En BOLETÍN SEMANAL
​Las cosas nos van mal y estamos pasando por momentos difíciles. Golpe tras golpe están descendiendo sobre nosotros. Hemos estado viviendo la vida cristiana, leyendo nuestra Biblia, trabajando en la viña del Señor, y a pesar de todo esto, las pruebas nos asaltan. Parecería que todo nos fuera mal, "he sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas". Una prueba sigue a la otra.  Pero quisiera hacer una pregunta: ¿Podríamos decir ante todo esto: "Dios es siempre bueno"?  La respuesta es:  Sí, aun en nuestras circunstancias actuales y viendo prosperar al malo. A pesar de la crueldad del enemigo o la traición de un amigo, a pesar de todo podemos decir: "Dios es siempre bueno".

​Ciertamente es bueno Dios para con Israel, Para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos.  Salmo 73:1

No debemos olvidar las sutilezas de Satanás porque se presenta como un amigo. Es evidente que se presentó así al salmista. Le dijo: «¿No te parece que en vano has limpiado tu corazón, y lavado tus manos en inocencia? Esto es lo que has estado haciendo», dice el diablo. «Parecería que estás pasando tu tiempo en renuncia y oración. Realmente algo está mal en tu enfoque. ¡Crees en el evangelio, pero mira lo que te está ocurriendo! ¿Por qué estás pasando por estas pruebas tan duras? ¿Por qué un Dios de amor te trata así? ¿Es ésta la vida que tú estás defendiendo? Amigo», le dice, «estás cometiendo un error; te estás haciendo un daño tremendo; no eres justo para contigo». ¡Oh, la terrible sutileza de todo esto!

Sin embargo, la tentación parecería presentar el caso con lógica. Es que aparece con un efecto cegador, que aparentemente lo muestra como inocente y razonable. «Después de todo», razona el salmista, «estoy viviendo una vida santa, y me sucede esto. Aquellos hombres blasfeman a Dios en su altanería dicen cosas que no se deben decir, ni aun pensar. Sin embargo prosperan a sus hijos les va bien, y tienen más de lo que el corazón pueda desear. Mientras tanto, aquí estoy sufriendo exactamente lo contrario, sólo puedo Ilegal a una conclusión». Mirándolo desde un punto de vista humano, este caso parece no tener solución. Esta es la característica de la tentación. Nadie caería en la tentación si no obrara así. Es tan plausible, poderosa, fuerte, lógica y aparentemente irrefutable. Sabemos muy bien que no estoy hablando teóricamente. Todos sabemos algo de esto, y si no lo sabemos, no somos cristianos. El pueblo de Dios está sometido a esto, y porque es de Dios, el enemigo lo usa como objetivo para abatirlo.

Llegando a este punto, enfatizo nuevamente que ser ten¬tado de esta manera, no es pecado. Débenos aclarar bien este punto. Que estos pensamientos se presenten e insinúen en nuestras mentes no nos hace culpables de pecado. Nuevamente encontramos un punto que es fundamental en nuestra lucha espiritual. Debemos conocer la diferencia entre ser tentados y pecar. No podemos controlar los pensamientos que el diablo pone en nuestra mente. El los coloca allí. Pablo habla de «los dardos de fuego del maligno». Esto es lo que le estaba pasando al salmista. El diablo se los estaba arrojando, pero el solo hecho de que éstos venían a su mente no quiere decir que era culpable de pecado. El Señor Jesucristo mismo fue tentado. El diablo lo acosó con ideas en su mente pero El no pecó, pues las rechazó todas. Las ideas vendrán a nuestra mente y el diablo nos hará pensar que ya pecamos. Pero no son nuestras ideas, son las del diablo; él las colocó allí. Fue Billy Bray de Cornwall que en su manera original dijo: «No puedes evitar que el cuervo vuele sobre tu cabeza, pero sí puedes prevenir que haga un nido en tu cabello». Y así digo que no podemos evitar que las ideas se insinúen en nuestras mentes, pero lo que nos debemos preguntar es: ¿Qué hacemos con ellas? Hablamos de pensamientos «que me pasaron por la mente», pero siempre que pasen, no son pecados. Se convierten en pecados si los aceptamos y consentimos con ellos. Enfatizo esto, pues constantemente he tenido que tratar con personas atormentadas por los malos pensamientos que se les han cruzado por la mente. Lo que yo les digo es lo siguiente: «Escucha lo que me estás diciendo. Dices que ‘el pensamiento se te ha cruzado’. Bueno, si esto es cierto, no has pecado. Tú no me has dicho: ‘he pensado’, sino ‘se ha cruzado’. Esto es correcto. El diablo te ha puesto éste o aquel pensamiento en tu mente, y por esto no eres necesariamente culpable de pecado. La tentación en sí no es pecado».

