​En estas fechas, queramos o no, estamos obligados a pensar en el nacimiento de Cristo, porque nos invaden los anuncios de la natividad del Salvador, aunque bien es cierto que quienes tanto se afanan en anunciarlo solo ven en ello un medio más para incrementar sus negocios; La pregunta que debemos hacernos es… ¿Debe el pueblo de Dios sumarse a este frenesí?

En la generalidad de los casos la Navidad es celebrada de una forma pagana, humanista, materialista y licenciosa

Y no estoy usando esas palabras simplemente porque suenan bien, sino porque a través de ellas podemos comunicar con exactitud ciertos conceptos. Primero noten que no he dicho: “exclusivamente”, sino más bien “esencialmente”. La celebración de la Navidad en nuestra sociedad es esencialmente pagana, humanista, materialista y licenciosa.

Algunos no serán culpables de este pecado, pero creemos que afirmar que esa es la forma en que generalmente nuestra sociedad celebra esta fiesta es un hecho objetivo y concreto.

Es esencialmente pagana por el divorcio que vemos usualmente entre la celebración de la Navidad y las realidades que la Biblia nos revela acerca de Dios: el Dios que creó el universo y el mundo y todas las cosas que en ellos hay en seis días; el Dios que hizo todo para Su gloria; el Dios que colocó al hombre que había creado en el huerto del Edén; el Dios que llevó adelante un extraordinario plan de redención dado que ese hombre se convirtió en transgresor y se apartó de Él, plan que incluía la encarnación de Su Hijo.

Es esencialmente pagana esta celebración por cuanto estas realidades del Dios de las Escrituras no se encuentran presentes. Son ignoradas podríamos decir casi por completos, pasadas por alto; como si se estuviese celebrando otra cosa y no el suceso extraordinario de que Dios el Padre, en una impresionante muestra de amor por las criaturas que había creado y que habían pecado contra El, envió a Su Hijo para redimirlos de sus pecados.

Como si lo que se estuviese celebrando en estos días no fuese ese misterioso y extraordinario evento de la encarnación del Hijo de Dios, Quien siendo el Autor del Universo vino al vientre de una mujer virgen de Israel, donde fue milagrosamente unido a una naturaleza Humana, de tal manera que Ese que poseía en la eternidad todos los atributos que hacen a Dios ser Dios, ahora vino a poseer en el tiempo todos los atributos que hacen al hombre ser hombre. Y todo eso sin que Su divinidad deificara Su humanidad, y sin que Su humanidad disminuyera en nada Su Deidad.

Eso es lo que supuestamente el mundo celebrará el próximo 25 de diciembre. Ahora, yo me pregunto, ¿es una tergiversación de la verdad decir que la forma en que generalmente el mundo celebra el nacimiento de Cristo es esencialmente pagana? ¿Puede alguien decir que esta afirmación es exagerada? ¿O que se trata del producto un corazón fanático?

De igual manera podemos decir que la Navidad es una celebración esencialmente “humanista”. Y eso ¿qué significa? El humanismo es una escuela racionalista de pensamiento cuyo postulado central y fundamental es que el hombre es capaz de autorealizarse, capaz de desarrollar en sí mismo nobleza y bondad de carácter sin ninguna intervención sobrenatural.

Todo lo que se necesita para desarrollar esa nobleza y bondad de carácter, para ser feliz en este mundo y vivir en paz consigo mismo y con los demás, el hombre lo lleva dentro, como una semilla que sólo necesita ser cuidada apropiadamente.

Lo que debemos hacer, según los humanistas, es dejar que esas cosas florezcan, que esas cosas salgan hacia fuera, que germinen como un precioso árbol cargado de buenos frutos. Y en estos días, más que en ninguna otra época del año, nos invaden por todas partes los pensamientos humanistas. “Debemos capturar el espíritu de la Navidad y mantenerlo en el resto del año”.

Como si fuese una especie de virus de bondad, que si logramos apropiarnos de él seremos felices y nos llevaremos bien con todo el que nos rodea. “Que el amor y la paz reine en cada hogar, y que la fe renazca en nuestros corazones. Son los deseos de tal o cual empresa en esta Navidad”.

