Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal (Mateo 6:25-34).
“Hombres de poca fe” (Mt. 6:30). Tenemos aquí el argumento final de nuestro Señor respecto al problema de la preocupación y ansiedad. O, quizá, podemos describirlo como el resumen que hace de la advertencia de ‘no afanarse’ por nuestras vidas respecto a qué habremos de comer o beber, o acerca del cuerpo en asuntos de vestido. Es la conclusión de la argumentación detallada que ha elaborado en función de aves y flores. En efecto, parece decir: todo se reduce a esto. La causa real del problema es el no sacar deducciones obvias del ejemplo de las aves y de las flores. Pero, junto con esto, hay una falta evidente de fe. “Hombres de poca fe”. Esta es la causa última del problema.
La pregunta que naturalmente se suscita es ésta: ¿Qué quiere decir nuestro Señor con ‘poca fe’? ¿Cuál es su connotación exacta? Adviértanse que no dice que no tienen fe; los acusa de ‘poca’ fe. Lo que preocupa a nuestro Señor no es la ausencia de fe por parte de ellos: es lo inadecuado de esa fe, el hecho de que no tengan fe suficiente. Es por tanto una expresión chocante, y nuestra reacción inmediata debería ser darle gracias a Dios por ella. ¿Qué significa exactamente? La manera adecuada de contestar a esta pregunta es prestar cuidadosa atención a todo el contexto. ¿Cuáles son las personas a las que describe aquí y a las cuales acusa de esto? Una vez más debemos recordar que son cristianos, y sólo cristianos. Nuestro Señor no está hablando acerca de todo el mundo.
El mensaje cristiano en realidad no puede ofrecer consuelo y fortaleza a los que no son cristianos. Palabras como éstas no se dirigen a todo el mundo; se dirigen sólo a aquellos a quienes se aplican las Bienaventuranzas. Se dirigen a los que son pobres en espíritu, a los que lloran por el sentido de culpa y de pecado, a los que se han visto a sí mismos como verdaderamente perdidos y desvalidos a los ojos de Dios, los que son mansos y por consiguiente tienen hambre y sed de justicia, dándose cuenta que ésta sólo se puede conseguir en el Señor Jesucristo. Esos tienen fe, los otros no tienen ninguna fe. Por tanto se aplica sólo a esas personas.
Además, se refiere a personas de las cuales el Señor puede usar el término ‘vuestro Padre celestial’. Dios es Padre sólo para los que están en Jesucristo. Él es el Hacedor y el Creador de todos los hombres; todos somos descendientes suyos en ese sentido, pero, como dice el apóstol Juan, sólo aquellos que creen en el Señor Jesucristo tienen el derecho y la autoridad de ser llamados hijos de Dios (ver Jn. 1:12).
Nuestro Señor, dirigiéndose a los fariseos, habló de ‘mi Padre’ y ‘vuestro Padre’, y dijo “vosotros sois de vuestro padre el diablo”. Lo mismo sucede aquí. No enseña una cierta doctrina vaga y general acerca de la ‘paternidad universal de Dios’ y de la ‘hermandad universal del hombre’. No, el evangelio divide a las personas en dos grupos, los que son cristianos y los que no lo son. Debemos afirmar, y más que nunca en tiempos como éstos, que el evangelio de Jesucristo contiene una sola enseñanza para el mundo no cristiano, a saber, que está bajo la ira de Dios, y que no puede esperar otra cosa sino miseria e infelicidad, guerras y rumores de guerra, y que nunca conocerá la paz verdadera. Dicho de forma positiva, el evangelio cristiano le dice al mundo que debe creer en el Señor Jesucristo, si desea la bendición de Dios. Para el mundo como tal no hay esperanza; sólo hay esperanza para los que son cristianos. El mensaje que comentamos es sólo para aquellos a quienes se aplican las Bienaventuranzas, aquellos que verdadera y justamente dicen que son hijos de Dios en Jesucristo. En realidad, en la expresión inmediata siguiente que examinaremos, contrasta a estas personas con los gentiles —’los gentiles buscan todas estas cosas’—. Ahí vemos la división, ‘los gentiles’ y los que están ‘en Cristo’, los que están fuera y los que están dentro, el pueblo de Dios y los que no son el pueblo de Dios.
Así es como debemos entender esta frase. Estas personas tienen fe, pero es fe insuficiente. En consecuencia, no cabe duda de que podríamos decir que nuestro Señor habla aquí acerca de los cristianos que sólo poseen la fe salvadora y que tienden a quedarse ahí. Estas son las personas acerca de las cuales está interesado, y lo que desea es que, como consecuencia de escucharle a Él, lleguen a una fe más profunda y más amplia. La primera razón para esto es que las personas que tiene sólo esa fe salvadora, y no van más allá, se privan de muchísimo en esta vida. Y no sólo eso, sino que debido a la falta de una fe más amplia, están obviamente más inclinados a preocuparse y angustiarse, a esa preocupación mortal que nos ataca a todos en la vida. Nuestro Señor, en realidad, va tan lejos que dice que las preocupaciones en el cristiano se deben siempre en último término a una falta de fe o a la poca fe. El afán y la ansiedad, la depresión y la derrota, el estar a merced de la vida y de las circunstancias que la acompañan se deben siempre, en el cristiano, a la falta de fe.
