Mi segunda prueba [de que esta alianza de religión y artes representa un nivel inferior del desarrollo religioso y humano] es que esto está enteramente en acuerdo con la relación superior entre religión y arte. Aquí apelo a Hegel y Von Hartmann, que serán testigos imparciales puesto que se encuentran fuera del calvinismo. Hegel dice que el arte, que en un nivel inferior de su desarrollo se presta para una religión todavía sensual, finalmente le ayuda a desechar las ataduras de la sensualidad. Pues en un nivel inferior es solamente la adoración estética que libera el espíritu; pero «las bellas artes no son su emancipación suprema, pues esta se encuentra solamente en el ámbito de lo invisible y espiritual.» Y Von Hartmann declara que, originalmente, la adoración divina estaba inseparablemente unida a las artes, pues en su etapa inferior la religión todavía se pierde en la forma estética. En ese período, dice, todas las artes participan en el servicio del culto; no solo la música, la pintura, la escultura y la arquitectura, sino también la danza, la pantomima y el drama. Por el otro lado, cuanto más se desarrolla la religión hacia la madurez espiritual, se desata de los lazos del arte, porque el arte siempre es incapaz de expresar la esencia misma de la religión. Y el resultado final de este proceso histórico de separación, concluye, será que la religión plenamente madura se abstendrá enteramente del estimulante de la seudo-emoción estética, para concentrarse entera y exclusivamente en aquellas emociones que son puramente religiosas.
Ambos, Hegel y Von Hartmann, tienen razón en este pensamiento fundamental. La religión y las artes tienen ambas una esfera particular en la vida. Al inicio parece que no se puede distinguir entre estas dos esferas tan entrelazadas, pero con el avance del desarrollo se separan necesariamente. Viendo a dos bebés en la cuna, es difícil decir cuál es varón y cuál es mujer; pero cuando alcanzan la madurez, los vemos como hombre y mujer, ambos con rasgos y expresiones particulares. De la misma manera, cuando alcanzan su desarrollo maduro, religión y arte exigen ambos una existencia independiente; y los dos sistemas entrelazados ahora tienen ambos su propia raíz. Este es el proceso desde Aarón hacia Cristo, desde Bezaleel y Oholiab hacia los apóstoles. Y por medio del mismo proceso, el calvinismo ocupa un nivel superior en el siglo XVI de lo que pudo alcanzar el romanismo. En consecuencia, el calvinismo no fue capaz de, ni le era permitido, desarrollar un estilo artístico particular desde su principio religioso. Si lo hubiera hecho, hubiera retrocedido a un nivel inferior de la vida religiosa. Al contrario, tiene que esforzarse a liberar la religión y la adoración de su forma sensual, y devolverle su espiritualidad vigorosa. Y si en nuestros días nuestras iglesias calvinistas se consideran frías e incómodas, y se desea introducir nuevamente lo simbólico en nuestros lugares de adoración, entonces es porque el pulso de la vida religiosa en nuestros días es mucho más débil de lo que era en los días de nuestros mártires. Pero en vez de deducir de ello el derecho de descender nuevamente a un nivel inferior de religión, esta debilidad de la vida religiosa debe inspirarnos a orar por una obra más poderosa del Espíritu Santo. Una segunda niñez, en nuestra edad avanzada, es un movimiento doloroso de retroceso. El hombre que teme a Dios y cuyas facultades permanecen intactas, no regresa en el auge de su vida a los juguetes de su niñez.
Una objeción más podría levantarse. Uno podría preguntar si una cosmovisión realmente independiente no debería crear su propio estilo artístico, incluso si lo desarrollase de manera absolutamente secular. Esta pregunta no sugiere que el calvinismo debería haber dado una cierta dirección a la práctica de las artes; pues demostraremos que el calvinismo sí hizo esto. El punto es, primero, si un estilo artístico completamente secular es imaginable; y segundo, si se pudiese exigir del calvinismo la creación de un tal estilo artístico secular. Mi respuesta a lo primero es: que en la historia de las artes no se encuentra ningún estilo artístico tan abarcador, independiente de la religión. No me refiero con esto a una escuela de un arte en particular, sino a un estilo artístico que influencia a todas las artes en conjunto. En cierta medida podríamos decir que el arte romano y el arte del renacimiento, sin tener un impulso religioso que los dirigía, llegaron a expresarse en todas las formas de arte. El renacimiento será considerado en la tercera parte de esta exposición; en cuanto al estilo romano digo, primero, que un estilo que se prestó casi todos sus motivos del arte griego no puede llamarse independiente; y segundo, que en Roma la idea del Estado se identificaba tanto con la idea religiosa que cuando el arte alcanzó su prosperidad, al mismo tiempo se quemaron sacrificios al Divus Augustus; de manera que no podemos considerar la religión y el Estado como dos esferas distintas en aquel tiempo.
