Somos una Iglesia Bautista Reformada, pero… ¿Qué es una Iglesia Bautista Reformada? ¿Qué queremos decir con este término? En medio de tantas denominaciones, es preciso definir con exactitud nuestras convicciones…
I. LAS ESCRITURAS
II. LA PREDICACIÓN
III. LAS DOCTRINAS DE LA GRACIA
IV. LA EVANGELIZACION
V. LA ADORACIÓN
Somos bautistas en el sentido de que creemos en las verdades a las que, en algunas ocasiones, se les ha llamado «Distintivos Bautistas”, es decir, bautizamos a las personas que confiesan a Cristo como su Salvador, que tienen discernimiento y madurez para tomar esa decisión, y que conscientemente asumen la responsabilidad de servir a Dios en medio de su generación haciendo pública profesión de fe y por tanto, siendo bautizados por inmersión, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La idea de que los bebés de los creyentes estén en el Nuevo Pacto requiere la premisa adicional de que todos ellos perseverarán y serán salvos, algo que no es en absoluto cierto, por lo cual, entendemos que en la nación de Israel, los niños pertenecían al pacto solo con el hecho de nacer en esa nación y como ciudadanos de ella, pero en cuanto a la Iglesia, solo es el nuevo nacimiento operado por el Espíritu Santo el que los hace miembros del pacto y ciudadanos del Reino de los cielos, por lo que no es el nacimiento físico en una familia cristiana lo que incluye a un niño en el pacto. No vemos el bautismo por aspersión en ninguno de los ejemplos que nos muestra la Escritura, ni en el paso del pueblo de Israel por el mar Rojo, ni en los acontecimientos que tuvieron lugar en el bautismo público de aquellos que se arrepintieron de sus pecados.
El bautismo por inmersión simboliza la muerte y la entrada al sepulcro, y el levantamiento del agua simboliza la resurrección del cuerpo. Esto simbolos no deben ser pasados por alto. Por otra parte, siguiendo la secuencia paidobautista y catolico romana, en ningún lugar se nos enseña que estos niños deben ser confirmados a cierta edad, cosa que tienen que imponer a los jóvenes debido a su error inicial de bautizar a los bebés. Entendemos que toda esa enseñanza es contraria a la doctrina del bautismo, y así lo hacemos constar.
Somos una “Iglesia Reformada” puesto que apoyamos y estamos convencidos de la veracidad de las grandes doctrinas que volvieron a salir a la luz en la Reforma del Siglo XVI respecto a la salvación del hombre. Por estas dos razones, nos definimos como una iglesia “Bautista Reformada”, porque bautizamos a las personas adultas y porque mantenemos las doctrinas que surgieron de la Reforma. Pero avancemos un poco mas y veamos …. ¿Cuáles son nuestras creencias?.
I. LAS ESCRITURAS
Primeramente, una Iglesia Bautista Reformada es una iglesia local que reconoce la autoridad suprema de las Sagradas Escrituras. Esto es algo que parece obvio, pero no lo es a tenor de los terribles derroteros que toman las iglesias llamadas cristianas, cuando introducen en su adoración y en su practica diaria la moda del mundo y su moda de pensamiento, adaptándose a lo que el mundo sugiere y alejandose de los principios y mandamientos que se exponen con precisión en las Escrituras. Son Las Escrituras las que nos enseñan en cuestión de fe, es decir, las cosas que creemos, y en cuestión de práctica, es decir, las cosas que hacemos en nuestra vida cotidiana. Nuestra única autoridad es la Palabra de Dios. Si algo, ya sea de fe o de práctica, es contrario a la Biblia, entonces, no importa quién alegue, no importa qué buenos argumentos se emitan a su favor, no podemos aprobarlo ni aceptarlo.
Reconocemos que en el funcionamiento de una iglesia local habrá cuestiones para las cuales no exista un mandamiento bíblico específico, pero sí que hay un principio que debemos aplicar, y en ese sentido, obraremos en consecuencia, sin temor a los hombres. Creemos en la autoridad de las Sagradas Escrituras, y deseamos en nuestra vida como iglesia tomar ese modelo conforme a lo que Dios ha revelado en ellas. Pedimos a Dios que abra nuestro entendimiento para comprender Su Palabra, y tenemos la disposición de estar siempre prestos a cambiar cualquiera de nuestras prácticas, si están fuera de los límites de las Escrituras. La actitud que dice “No importa lo que la Biblia dice, siempre lo hemos hecho así” es para nosotros reprochable. Apelamos “a la ley y al testimonio”, y buscamos directamente en la fuente: ¿qué dicen las Escrituras?