Esto nos trae al último punto que es vital. Es muy importante saber cómo actuar ante la tentación, para que cuando ésta nos venga sepamos cómo encararla. La verdad es que, en cierto sentido este es el propósito del salmista. La única forma de saber que hemos lidiado con la tentación en su debida forma, es que arribemos a la correcta conclusión final. He empezado con la misma y finalizaré con ella. El gran mensaje de este Salmo es que si tú y yo sabemos cómo hacer frente a la tentación, podremos tornarla en una gran fuente de victoria. Podremos arribar, después del proceso, a una situación mucho más fuerte que cuando empezamos. Podremos haber estado en un lugar en donde nuestros pies «casi se deslizaron». Esto no interesa si al final hemos de llegar a aquella elevada meseta donde nos encontraremos cara a cara con Dios con una confianza de la que carecíamos antes. Podemos utilizar al diablo y a sus maquinaciones, pero tenemos que aprender cómo hacerlo. Podemos hacer que esta prueba se torne en una gran victoria, y decir «habiendo pasado todo esto ahora veo que Dios es siempre bueno. Hubo un momento en que estuve tentado a pensar lo contrarío y me doy cuenta que estaba equivocado. En toda circunstancia, no interesa lo que me pase a mí o a otra persona, he llegado a la conclusión que ‘Dios es bueno para con Israel'».

¿Estamos todos dispuestos a decir esto? Podría ser que estamos pasando en este momento por una experiencia similar. Las cosas nos van mal y estamos pasando por momentos difíciles. Golpe tras golpe están descendiendo sobre nosotros. Hemos estado viviendo la vida cristiana, leyendo nuestra Biblia, trabajando en la viña del Señor, y a pesar de todo esto, las pruebas nos asaltan. Parecería que todo nos fuera mal, «has sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas». Una prueba sigue a la otra. Quisiera hacer una pregunta: ¿Podríamos decir ante todo esto: «Dios es siempre bueno»? Sí, aun en nuestras circunstancias actuales y viendo prosperar al malo. A pesar de la crueldad del enemigo o la traición de un amigo, a pesar de todo, ¿podemos decir: «Dios es siempre bueno», no hay excepción ni condicionamiento? ¿Podemos decirlo? De otro modo, somos culpables de pecado. Podemos haber sido tentados a dudar. Esto es de esperar, pero no es pecado. La pregunta que hago ahora es: «¿estábamos capacitados para vencer la tentación? ¿Pudimos sacar esos pensamientos de nuestra mente? ¿Fuimos capaces de decir: «Dios es siempre bueno» sin reservas? ¿Podemos decir: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien», sin dudar? He ahí la comprobación. Pero quisiera que nos demos cuenta que a pesar de que el salmista dice: «Dios es bueno para con Israel», no se olvida de añadir: «para con los limpios de corazón». Debemos tener cuidado y ser justos con nosotros mismos y con Dios. Las promesas de Dios son grandes e incluyen todo, pero todas tienen esta condición, «… para con los limpios de corazón». En otras palabras, si tú y yo hemos pecado contra Dios, El nos va a castigar, y va a ser penoso. Pero aun cuando El nos castiga, es bueno con nosotros. Por el mismo hecho de ser bueno, es que nos disciplina. Si no experimentamos el castigo de Dios, somos bastardos y no hijos, como nos recuerda el autor de la Epístola a los Hebreos. Recordemos, que si queremos comprender esto claramente, hemos de tener corazones limpios. Debemos ser verdaderos en lo más íntimo de nuestros corazones, y no tener pecados escondidos, porque si «… en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado». Si no soy honesto y recto con Dios no tengo el derecho de hacer mía ninguna de sus promesas. Si, por el contrario, tengo el solo deseo de estar bien con Dios, entonces sí, puedo decir confiadamente que «Dios es siempre bueno para con Israel».

A veces pienso que la esencia de la vida cristiana y el secreto del poder espiritual, es darse cuenta de dos cosas. Están en los dos primeros versos: »Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies: por poco resbalaron mis pasos. . .». En otras palabras, tengo que tener absoluta confianza en Dios y no en mí mismo. Siempre que tú y yo estemos en esa posición en la que adoramos y servimos a Dios en el Espíritu, «nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne» (Filipenses 3:3), estará bien. Esto es ser un cristiano verdadero. Por un lado, absoluta confianza en Dios, y por el otro, no confiar en noso¬tros mismos ni en lo que podamos hacer. Y si tengo este concepto de mí mismo, entonces siempre miraré a Dios. En esta posición nunca caeré.

Que Dios nos conceda la gracia para aplicar algunos de estos sencillos principios a nuestras vidas, y que cuando lo hagamos, recordemos que tenemos el más grande ejemplo e ilustración de todos en nuestro bendito Señor Jesucristo. Lo veo a El en el jardín de Getsemaní. el mismo Hijo de Dios, y le oigo pronunciar estas palabras: «Padre, si fuera posible». En ese momento hubo perplejidad. Él preguntó: «¿No hay otro camino? ¿Es ésta la única forma en que mi pueblo puede ser salvado? La idea de que el pecado del mundo se interponía entre Él y su Padre lo confundió. Pero se humilló. La perplejidad no provocó una caída; se enco¬mendó a Dios diciendo en efecto: «Tus caminos son siempre justos, tú eres siempre bueno, y en cuanto a lo que has de hacer conmigo, sé que será bueno. Sea hecha tu voluntad y no la mía».

Extracto del Libro: «la fe a prueba» del Dr. Matin Lloyd-Jones

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