Los temas cruciales de la Biblia son el Señor Jesucristo y su Obra. El trabajo del Espíritu Santo es revelarlo.​


Otro resultado de leer de la Biblia es que el Espíritu Santo que habla en sus páginas dirigirá al estudiante a Jesús. La Biblia contiene diversos tipos de material. Cubre cientos de años de historia. Sin embargo, el propósito de cada una de las partes de la Biblia es señalar a Jesús, y esta obra a nivel subjetivo la lleva a cabo el Espíritu de Cristo. Jesús dijo: «Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mi (Jn. 15:26). Como el papel del Espíritu Santo es señalar a Jesús en las Escrituras, podremos estar seguros de escuchar la voz del Espíritu Santo cuando esto suceda.

«¿No es la Biblia fundamentalmente historia?», puede preguntar una persona. «¿Cómo puede Jesús ser el tema en el Antiguo Testamento? ¿Cómo puede señalamos a Jesús el Espíritu Santo?» Jesús es el tema del Antiguo Testamento de dos maneras:
1) al integrarse en todos sus temas generales, y
2) al cumplir algunas de las profecías específicas que allí encontramos.

Uno de los temas principales en el Antiguo Testamento es el pecado humano y nuestra consiguiente necesidad. La Biblia comienza con la historia de la creación. Pero no ha terminado de narrar esta historia (en el primer capítulo de Génesis) cuando también nos narra la Caída de la raza humana. En lugar de ser humildes y agradecidos a nuestro Creador, como deberíamos ser, caemos en un estado de rebeldía contra nuestro Dios. Seguimos nuestro camino, en lugar del camino divino. Y así caen sobre nosotros las consecuencias del pecado (en último término, la muerte).

En el resto del Antiguo Testamento vemos cómo estas consecuencias se desarrollan: el asesinato de Abel, la corrupción que lleva al diluvio, el satanismo, las perversiones sexuales, y, por último, a pesar de todas sus grandes bendiciones, hasta la tragedia para la nación escogida de Israel. El Antiguo Testamento está resumido en el salmo de arrepentimiento de David, un salmo que debería ser el salmo de toda la raza humana. «Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí… He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre» (Sal. 51:1-3,5).

Tenemos aquí una doctrina bíblica muy importante. Pero si la entendemos correctamente tampoco esta doctrina es un fin en sí misma. La verdad sobre nuestro pecado y necesidad está expuesta en la Biblia porque la Biblia puede también apuntar a Cristo como la solución al problema. Un segundo tema en el Antiguo Testamento es la existencia de un Dios que obra con amor para redimir a los pecadores. Dios el Padre hizo esto durante todo el período del Antiguo Testamento. Mientras lo hacía, estaba apuntando a la venida de su Hijo quien habría de redimir a los hombres y las mujeres perfectamente y para siempre.

Cuando Adán y Eva pecaron, el pecado los separó de su Creador. Intentaron esconderse. Dios, sin embargo, vino a ellos en la frescura de la tarde, llamándolos. Es cierto que Dios los enjuició, como tenía que hacer. Les reveló las consecuencias de su pecado. Pero también mató unos animales, vistió al hombre y a la mujer con sus pieles, cubrió su vergüenza, y comenzó la enseñanza del camino de salvación mediante el sacrificio. En la misma historia, se dirigió a Satanás revelándole la venida de Uno que un día lo derrotaría para siempre: «te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar» (Gn. 3:15).

Nueve capítulos más adelante nos encontramos con otra referencia, un tanto velada, a la «simiente» que aplastará a Satanás. Es la gran promesa de Dios a Abraham, cuando le dice que en él serán benditas todas las naciones (Gn. 12:3; 22:18). La bendición a que hace referencia no es una bendición que a través de Abraham alcance a todos los seres personalmente. Tampoco es una bendición que se cumplirá por intermedio de todos los judíos sin discriminación, ya que no todos los judíos son nisiquiera teístas. Esta bendición iba a venir a través de la simiente de Abraham, la simiente prometida, el Mesías. Es así que muchos años más tarde, el apóstol Pablo, que conocía este texto, lo usó para demostrar que:

1) la simiente era el Señor Jesús,
2) la promesa a Abraham era una bendición por su mediación, y
3) la bendición iba a venir mediante la obra redentora de Cristo (Gá. 3:13—16).

Hay una profecía interesante que el Señor habló por boca de Balaam, un profeta de los días de Moisés, un tanto mañoso y de poco entusiasmo. Balac, un rey que era hostil a Israel, le había encargado a Balaam que maldijera al pueblo judío. Pero cada vez que Balaam abría su boca, lo bendecía en vez de maldecirlo. En una ocasión dijo: «Saldrá estrella de Jacob, y se levantará cetro de Israel… de Jacob saldrá el dominador» (Nm. 24:17,19).

Cuando se estaba muriendo, el patriarca Jacob dijo: «No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos» (Gn. 49:10).

Moisés también habló de Él que había de venir: «Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis» (Dt. 18:15). Y otra vez, Dios habla diciendo: «y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare» (vs. 18).

El libro de los Salmos contiene grandes profecías. El segundo salmo nos cuenta de la victoria de Cristo y su Reino sobre todas las naciones de la tierra. Este salmo era muy popular entre los cristianos primitivos (ver Hechos 4). El Salmo 16 predice la resurrección (vs. 10; ver Hechos 2:31). Los Salmos 22, 23 y 24 son tres retratos del Señor Jesús: el Salvador sufriendo, el Pastor compasivo y el Rey. Otros salmos nos hablan de otros aspectos de su vida y su ministerio. El Salmo 110 vuelve al tema de su reinado, esperando el día cuando Jesús se siente a la diestra del Padre y sus enemigos sean puestos como «estrado de sus pies». Hay detalles de la vida, la muerte y la resurrección de Cristo en los libros de los profetas -en Isaías, Daniel, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Zacarías y otros. Los temas cruciales de la Biblia son el Señor Jesucristo y su obra. El trabajo del Espíritu Santo es revelarlo. Cuando tiene lugar esta revelación la Biblia se vuelve comprensible, la Escritura testifica sobre la Escritura, y sentimos cómo el poder del Dios viviente surge a través de sus páginas.

Extracto del libro «Fundamentos de la fe cristiana» de James Montgomery Boice​

Al continuar utilizando nuestro sitio web, usted acepta el uso de cookies. Más información

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra POLÍTICA DE COOKIES, pinche el enlace para mayor información. Además puede consultar nuestro AVISO LEGAL y nuestra página de POLÍTICA DE PRIVACIDAD.

Cerrar