II. LA PREDICACIÓN
En segundo lugar, los Bautistas Reformados creemos en la preeminencia de la predicación de la Palabra de Dios. Creemos que la predicación de la Biblia debe tener el lugar central en nuestros cultos de adoración. Creemos que nada puede ni debe tomar el lugar de la predicación de la Palabra. Nuestra convicción es que la iglesia de Cristo ha sufrido porque se ha rebajado la predicación de la Palabra de Dios de su lugar central. Creemos que los seminarios y colegios bíblicos deben ser instituciones que preparen y estimulen a futuros predicadores, pero bajo la dirección y como un ministerio mas de la iglesia local, sometidos a su disciplina y a su gobierno, completamente dependientes de ella, dado que la Escritura no reconoce las organizaciones paraeclesiales. Solo la iglesia ha sido establecida por Dios para cumplir un propósito específico en su plan redentor: ser columna y baluarte de la verdad.
Creemos que en cualquier lugar el pueblo de Dios debe ser alentado y animado a orar para que el Señor capacite a hombres con el don de la predicación y el liderazgo bíblico, a fin de que Él dé pastores a Su iglesia, pastores que las apacienten con ciencia y con inteligencia, basados en el temor de Dios y la honra a Su Nombre. Y decimos “pastores” en masculino. Ellos son los únicos que pueden dirigir al pueblo de Dios, ya que las Sagradas Escrituras, desde el principio hasta el final, enseñan y proclaman que únicamente han ser hombres los que pueden predicar y pastorear al rebaño, ejerciendo el gobierno bíblico. No aceptamos «pastoras» en el ministerio, porque esto es contrario a la enseñanza bíblica, y responde a una cuestión de moda social.
El término utilizado por las Escrituras para definir tal oficio viene establecido al decir “pastores, obispos, supervisores, ancianos”. Todos estos nombres significan el mismo tipo de oficio dentro de la iglesia, y están en masculino, asimismo hay principios de autoridad establecidos en las Sagradas Escrituras que confirman una y otra vez este hecho. Dios determinó quienes son los que tendrían que dirigir su Iglesia, y nosotros no vamos a contradecir lo que Dios mismo ha establecido. ¡Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso!. (Rom. 3:4)
Por esta razón nos recuerda el apóstol Pablo: 1Cor. 11:3 Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. De manera que la mujer no ha sido puesta bajo la posición de cabeza, no puede ejercer gobierno en los ámbitos de actuación que determinan las Escrituras. Esto es contrario a la moda de hoy, pero la Biblia no se somete a los vaivenes de las modas de pensamiento, y por tanto demanda de los creyentes su observancia y obediencia.
III. LAS DOCTRINAS DE LA GRACIA
En tercer lugar, como Bautistas Reformados, declaramos nuestra creencia sin temor alguno en aquellas doctrinas que son conocidas como “Las Doctrinas de la Gracia”. Con esta expresión nos referimos a las doctrinas de la depravación total del hombre, de la elección incondicional, de la expiación limitada, del llamado eficaz, y de la perseverancia final de los santos. Nos regocijamos en estas grandiosas verdades que sostienen la Soberanía de Dios en la salvación del hombre, y que tan gloriosamente afirman la realidad central de que la salvación es sólo por gracia, por medio de la fe, que esa fe es un don que Dios da a quien quiere y cuando quiere, que es por su Voluntad que esto se lleva a cabo, que es el Espíritu Santo quien obra el nuevo nacimiento de acuerdo a la Voluntad de Dios, y que Cristo muere por aquellos que el Padre le dio y que son aquellos sobre los que el Espíritu Santo ha operado la regeneración, por lo que el hombre no puede aportar absolutamente nada en esa obra de Redención. En este sentido, proclamamos que es sólo por la fe, la cual es dada como un don de Dios a su pueblo, y por medio de la cual el pecador es llevado a creer en Cristo y a entrar en el Reino de los Cielos en base al sacrificio todo suficiente y perfecto de Cristo, quien pagó por su pueblo las demandas que la ley establecía, satisfaciendo así la justicia divina, y rescatando a su pueblo de una condenación segura. Por eso el nombre que el ángel anuncia es: Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados, a nadie mas.
Estas doctrinas de la gracia están definidas en la Segunda Confesión de Fe de Londres de 1689 y en muchas otras confesiones Bautistas de la historia. En 1861 cuando Charles Spurgeon abrió el Tabernáculo Metropolitano en Londres, Inglaterra, celebró la ocasión teniendo invitados de renombre que predicaron sermones acerca de estas doctrinas, y aún así, no es que creemos en estas doctrinas porque Spurgeon o cualquier otro pastor reformado las predicase, tampoco las creemos por el hecho de que estén definidas en las confesiones bautistas históricas, sino que las creemos porque están claramente presentadas y definidas así en las Sagradas Escrituras.
