PEDIR Y TENER
Texto: «Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” Santiago 4:2-3.
II. En segundo lugar, tengo ante mí una grave tarea y es la de mostrar COMO LAS IGLESIAS CRISTIANAS PUEDEN SUFRIR DE POBREZA ESPIRITUAL, de modo que ellas también «codician y no pueden alcanzar.»
Por supuesto, el cristiano busca cosas más elevadas que las cosas mundanas, de otro modo no sería digno de ser llamado así. Al menos su objetivo es alcanzar las verdaderas riquezas, y glorificar a Dios en espíritu y en verdad. Sí, pero mirad, hermanos queridos, no todas las iglesias logran lo que desean. Tenemos que quejarnos, no de uno u otro lugar, sino en muchos lugares, las iglesias están casi dormidas, y declinan de forma gradual. Por cierto, tienen sus excusas. La población está menguando, u otro lugar de adoración está atrayendo a la gente. Siempre hay una cuando el hombre necesita una. Pero sigue en pie el hecho: el culto público está casi desierto en algunas partes, el pastor no tiene poder de reunir gente, y los que entran por apariencia, están descontentos o indiferentes. En tales iglesias no hay conversiones. ¿Cuál es la razón de ello?
Las iglesias compiten entre sí en arquitectura, en música, en equipamiento y en estado social. En algunos casos hay una medida de amargura en la rivalidad. A las mentes estrechas no les resulta agradable ver que otras iglesias prosperan más que la propia. Pueden ser más fervientes que nosotros, y pueden estar haciendo mejor que nosotros la obra de Dios, pero somos dados a mirarlos con envidia, y más bien quisiéramos que no les fuera tan bien. «¿Pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?» Si pudiéramos ver un escándalo en ellos, de modo que sufrieran un quebrantamiento y quedaran eclesiásticamente muertos, no nos regocijaríamos. Por cierto que no; pero no nos daría una tristeza mortal. En algunas iglesias hay permanentemente un espíritu malo. No tengo una acusación denigrante que presentar, y por lo tanto no diré más que esto: Dios nunca bendecirá tales medios ni tal espíritu; los que se dejan llevar por esto desearán tener, pero nunca alcanzarán.
Mientras tanto, ¿cuál es la razón por la que no tiene una bendición? El texto dice: «Porque no pedís,» temo que hay iglesias que no piden. Se descuida la oración en todas sus formas. Se permite que decaiga la oración privada. Dejo a la conciencia de cada persona el punto hasta el cual se está preocupando de la oración secreta, y cuánta comunión con Dios haya en secreto entre los miembros de la iglesia. Ciertamente su existencia saludable es vital para la prosperidad de la iglesia. La oración familiar es más fácil de juzgar, porque podemos verla. Temo que en estos días muchos han abandonado la oración familiar. Os ruego que no les imitéis.
Quisiera que todos fuéremos del mismo pensamiento que el trabajador escocés que obtuvo un puesto en la casa de un rico agricultor famoso porque pagaba bien. Todos sus amigos lo enviaban porque había entrado en su servicio. Poco tiempo después, regresó a su aldea natal y cuando le preguntaron por qué había dejado su trabajo, contestó que «no podía vivir en una casa que no tenía techo.» Una casa sin oración es una casa que no tiene techo. No podemos esperar bendiciones en nuestras iglesias si no la tenemos en nuestras familias.
En cuanto a la oración congregacional, ¿no está deca¬yendo el reunirse en lo que llamamos cultos de oración? En muchos casos la reunión de oración es despreciada, y mirada como una suerte de reunión de segunda categoría. Hay miem¬bros de la iglesia que nunca están presentes, y no les re¬muerde la conciencia por el hecho de mantenerse alejados. Algunas congregaciones mezclan la oración con una reunión de estudio, de modo que tienen un solo servicio durante la semana. Hace unos días leí una excusa para esto: se dice que las personas están mejor en casa atendiendo las preocu¬paciones familiares. Son palabras infundadas, porque ¿quién entre nosotros desea que la gente descuide sus deberes domésticos? Se descubrirá que los que mejor atienden sus preocupaciones hogareñas, que son diligentes en ponerlas en orden, son los que hacen para poder participar de las reuniones de adoración. El descuido de la casa de Dios con frecuencia es un indicador de la negligencia de sus propias casas. No traen sus hijos a Cristo, de ello estoy convencido, de otro modo los traerían a los servicios. De todos modos, las oraciones de la iglesia miden su prosperidad. Si retenemos la oración retenemos la bendición. Nuestro verdadero éxito como iglesia sólo se puede obtener pidiéndolo de Dios. ¿No estamos dispuestos para hacer una reforma y enmendarnos en cuanto a esto? ¡Oh, que llegue la hora de la angustia de Sion, cuando una agonía en oración mueva a todo el cuerpo de los fieles!
Pero algunos responden: ¡Hay reuniones de oración, y pedimos bendiciones, sin embargo no llegan.» ¿No se encuentra la explicación en otra parte del texto: «No recibís porque pedís mal?» Cuando las reuniones de oración se convierten en una pura formalidad, cuando los hermanos se levantan y agotan el tiempo con sus largas oraciones, en vez de hablar a Dios con palabras sinceras y ardientes, cuando no hay expectación de una bendición, cuando la oración es fría y gélida, entonces nada sale de ella. El que ora sin fervor, en realidad no ha orado. No podemos tener comunión con Dios, que es fuego consumidor, si no hay fuego en nuestras oraciones. Muchas oraciones no llegan a su destino porque no hay fe en ellas. Las oraciones que están llenas de dudas, son peticiones de rechazo. Imagina que le escribes a un amigo y le dices: «Querido amigo: Estoy en graves problemas, y por lo tanto te escribo para pedirte ayuda porque me parece bueno hacerlo. Pero aunque te estoy escribiendo, no creo que vayas a ayudarme en algo. Por cierto, me sorprendería mucho recibir tu ayuda, y hablaría de ello como una gran maravilla.»
¿Piensas que recibirías ayuda? Yo diría que tu amigo tendría suficiente sensibilidad para observar la poca confianza que le tienes. Entonces respondería que, como no esperas nada, no te daré una sorpresa. Tu opinión de su generosidad es tan baja que no se siente llamado a salirse de su curso por tu causa. Cuando las oraciones son de ese estilo, no cabe sorprenderse si «no recibís, porque pedís mal.» Además, si nuestras oraciones, por fervientes y confiadas que sean son un puro pedir la prosperidad de nuestra iglesia porque queremos gloríanos en ello, si queremos ver que nuestra denominación crezca en gran número y mejore en respetabilidad, para poder participar de los honores, entonces nuestros deseos no pasan de ser sólo codicia. ¿Puede ser posible que los hijos de Dos manifiesten las mismas emulaciones, celos y ambiciones de los hombres del mundo? ¿Puede ser la obra religiosa una cuestión de rivalidad y de competición? Ah, entonces las oraciones que buscan éxito no tendrán aceptación ante el trono de la gracia. Dios no nos oirá, sino que nos despedirá, por que no se cuida de responder las peticiones, de las cuales el “yo” es el objeto. «No tenéis, porque pedís mal.»
C.H. Spurgeon