Se dice que “el cristianismo es Cristo” y que la teología cristiana es por lo tanto una explicación sobre quién es Cristo y lo que significa tener fe en Él. Pero esto no es tan simple como parecería ser a primera vista.
En primer lugar, la afirmación más importante que puede hacerse sobre Jesús, que es tanto Dios como hombre, es muy difícil de captar. Por otro lado, las doctrinas sobre la persona de Cristo nos conducen rápida e inevitablemente a consideraciones sobre la obra de Cristo. Todo esto hace que resulte imposible hablar significativamente sobre quién es Jesús sin hablar al mismo tiempo sobre lo que hizo y sobre la importancia de lo que esto representa para nosotros. ¿Por qué Jesús se hizo hombre? La respuesta a esta pregunta, como veremos, es que Jesús se hizo hombre para poder morir por los que creerían en Él. Esta respuesta está tratando la obra de Cristo y por lo tanto bien podría ser considerada más adelante, en la sección sobre la obra de Cristo. Pero también es relevante aquí, porque la obra desarrollada por Cristo está íntimamente relacionada con quién es Él, y la pregunta «¿Qué hizo?» requiere inevitablemente una explicación sobre su singular naturaleza como Dios-hombre.
Podríamos decir que la naturaleza de Cristo le otorga significado a su obra. Y su obra, que gira en torno a la expiación, constituye el fundamento apropiado para una doctrina sobre su persona. James Denney, un profesor del United Free Church College en Glasgow, Escocia, trató este tema a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Necesitamos una expiación. Pero, como escribe Denney, Cristo es la única Persona que puede realizar esta obra por nosotros. Este es el aspecto más profundo y decisivo que podemos conocer sobre Él, y al responder a las preguntas que derivan de ella, estamos comenzando basados en la experiencia.
En un cierto sentido Cristo se nos aparece como el reconciliador. Está cumpliendo la voluntad de Dios en nuestro lugar, y a nosotros sólo nos cabe observar. Vemos como se derrama sobre Él el juicio y la misericordia de Dios en relación a nuestros pecados. Su presencia y su obra sobre la tierra son un regalo divino, una visita divina. Él es el regalo que Dios le hace a los hombres, no es el ofrecimiento de los hombres a Dios. Dios se nos entrega a sí mismo en y con Él. Le debemos todo lo que llamamos vida divina. Por otro lado, esta visita divina se hace, y esta vida divina es impartida, mediante una vida y una obra que son verdaderamente humanas. La presencia y la obra de Jesús en el mundo, incluso la obra de llevar el pecado, no nos obliga a definir lo humano y lo divino por oposición: no hay ninguna sugerencia de incongruencia entre ambos. Sin embargo, ambos están presentes, y el hecho de que ambos estén presentes justifica que nos preguntemos acerca de la relación de Jesús con Dios por un lado, y de su
relación con los hombres por otro.
Es por ese motivo que debemos ocuparnos aquí sobre la obra de Cristo, en particular como una explicación de la Encarnación. Solamente después de haber hecho esto podremos estar en la posición de considerar la obra de Cristo en su totalidad.
En las obras de Anselmo de Canterbury (que murió en 1109) encontramos una afirmación clásica con respecto a la pregunta sobre por qué Jesucristo se hizo hombre. La obra teológica maestra que escribió Anselmo, Cur Deus Homo (que literalmente significa «¿Por qué Dios hombre?», y expresada en términos más coloquiales, «¿Por qué Dios se hizo hombre?») trata la cuestión de la Encarnación. La respuesta es una afirmación cuidadosamente pensada sobre la expiación. Anselmo respondía que Dios se hizo hombre en Cristo porque sólo una persona que fuera Dios y hombre al mismo tiempo podía lograr nuestra salvación.
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Extracto del libro “Fundamentos de la fe cristiana” de James Montgomery Boice