Pero, aparte de la evidencia histórica, podríamos preguntar si un tal estilo artístico todo-abarcador podría haberse originado aparte de la religión. Esto exige que haya un motivo central en la vida mental y emocional de una nación, que domine toda su existencia desde adentro, y que en consecuencia lleve su efecto desde este centro espiritual hasta su circunferencia más exterior. No como si un arte nacional pudiera ser el producto del pensamiento intelectual. Arte intelectual no es arte. Nuestra vida intelectual, ética, religiosa y estética gobiernan cada una, una esfera propia.
Estas esferas son paralelas y no permiten que se derive una de la otra. Es la emoción central, el impulso central, y el ánimo central, en la raíz mística de nuestro ser, que busca manifestarse al mundo exterior en esta cuádruple ramificación. El arte tampoco es una rama lateral de un tronco principal, sino un tronco independiente que surge de la vida misma, aunque está relacionado con la religión de manera más cercana que con el pensamiento o con la ética. Pero si preguntamos cómo puede surgir un concepto que abarque estos cuatro dominios, entonces podemos en lo finito encontrar la unidad solo en aquel punto donde lo finito surge de la fuente de lo infinito. No hay unidad en el pensamiento excepto por medio de un sistema filosófico bien ordenado; y no hay ningún sistema filosófico que no ascienda a los asuntos de lo infinito. De la misma manera, no hay unidad en nuestra existencia moral excepto cuando unimos nuestra existencia interior con el orden moral mundial, y no existe ningún orden moral mundial excepto por medio de un poder Infinito que mandó orden en este mundo moral. Por tanto, tampoco podemos imaginarnos una unidad en el arte, excepto por medio de la inspiración artística de un Eterno Hermoso, que fluye de la fuente de lo infinito. Por tanto, ningún estilo artístico todo-abarcador puede surgir excepto como consecuencia de un impulso particular de lo Infinito que opera en nuestro ser interior. Puesto que esto es el mismo privilegio de la religión, por encima del intelecto, la moral y el arte, que solo ella lleva a cabo la comunión con lo Infinito, en nuestra conciencia, la exigencia de un estilo artístico secular, todo-abarcador, independiente de cualquier principio religioso, es simplemente absurda.
Entiendan que el arte no es un borde pegado a un vestido, y no es una diversión añadida a la vida, sino un poder muy serio en nuestra existencia presente; y por tanto, sus variaciones principales tienen que mantener, en su expresión artística, una relación cercana con las variaciones principales de nuestra vida entera. Puesto que estas variaciones principales de nuestra existencia humana entera, sin excepción, son dominadas por nuestra relación con Dios, ¿no sería una degradación y una subestimación de las artes, imaginarse que todas las ramificaciones de las artes serían independientes de la raíz profunda que toda la vida humana tiene en Dios? En consecuencia, ningún estilo artístico surgió del racionalismo del siglo XVIII, ni del principio de 1789, y todos los esfuerzos de nuestro siglo XIX de crear un nuevo estilo artístico propio fracasaron. Sus producciones artísticas tienen un verdadero atractivo solamente cuando son inspiradas por las maravillas del pasado.
Entonces, por sí misma tenemos que negar la posibilidad de que un estilo artístico propio podría surgir de manera independiente de la religión; pero aun si fuera de otra manera, siempre sería ilógico – y este es mi segundo argumento – exigir del calvinismo una tal tendencia secular. ¿Cómo puede Ud. desear que un movimiento que encontró su poder en el juicio de todos los hombres y de toda la vida humana ante el rostro de Dios, haya buscado el impulso, la pasión y la inspiración para su vida fuera de Dios, en un dominio tan importante como las poderosas artes? Entonces, no hay ninguna verdad en el reproche de que el calvinismo, por no haber creado su propio estilo arquitectónico, sea artísticamente pobre. Solo bajo los auspicios de su principio religioso, el calvinismo podría haber creado un estilo artístico general; y exactamente porque alcanzó una etapa tan superior en el desarrollo religioso, su mismo principio le prohibió la expresión simbólica de su religión en formas visibles y sensuales.
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Este documento fue expuesto en la Universidad de Princeton en el año 1898 por Abraham Kuyper (1837-1920) quien fue teólogo, Primer Ministro de Holanda, y fundador de la Universidad Libre de Ámsterdam.