¿Tienes esposa? Debes considerar cómo comportarte en esa relación. Para hacer esto bien, debes considerar la condición de tu mujer, si es alguien que cree o no.
Si tu esposa cree
En primer lugar, si cree, entonces:
- Tienes el compromiso de bendecir a Dios por ella: “Su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas” (Pr. 31:10) y es el don de Dios para ti, tu adorno y tu gloria (Pr. 12:4; 1 Cor. 11:7). “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada” (Pr. 31:30).
2. Deberías amarla bajo una doble consideración:
- Ya que ella es carne de tu carne y hueso de tu hueso: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne” (Ef. 5:29).
- Dado que ella, junto contigo, es heredera de la gracia de vida (1 P. 3:7). Añado que esto debería comprometerte a amarla con amor cristiano, amarla creyendo que ambos son tiernamente amados por Dios y por el Señor Jesucristo, y como quienes deben estar juntos con Él en eterna felicidad.
3. Deberías conducirte con ella y delante de ella, como Cristo lo hace con su Iglesia. Como dice el Apóstol: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5:25). Cuando los esposos se comporten como esposos de verdad, no sólo serán esposos, sino una ordenanza de Dios para la esposa y serán una predicación para ella sobre la conducta de Cristo con su Esposa. Una suave esencia envuelve las relaciones entre el esposo y la mujer que creen (Ef. 4:32); la esposa, que representa a la Iglesia, y el esposo como su cabeza y Salvador: “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (Ef. 5:23).
Éste es uno de los fines principales de Dios en la institución del matrimonio, que Cristo y su Iglesia, por medio de una figura, podrían estar dondequiera que haya un matrimonio que cree por medio de la gracia. Por tanto, ese marido que se comporta sin tacto con su mujer, no sólo tiene una conducta contraria a la norma, sino que también le hace perder a su esposa el beneficio de tal ordenanza y va en contra del misterio de su relación.
Por tanto: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia” (Ef. 5:28-29). Cristo entregó su vida por su Iglesia, cubre sus enfermedades, le comunica su sabiduría, la protege y la ayuda en sus labores en este mundo; así deberían ser los hombres con sus esposas. Salomón y la hija de Faraón tuvieron el arte de actuar así, como podemos ver en el libro del Cantar de los Cantares de Salomón. Por ello, ten paciencia con sus debilidades, ayúdala en sus dolencias y hónrala como vaso más frágil y como alguien de constitución más delicada (1 P. 3:7).
En una palabra, sé un esposo tal para tu esposa creyente que ella pueda decir: ¡Dios no sólo me ha dado un esposo, sino uno que me predica a diario la conducta de Cristo para con su Iglesia!
Si tu esposa es incrédula
En segundo lugar,si tu esposa es incrédula o carnal, también tienes un deber delante de ti que te has comprometido a realizar bajo un doble compromiso: 1. Ella está sujeta en todo momento a la condenación eterna. 2. Es tu esposa la que se encuentra en tan mala situación.
¡Qué poco sentido del valor de las almas hay en el corazón de algunos esposos, según manifiesta su conducta no cristiana hacia sus esposas y delante de ellas! Ahora, para cualificarte para un comportamiento adecuado,
- Trabaja con seriedad para obtener un sentido del desdichado estado de tu mujer para que tu corazón pueda ansiar su alma.
- Ten cuidado, no sea que ella aproveche alguna ocasión de cualquier conducta impropia en ti, para obrar mal. Y aquí tienes que duplicar tu diligencia porque ella está en tu seno y, por tanto, es capaz de espiar hasta el menor mal obrar tuyo.
- Si se comporta de un modo impropio y rebelde, ya que está sujeta a ello por no tener a Cristo y su gracia, esfuérzate para vencer su maldad con tu bondad, su adversidad con tu paciencia y tu mansedumbre. Comportarte como ella, tú que tienes otro principio, sería una vergüenza para ti.
- Aprovecha las oportunidades adecuadas para convencerla. Observa su disposición y, cuando la veas con mayor disposición a la paciencia, habla a su corazón mismo.
- Cuando hables, hazlo con propósito. No es necesario utilizar muchas palabras; basta con que sean pertinentes. Job le responde a su esposa con unas pocas palabras y calla su necio consejo: “Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2:10).
- Que todo se haga sin amargura o el menor indicio de enojo: “Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” (2 Tim. 2:25-26). “¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (1 Cor. 7:16).
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John Bunyan (1628-1688): Ministro, predicador y autor inglés, nació en Elstow, cerca de Bedford, en Inglaterra.