El Espíritu Santo no es simplemente una influencia. Muchos hablan de ser llenos del Espíritu como si el Espíritu Santo fuese alguna especie de líquido. Dicen tener una ‘fuente vacía’, un recipiente vacío, en el cual se ha derramado el Espíritu. Eso es totalmente erróneo porque olvidan que el Espíritu Santo es una Persona. El Espíritu Santo no es una substancia, ni un líquido, ni un poder semejante a la electricidad. Todos nosotros tendemos a caer en este error. Incluso tendemos a referirnos al Espíritu Santo como si fuese ‘una cosa’, olvidando que el Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santa Trinidad. Nuestros conceptos sobre ser ‘llenos del Espíritu’ van por caminos totalmente equivocados porque precisamente hemos olvidado que Él es una Persona. Pero, siendo así, ¿por qué usa la Biblia términos como ‘derramado’ y ‘esparcido’? Por supuesto, estas no son sino figuras. Las Escrituras están deseosas por hacernos entender la idea de que la influencia del Espíritu sobre nosotros es poder. Nosotros hablamos de la ‘influencia’ de la personalidad de un hombre; pero no se trata de una substancia sino del hombre que produce esa influencia. Estos no son sino términos y expresiones usados para poner en forma vivida la verdad ante nosotros, para que podamos comprender las variaciones en la fuerza de una influencia y poder personal. Cuando esta influencia se expresa poderosa¬mente es como si fuese ‘derramada’, ‘esparcida’; sin embargo, no debemos tomar literalmente una analogía o ilustración para comenzar a considerar esa influencia de algún modo material. La influencia es la influencia de la persona, de la Persona del Espíritu Santo mismo.
Entonces, ¿qué significa ser ‘lleno’ en este sentido? Voy a citar una definición que se encuentra en el léxico griego de Thayer. Esta es una obra de autoridad aceptada. La definición dice así: «Aquello que se posesiona de forma completa de la mente, se dice que la llena». Esta es una expresión corriente. Cualquier cosa que toma posesión de mi mente, se dice que llena mi mente. Del mismo modo en la conversación cotidiana decimos estar ‘llenos’ de algo. De pronto alguien ha mostrado un nuevo interés en algo—»Ah, está lleno de eso, no habla de otra cosa». Eso es, la persona está llena de ello; o bien hablamos de lo mismo en términos de una persona. Si encuentra a alguien que siempre está hablando de otra persona, dice: «Ah, él está absolutamente lleno de fulano de tal». Habla de la influencia de persona ‘A’ sobre la persona ‘B’ y dice que la persona ‘B’ está llena de ‘A’ porque esa persona habla sin cesar de la otra. En otras palabras, esa es la forma en que expresamos que la influencia de una persona controla a otra persona.
Eso es en lo que respecta a las personas. Pero permítanme ponerlo de esta manera: considere la analogía del mismo apóstol aquí: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, antes bien sed llenos del Espíritu». ¿Qué dice de una persona que está ‘ebria’? Se dice que ‘está bajo el efecto de la bebida’. De manera que en un sentido lo que el apóstol Pablo está diciendo es esto: «No estéis bajo el efecto del vino; estad bajo el efecto del Espíritu Santo»; ese es exactamente el significado. ‘Ser lleno’ significa ‘estar bajo la influencia de’. Una persona llena de vino, en lo cual hay disolución, se pasa su efecto. Una persona ‘empapada’ de vino, está bajo la influencia del vino. Muy bien, Pablo dice, no estéis bajo la influencia del vino, sino bajo la influencia del Espíritu Santo. Es exactamente la misma expresión.
Estar bajo ‘influencia de’ significa que toda nuestra personalidad (nuestra mente, corazón y voluntad) está siendo controlada por otra influencia o poder. Una persona que está bajo la influencia de la bebida está totalmente bajo esa influencia; su mente es afectada e influenciada, y lo mismo ocurre con su corazón y voluntad. No se preocupe por la farmacología exacta de esto; se trata de una expresión pictórica. Como hemos visto, lo que en realidad ocurre en el caso de la persona llena de vino, no es tanto que esté bajo la influencia del vino, sino que el vino neutraliza las influencias más elevadas y mejores que operan en él. En la práctica, el resultado es el mismo. Pero ésta es la analogía: así como la mente, el corazón y la voluntad de una persona son afectados por ese vino, así nosotros hemos de estar bajo la influencia y ser afectados en nuestra mente, corazón y voluntad por el Espíritu Santo.
La persona que está bajo la influencia del vino ya no se puede controlar. Muy bien, dice Pablo, dejad que el Espíritu Santo os controle. Ese es el significado de ser llenos del Espíritu. No se trata de algo que es derramado en mi interior de modo que yo tenga que vaciar primero la fuente para luego recibirlo…. Esa forma de pensar es totalmente errónea y violenta a la Persona del Espíritu. No, la exhortación es ésta: «Seguid siempre siendo controlados por el Espíritu Santo». Entonces, si ese es el significado, la pregunta que surge es ésta: ¿cómo es posible esto? ¿Cómo puede una persona ser llena del Espíritu? Aquí hay un asunto de suma importancia. Lo primero que notamos es que se trata de un mandato, un imperativo, ‘sed llenos’, ‘seguid siendo llenos’ del Espíritu, ‘seguid siendo controlados por el Espíritu Santo’. Por lo tanto, la conclusión ineludible es que no se trata de una experiencia. Puesto que es un mandato, no es una experiencia. Por el hecho de estar en presente continuo no se trata de alguna crisis, no se trata de alguna experiencia crítica, y por lo tanto, no debe ser buscado como ‘una bendición’.
Hay muchas personas que van de reunión en reunión esperando recibir ‘la bendición’ de ser ‘llenos del Espíritu’. A veces, al final de la reunión son invitadas para salir adelante y ‘recibir’ la plenitud del Espíritu. Pero, sin lugar a dudas, eso significa violentar el lenguaje aquí utilizado y la analogía contenida en la enseñanza de las Escrituras. Esta no es una experiencia crítica, este es un estado o una condición en la cual hemos de vivir siempre, permanentemente. Siempre deberías ser así, dice el apóstol; y entonces nos da el mandamiento de ser así. Deduzco, entonces, que no se trata de algo que nos ocurre; esto es algo que nosotros controlamos y que nosotros determinamos. Así como una persona decide y controla si va a llenarse de vino o no, así también controla y decide si va a seguir o no siendo controlada por el Espíritu. Por eso la persona recibe un mandato, un imperativo, una exhortación. Por lo tanto, debemos dejar de pensar de esto en términos de ‘tener una experiencia’.
Voy a expresarlo con mayor claridad. Lo ocurrido a los discípulos en el día de Pentecostés fue una experiencia, y no solamente lo supieron ellos, sino que todos los demás lo supieron. Lo ocurrido a Cornelio y a su casa, cuando el Espíritu Santo cayó sobre ellos, fue una experiencia y todos fueron conscientes de eso. Lo ocurrido a la gente en Samaria cuando Pedro y Juan descendieron de Jerusalén y les impusieron sus manos para orar por ellos, fue una experiencia y ellos y todos los demás fueron conscientes de eso. Lo mismo ocurrió con la gente mencionada en Hechos 19:1-6. Ser ‘sellados’, ser ‘bautizados’ con el Espíritu es una experiencia precisa. Es algo que no controlamos; es totalmente la obra del Señor. Es algo que Él hace en nosotros. Pero este “sed llenos” es algo que claramente controlamos nosotros; y por eso, es expresado para nosotros en forma de un mandamiento o exhortación, ‘seguid siendo llenos y controlados por el Espíritu’. En otras palabras, debemos librarnos de cualquier noción de pasividad en esto; no sé limita a esperar que esto ocurra. Nosotros tenemos el poder de determinar si hemos de ser llenos del Espíritu o no. ¿Está claro? No tenemos el poder de ¡determinar si vamos a ser regenerados o no, no tenemos el poder de determinar si vamos a ser bautizados con el Espíritu Santo o no, pero sí tenemos el poder de decidir si vamos a seguir siendo llenos del Espíritu o no. Confundir esto con el bautismo del Espíritu no es sino una grave perversión de las Escrituras. Esta no es una experiencia que solamente espera, o por la cual ora, o la cual anhela.
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Extracto del libro: «Vida nueva en el Espíritu», de Martin Lloyd-Jones