Vivimos en una época en la que estas verdades fundamentales que nos enseñan las Sagradas Escrituras, son ignoradas, e incluso descaradamente negadas y pervertidas por muchos que tienen el nombre de “cristianos evangélicos”. Nos entristece ver que la lucha que muchos de nuestros antepasados en la fe sostuvieron contra el engaño y el error de los inicuos, poniendo en riesgo sus vidas, y transmitiendo la verdad del evangelio a las generaciones siguientes, sean en nuestros días tapados por la ignorancia de quienes se acercan a la Escritura pervirtiendo lo que Dios mismo ha dicho, quitándole SU GLORIA, y negando el poder de Su Palabra, la cual trajo a la existencia lo que no existía, y que es la misma que trae a la vida, por su soberano poder y voluntad, al que está muerto en delitos y pecados. Es la Voluntad de Dios la que prevalece, no la del hombre.
Estas doctrinas son las enseñanzas que Dios declara en Su Palabra, y entendemos que cuando Dios habla, el hombre debe callar. Sabemos que no son verdades populares, pero son verdades, y las aceptamos con gozo y las defenderemos mientras Dios nos siga dando un hálito de vida. También afirmamos que no sólo las creemos sino que además sostenemos que deben de ser claramente predicadas desde el púlpito, a fin de que el pueblo de Dios sea enseñado en toda verdad, tanto para esta vida, como para la futura. Creemos que en nuestros días se necesita predicar con más tesón sobre las doctrinas de la gracia y que el pueblo de Dios necesita desesperadamente ser instruido en ellas, para evitar un fin como el que sobrevino sobre el pueblo de Israel, donde el menosprecio a la Palabra de Dios fue tal, que Dios tuvo que castigarlos severamente, debido a la falta de piedad en sus vidas infectadas de mundanalidad e idolatría. Así se cumplió la Palabra del Señor: “Mi pueblo pereció porque le faltó conocimiento”. Y es exactamente en ese lugar en el que se encuentra la cristiandad de nuestros días.
IV. LA EVANGELIZACIÓN
Afirmamos que, como Bautistas Reformados, creemos en la necesidad y responsabilidad de evangelizar. No tenemos más simpatía por el Hiper-calvinismo que por el Arminianismo. No creemos que hay incongruencia entre la soberanía de Dios en la salvación de Sus escogidos y Su mandato de predicar el Evangelio a toda criatura. Nosotros no sabemos a quienes salva y salvará Dios, esa es una prerrogativa que sólo tiene que ver con sus decretos eternos y secretos. Pero Él ha establecido un método para salvar pecadores, y no es otro que su Palabra predicada por la que llama a aquellos a quienes ha destinado a esta gracia, dándoles la salvación, por lo cual decimos como el apóstol Pablo: 1Co 9:16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y !!ay de mí si no anunciare el evangelio! Ahora bien, es verdad que no creemos mucho de lo que se practica bajo el nombre de ‘evangelismo’ en pleno siglo XXI. Consideramos que mucho de lo que hoy en día es llamado ‘evangelismo’ es poco más que estrategias de marketing para ganar clientes o adeptos a tal o cual entidad religiosa.
Nos quedamos perplejos al ver las acciones superficiales que se llevan a cabo bajo ese nombre; estamos horrorizados por las presiones, trucos y planes calculados para producir “decisiones” basadas en las emociones únicamente, que tan pronto como llegan se van. No podemos estar de acuerdo con tales conductas que no son enseñadas en las Escrituras y que se alejan de los fundamentos principales de la fe y de cómo Dios ha establecido el método para llamar a los pecadores, e insistimos en esta verdad diciendo que la salvación de pecadores no llega por ningún otro método que no sea el que Dios ha establecido, y este es: la predicación de su Palabra, anunciada con fidelidad y de forma completa, es decir, presentando todo el consejo de Dios.
El hecho de que creamos en nuestro deber de evangelizar no significa que vayamos a cooperar con cada proyecto que lleve ese nombre. Creemos que en el hecho de evangelizar debemos ser gobernados por la Palabra de Dios y someternos, no al capricho de las modas o corrientes de pensamiento de cada época o cultura, sino a lo que explícitamente expone la Palabra de Dios, y en este sentido se nos enseña explícitamente que “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. No entendemos otra forma de evangelizar que no sea la exposición fiel e íntegra de la Palabra de Dios, para la Gloria de Su Nombre y para el bien de su pueblo. Este es el método de evangelismo que nos enseña la Escritura y nosotros no tenemos la menor intención de contradecir lo que Dios, en su Palabra revelada, nos ha dicho.
