Estar firme conlleva una postura despierta y vigilante. En algunos casos, el hecho de que un soldado se duerma significa la muerte; esto es crítico cuando está de guardia. Él debe vigilar para que los demás puedan dormir: descuidar su deber pone en peligro las vidas de todo el ejército, de forma que merece la sentencia de muerte.
La vigilancia es más importante para el soldado cristiano que para ningún otro. En las batallas terrenales los soldados luchan contra hombres que necesitan dormir tanto como ellos; pero el enemigo del cristiano, Satanás, siempre vela y patrulla. Ya que el diablo nunca duerme, el cristiano corre grave peligro durmiéndose espiritualmente; esto es, descuidándose por sentirse seguro. O la parte no regenerada de su naturaleza le traicionará, o la virtud no estará alerta para descubrir al enemigo y prepararse para el ataque. Satanás se le echará encima antes de que esté despierto para desenvainar la espada. Debes saber que cuando el cristiano se duerme, más fácil es para el diablo tentarlo.
Hasta una mosca se atreve a posarse sobre un león dormido; si no se despierta, no hay nada que temer. La tentación más débil basta para derrotar a un cristiano que se mece en su seguridad. Mientras Sansón dormía, Dalila le cortó el cabello. Mientras Saúl dormía, le cortaron parte del manto sin que se diera cuenta. Noé, borracho, se durmió y su descarado hijo se burló de la desnudez de su padre. Eutico se durmió, se tambaleó y se cayó del tercer piso, y lo recogieron muerto. Así que el cristiano que se duerma por la falsa seguridad puede ser asaltado por sorpresa. Puede perder mucha fuerza espiritual —que le roben su espada o armadura (esto es, la virtud)— o ver su desnudez descubierta por hombres ruines, avergonzando así su vida espiritual.
El sueño le viene tan silenciosamente al alma como al cuerpo. Las vírgenes sensatas se durmieron junto con las necias, pero no tan profundamente. Cuídate de no dar rienda suelta a tu pereza; anímate a la acción, igual que mandamos a la persona que tiene sueño que se levante y pasee. Si cedes a la pereza, esta aumentará; si te ocupas en tus deberes cristianos, el sueño espiritual se desvanecerá. David despertó primero la lengua para cantar y la mano para tocar el arpa; luego se despertó su corazón (Sal. 57:8). Tengo entendido que cuando el león acaba de despertar da coletazos para alentarse; luego sale tras la presa. Tenemos razón de sobra para alentarnos a actuar con toda la diligencia posible.
Porqué el cristiano debe mantenerse despierto
- Su trabajo es demasiado importante y exigente para hacerlo medio dormido o de mala gana
Si alguna vez has andado por la orilla de un río turbulento o subido a la cima de un monte escarpado, dudo que hayas estado somnoliento. El camino del creyente es tan estrecho y el peligro que corre tan grave, que exigen un ojo agudo para discernir y firme para guiar. El ojo dormido no puede hacer ninguna de las dos cosas.
Si examinas cualquier deber verás que se mueve entre dos extremos peligrosos. La fe, esa gran obra de Dios, traza su camino entre el monte de la presunción y el abismo de la desesperación. La paciencia es la virtud necesaria para evitar un golpe de necedad dormilona que nos prive de los sentidos o nos arroje enfurecidos al pozo del descontento privándonos del sentido. El equilibrio es esencial. Cualquier deber que desempeñamos en la causa de Cristo nos lleva muy cerca del cuartel enemigo. No creas que pasarás desapercibido: tu cercanía hará sonar la alarma, y Satanás saldrá de inmediato para oponerse a ti. Entonces, es necesario que te mantengas vigilante en todo momento.
- 2. La vigilancia consigue ventajas para el cristiano de tres formas importantes
Primeramente, estando vigilante frustras las intenciones de Satanás. ¿Acaso no vale la pena mantenerte alerta para evitar que te roben? Cuánto más para impedir que el diablo invada tu corazón. Jesús dijo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mt. 26:41). Que te corten el cuello es un precio muy alto por dormir, aunque al final se sane la herida. Es mejor vigilar ahora y mantenerte fuera de peligro, que dormirte y tener que velar luego por la herida sufrida por tu negligencia. David dormía espiritualmente cuando se levantó de su cama para pasear por la azotea de su casa y vio a Betsabé (2 S. 11:2). Cayó de cabeza en la trampa de Satanás, haciendo mucho daño a su espíritu. ¡Cuántas noches intranquilas le trajo a David aquella herida!, como se percibe en sus propias quejas por aquel pecado que fue tema de varios salmos de aflicción.
Segundo, por la vigilancia constante se aprende más acerca los peligros del sueño. Un hombre dormido no está consciente de sus propios ronquidos, ni lo mucho que molesta a los demás. Pero el que está despierto sí. Si te mantienes espiritualmente despierto, verás las impropiedades de los que profesan ser cristianos y no vigilan su corazón. Que te sirvan de advertencia para no caer en las mismas tentaciones. El sueño nivela a todos los hombres: el más fuerte no está más seguro que el más débil mientras los dos duermen. Un sabio y un necio dormidos son igualmente vulnerables; de la misma forma, el sueño espiritual hace al mejor de los cristianos tan vulnerable como a cualquier otro.
Tercero, tu vigilancia es una invitación abierta al Señor mismo para acompañarte. Cuando él acude, el tiempo vuela en dulce comunión. Sus revelaciones acerca de las cosas del Reino del Padre te evitarán envidiar el aparente descanso de los creyentes adormilados, al saber que se pierden la bendita comunión que tú disfrutas. Si amas a tu alma más que tu cuerpo, ¿no prefieres los cánticos de David al sueño de noche? ¿No es mejor mantener el alma despierta y conocer la presencia consoladora de Cristo, que dejarla dormir y perderse la visita del Salvador? Cristo se deleita en acompañar al alma vigilante, y a ella le abre su corazón.
No decidimos visitar a los amigos mientras duermen. De hecho, si estamos con ellos y nos damos cuenta de que tienen sueño, nos disculpamos y los dejamos para que se acuesten. Cristo hace lo mismo con su esposa; se aparta de ella hasta que se despierte y esté en condiciones de recibir su amor. Si a un hombre adormilado le das una bolsa llena de oro, al día siguiente apenas recordará lo que le diste. Un cristiano aletargado no reconocerá el verdadero valor de los regalos de Cristo, ni se acordará de darle las gracias debidamente. Por tanto, Dios otorga sus bendiciones especiales al alma bien despierta, no solo para bendecir a su hijo, sino para que este le bendiga a él hablando bien de Cristo por ellas.
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Extracto del libro: “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall