“REDENCIÓN”
En algunos versículos la sangre de Cristo es llamada “un precio” y “un rescate” (Ver Mateo 20:28). El propósito de un rescate es para obtener una liberación de aquellos por quienes el precio ha sido pagado. Es inconcebible que un rescate sea pagado y la persona permanezca todavía como prisionera.
Entonces ¿Cómo puede ser argumentado que Cristo murió por todos los hombres cuando no todos son salvos? Sólo los que son realmente librados del pecado pueden ser aquellos por los cuales Cristo murió. La “redención” no puede ser “universal”. La redención es particular puesto que sólo algunos son redimidos.
“RECONCILIACIÓN”
Otra palabra que la Biblia usa para describir lo que Cristo obtuvo por su muerte es reconciliación; “fuisteis enemigos… y ahora os ha reconciliado”. (Col.1:21) La reconciliación es la restauración de la amistad entre dos partes anteriormente enemigas. En la salvación de la cual la Biblia habla, Dios es reconciliado con nosotros y nosotros somos reconciliados con Dios; estas dos cosas deben suceder. La reconciliación de una parte y de la otra son dos hechos separados, pero ambos necesarios para hacer la reconciliación completa. Es necio sugerir que por la muerte de Cristo, Dios está ahora reconciliado con todos los hombres, pero que sólo algunos hombres están reconciliados con Él. Espero que nadie sugiera que Dios y todos los hombres están reconciliados de esta manera, porque esa sería una reconciliación coja. No hay una reconciliación real a menos que ambas partes participen de ella. El efecto de la muerte de Cristo fue reconciliar a Dios con los hombres y viceversa: “fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” (Rom.5:10), “es por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.” (Rom.5:11). Así también ambas reconciliaciones se mencionan en 2 Cor.5:19-20; “Dios… estaba reconciliando… consigo… y sed reconciliados con Dios”. Ahora bien, no puedo ver cómo es que esta doble reconciliación puede ser “reconciliada” con la idea de que la muerte de Cristo fue para todos los hombres. Si por la muerte de Cristo, todos los hombres participan de esta doble reconciliación, entonces ¿Cómo es posible que la ira de Dios esté sobre algunos? (Jn.3:36). Seguramente que Cristo solo pudo haber muerto por aquellos que realmente son reconciliados.
“SATISFACCIÓN”
La palabra satisfacción para referirse a la muerte de Cristo, no se encuentra en la Biblia en español. No obstante el significado de la palabra (es decir, un pago completo de la deuda del deudor al acreedor) es una idea que el Nuevo Testamento usa frecuentemente, cuando se refiere a la muerte de Cristo. En nuestro caso, los hombres son deudores a Dios porque no guardan sus mandamientos. La satisfacción necesaria para pagar nuestros pecados es la muerte: “La paga del pecado es muerte.” (Rom.6:23) La ley de Dios es nuestro acusador al expresar la justicia divina en nuestra contra. Somos convictos como transgresores y por lo tanto merecemos morir. La salvación sólo es posible si Cristo paga nuestra deuda y así satisface la justicia de Dios. La muerte de Cristo es llamada una “ofrenda” (Ef.5:2) y una “propiciación” (1Jn.2:2). La palabra ofrenda significa un sacrificio expiatorio, es a saber, un sacrificio para hacer enmienda por el pecado. Propiciación significa una ofrenda para satisfacer la justicia. Así pues, podemos usar la palabra satisfacción para abarcar toda la enseñanza bíblica acerca de significado de la muerte de Cristo. Por lo tanto, si Cristo por su muerte ha hecho una satisfacción efectiva por alguien, entonces Dios tiene que estar completamente satisfecho con ese alguien. Dios no puede exigir, justamente, un segundo pago de ningún tipo. ¿Cómo se puede decir entonces que Cristo murió por todos los hombres y no obstante muchos viven y mueren siendo pecadores, bajo la condenación de la ley de Dios? Que contesten aquellos que puedan reconciliar estas cosas. Yo digo que sólo los que son en realidad librados de su deuda en esta vida, son aquellos por los cuales Cristo hizo satisfacción.
Extracto del libro: la muerte de la muerte por la muerte de Cristo, de John Owen