V. LA ADORACIÓN
Una iglesia Bautista Reformada es una iglesia local con un serio enfoque en la adoración. El Dios que alabamos es un Dios de majestad, gloria, honor y santidad. El Dios de la Biblia es Aquel ante quien los ángeles del cielo cubren sus rostros y constantemente claman “Santo, Santo, Santo”; adorándole de día y de noche; Él es digno de toda Honra, Gloria y Honor. Creemos que cuando nos congregamos para alabar a este grandioso y glorioso Dios y Salvador, debemos hacerlo con reverencia y santo respeto. Esto nos llevará a adorarle con un TEMOR REVERENTE. Alguien dirá: “Pero debe de haber gozo también”. Sí, efectivamente, pero debe de ser un gozo que sea en el Señor. No queremos un gozo que surja del «sensacionalismo”, sino uno que surja del conocimiento de Dios, un gozo moderado y controlado por la reverencia. Creemos que hay una enorme diferencia entre un culto de adoración “muerto” y un culto de adoración en el que se adore a Dios en espíritu y en verdad, trayendo sacrificios espirituales, y estableciendo la adoración sobre las enseñanzas explicitas de las Escrituras.
Puesto que entendemos que esta es la forma en la que Dios debe de ser adorado, consideramos que cualquier cosa que le reste mérito no debe de ser aceptada. La frivolidad (o informalidad), el hacer del tiempo de adoración una exaltación de los sentimientos personales de cada cual, el que el lugar de culto se convierta en un circo, el que se usen instrumentos y formas de alabanza impuestas por la moda del momento, el que haya desorden, irreverencia, así como el abuso del Nombre Sagrado del Dios de los cielos, están fuera de lugar y son incongruentes con la adoración al Dios tres veces Santo. De hecho, la palabra «adorar» significa «postrarse reverentemente». Esto supone que debemos mantener la solemnidad y la reverencia, porque nos acercamos a adorar al Dios tres veces Santo.
La adoración a Dios en su día Santo, instituido a tal efecto en la creación del mundo y ratificado en el cuarto mandamiento, nos debe llevar a estar muy atentos a la importancia que Dios le da al culto público en su día, que ha sido santificado y bendecido por Él mismo, por lo que cuando en el día del Señor nos reunimos juntamente con nuestros hermanos, debemos recordar que estamos en un lugar solemne para adorar al Dios Eterno, y tanto en las formas como en el fondo, se debe manifestar lo que estamos haciendo: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Rom. 12:1)
También creemos que la música en la iglesia debe de ser gobernada por el gran hecho central de Aquel a quien adoramos. Mucha de la música que invade las iglesias de hoy es una imitación del mundo. Hay muy poca diferencia entre la música que se escucha en la iglesia y la que se presenta en la televisión o en espectáculos mundanos, excepto que las palabras que se cantan son aparentemente “religiosas”, pero el espíritu que prolifera es el del mundo; la atracción es para la carne. Los que van a la iglesia, no se acercan al lugar de culto a adorar a Dios, sino que van a satisfacerse a sí mismos con lo que a ellos les gusta hacer alimentando las emociones y el deseo de su corazón, pero no adoran de acuerdo a la enseñanza explicita que Dios ha dejado revelada en su Voluntad.
No hay sacrificios de alabanza, sino un tiempo compuesto por la diversión y el entretenimiento. Eso no es un culto de adoración según las Escrituras. Eso no tiene cabida en el Día Santo de adoración a Dios. Lo que es sagrado no debe de ser profanado y empleado como entretenimiento. Si la gente quiere divertirse, que se vayan a los lugares mundanos de diversión para entretenerse; pero que no pretendan estar adorando al Dios Trino cuando en realidad están blasfemando su Santo Nombre. Que no pretendan estar en un culto ante la presencia de Dios, donde la diversión es lo que impera y la satisfacción egoísta y personal es lo que se persigue.
Cuando nos reunimos a adorar a Dios queremos dejar el mundo fuera, no queremos apelar a la carne sino a los sentidos espirituales; no queremos la sofisticación del mundo sino la sencillez de Cristo. ¡Queremos sentir en la adoración el temor de Dios en nuestros corazones! Queremos honrar a Dios y ser enseñados en toda verdad para vivir en este mundo sobria, justa y piadosamente.
Esta es nuestra iglesia. Esperamos que quienes se acercan a visitarnos o buscan una iglesia en la que integrarse, respeten nuestra doctrina, respeten la adoración que aquí se lleva a cabo y traigan un espíritu enseñable que tiemble ante la Palabra de Dios.
Oramos sin cesar para que Dios levante muchas iglesias sobre la faz del mundo que deseen las mismas doctrinas y que luchen por ellas, porque estas fueron las doctrinas rescatadas en la Reforma protestante del Siglo XVI de donde venimos como evangélicos. ¡Que Dios se agrade en visitar a su pueblo de nuevo con lluvias de bendiciones para que Él sea glorificado en y a través de Su Iglesia!
Aquí puede obtener la exposición a las DOCTRINAS DE LA GRACIA