El objetivo, por consiguiente, ha de ser siempre una fe mayor. El primer paso para conseguirlo es darse cuenta de lo que significa ‘poca fe’. Veremos que este es el método de nuestro Señor en la siguiente sección que comienza en el versículo 31: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Nuestro Señor nos da instrucciones positivas para incrementar nuestra fe, pero antes de hacerlo, desea que veamos exactamente qué significa poca fe. Se comienza con lo negativo y luego se pasa a lo positivo.
¿Cuál es, pues, esta condición que nuestro Señor describe como ‘poca fe’? ¿Qué clase de fe es, y qué hay de malo en ella? Ante todo consideremos una definición a grandes rasgos. De esta fe se puede decir, en general, que se limita a una sola esfera de la vida. Es fe que se limita únicamente a la cuestión de la salvación del alma, y no va más allá. No se extiende a la totalidad de la vida ni a todos los detalles de la vida. Este es un problema común entre los cristianos. Sobre la cuestión de la salvación del alma, tenemos ideas perfectamente claras. La acción del Espíritu Santo nos ha despertado para que viéramos nuestra perdición. Hemos sido convencidos de pecado. Hemos visto lo totalmente incapaces que somos de justificarnos a los ojos de Dios, y que la única forma de liberación está en el Señor Jesucristo. Sabemos que vino a este mundo, y murió por nuestros pecados, y con ello nos reconcilió con Dios. Y creemos en Él, y poseemos esta fe salvadora respecto al presente y a toda la eternidad. Esta es la fe salvadora, la que nos hace cristianos. Sí; pero los cristianos a menudo se detienen ahí, y parecen pensar que la fe es algo que se aplica sólo a la cuestión de la salvación. La consecuencia es, desde luego, que en la vida cotidiana sufren muchas derrotas entre ellos y los que no son cristianos. Se preocupan y afanan, se conforman al mundo en muchos aspectos. Su fe es algo que queda reservado sólo para su salvación final, y no parece poseer fe, ninguna en lo referente a los asuntos cotidianos de la vida y a la vida en este mundo. Nuestro Señor se ocupa precisamente de esto. Esas personas han llegado a conocer a Dios como Padre celestial, y sin embargo, siguen afanándose por la comida, la bebida y el vestir. Es una fe limitada, en ese sentido es poca fe; su meta es restringida y además limitada.
Debemos partir de ahí. No podemos leer la Biblia sin ver que la fe verdadera es una fe que abarca la vida toda. Lo vemos en nuestro Señor mismo, lo vemos en los grandes héroes de los que nos habla Hebreos 11. Podríamos decir que la poca fe no se apoya en todas las promesas de Dios. Tiene interés sólo en algunas de ellas, y se concentra en éstas. Véamoslo así. Revisemos la Biblia y hagamos una lista de todas las promesas de Dios. Veremos que hay muchas, en realidad un número sorprendente. Pedro habló de ‘preciosas y grandísimas promesas’. Es sorprendente. No hay aspecto de la vida que no quede cubierto bajo estas promesas extraordinarias de Dios. ¡Qué culpables somos a la luz de esto! Seleccionamos algunas de estas promesas y nos concentramos en ellas, y por diferentes razones, nunca pensamos en las otras. Nunca hacemos nuestras las otras promesas, y como consecuencia, si bien en algunos aspectos triunfamos, en otros fracasamos miserablemente. Esto es ‘poca fe’. Es fe limitada en relación con las promesas, y que no se da cuenta de que debería ser algo que la vinculara con todas, que se apropiara de cada una de ellas.
Veamos esto de nuevo desde un ángulo ligeramente diferente. En cierta ocasión oí a un hombre emplear una expresión que me afectó profundamente en ese tiempo, y todavía ahora me sigue afectando. No estoy muy seguro de que no sea una de las afirmaciones más profundas que haya oído en mi vida. Dijo que el problema de muchos de nosotros los cristianos es que creemos en el Señor Jesucristo, pero que al mismo tiempo no le creemos. Quería decir que creemos en Él en lo referente a la salvación del alma, pero no le creemos cuando nos dice algo como esto de que Dios va a cuidar de nuestro alimento, e incluso de nuestro vestido. Dios dice cosas como “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”, y sin embargo nos guardamos los problemas y preocupaciones, vivimos agobiados bajo su peso, nos derrotan, y nos afanamos por las cosas. Nos ha dicho que acudamos a Él cuando nos sintamos así; nos ha dicho que si andamos sedientos en algún sentido podemos acudir a Él, y nos ha garantizado que quienquiera que acuda a Él, nunca tendrá sed, y que el que coma el pan que Él dará, nunca tendrá hambre. Ha prometido darnos “una fuente de agua que salte para vida eterna” de modo que nunca tengamos sed. Pero, no lo creemos. Tomemos todas esas afirmaciones que hizo estando en la tierra, las palabras que dirigió a los que le rodeaban; todas nos estaban destinadas. Fueron dichas para nosotros hoy, lo mismo que cuando las pronunció por primera vez, y este es también el caso de todas las afirmaciones sorprendentes en las cartas. El problema es que no lo creemos. Este es el problema básico. ‘Poca fe’ significa no tomar la Biblia como es, no creerla ni vivir de acuerdo a ella, ni aplicarla.
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Extracto del libro: «El sermón del monte» del Dr. Martyn Lloyd-Jones