos con la expectativa de que nuestras oraciones provocarán cambios en nuestras vidas, en la iglesia o en el mundo.
Ajustándonos a su voluntad
Nuestro propio orgullo es el mayor obstáculo que debemos vencer antes de poder orar para que la voluntad de Dios sea hecha en nuestra vida. El orgullo hizo que Satanás se rebelara en contra de Dios, y el orgullo hace que los no creyentes rechacen a Dios y que los creyentes lo desobedezcan. Al aceptar y orar por la voluntad de Dios con sinceridad y fe, debes abandonar tu propia voluntad por la de Dios. El apóstol Pablo nos dice cómo hacerlo:
Rom 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Rom 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Cuando oramos con fe y de acuerdo a la voluntad de Dios, nuestra oración es una gracia santificadora que cambia nuestras vidas drásticamente. De este modo la oración es un medio de santificación progresiva.
Extracto del libro: A solas con Dios, de John MacArthur