Aparte de que todo esto suena un poco cursi, debemos preguntarnos, ¿pueden el amor y la paz reinar en los hogares de esta nación cuando en la mayoría de esos hogares el pecado reina y la voluntad de Dios es menospreciada?

¿Cuál fe es la que se espera que renazca en nuestros corazones de acuerdo al espíritu de la Navidad? ¿Es acaso esa fe que viene del Espíritu de Dios y que nos lleva a desconfiar por completo de nosotros mismos, y nos mueve a clamar desesperados porque Dios tenga misericordia de nosotros? ¿O se refiere más bien a la fe humanista, la fe del hombre en el hombre mismo?

Deténganse un día de estos a considerar todos esos mensajes que se escuchan en esta temporada navideña y no les será difícil llegar a una respuesta. La Navidad es una época en la que todos estamos supuestos a sacar lo bueno y noble que hay dentro de nosotros, y todo eso sin la ayuda de Cristo y de la obra regeneradora de Su Espíritu.

¡Eso no encaja con el mensaje de las Escrituras! La Biblia dice que es maldito el hombre que confía en el hombre; el hombre que amparado en esa confianza en el hombre se aleja de Dios. Ese es el resultado final del humanismo. Aleja al hombre de Dios.

Por otra parte hemos dicho que la Navidad, tal como es generalmente celebrada en nuestra sociedad, es esencialmente materialista. Y ¿qué es el materialismo? Es la doctrina o enseñanza de que la comodidad, los placeres y las riquezas son los únicos o más excelentes valores del hombre. Es aquella filosofía que nos lleva a estar más preocupados por lo material que por lo espiritual.

Ahora bien, no creo que sea necesario tener que dedicar mucho tiempo para probar que la Navidad, tal como es generalmente celebrada en nuestra sociedad, es esencialmente materialista. A menos que vivamos en Marte o en Venus, seguramente nos hemos percatado de ese materialismo grosero que nos invade en estos días. Es algo que se puede oler en el ambiente, algo que se puede palpar, algo de lo que es difícil abstraerse.

En el mes de diciembre las tiendas se abarrotan de personas como no sucede en ninguna otra época del año. Las ventas aumentan en una forma excepcional. La gente compra comida, adornos de Navidad, vestidos nuevos, regalos, juguetes, como si de todo eso dependiera el que pasemos una mejor temporada navideña. Ese es el lema de la Navidad. Mientras más tengas más feliz debes ser. Es indudablemente una de las épocas más materialistas del año.

Miles y miles de pesos gastados en cosas que luego serán tiradas a la basura o serán apiladas en algún lugar en el mes de enero hasta el próximo año. Es por eso que la Navidad es, a pesar de toda la propaganda que dice lo contrario, una de las épocas que más ansiedad provoca en la gente.

Ansiedad por los regalos, ansiedad por la comida, ansiedad por los adornos, porque no queremos quedarnos atrás, y el mundo nos presiona fuertemente a que nos pongamos a nivel. No estamos exagerando entonces cuando decimos que generalmente estas fiestas son celebradas en una forma pagana, humanista, materialista, y el último término descriptivo que usamos fue: licenciosa.

No hay restricción moral. La Navidad es el tiempo de comer y beber sin freno. Una de las ápocas del año en que más accidentes automovilísticos se producen por personas irresponsables que toman un guía con la mente embotada por el alcohol. Y todo eso en honor al nacimiento de Aquel que vino a librarnos de nuestros pecados, a librarnos del presente siglo malo, nuestro bendito Señor y Salvador Jesucristo.

¿Somos exagerados cuando decimos que esto es un hecho objetivo y concreto, que la forma en que generalmente se celebra la Navidad en nuestra sociedad es esencialmente pagana, humanista, materialista y licenciosa?

Y ahora me pregunto, ¿qué nos dice esto a nosotros como cristianos? ¿Debemos meternos en esa corriente, en ese mismo estilo de vida? ¿Qué nos dice Dios en Su Palabra al respecto? Comp. Sal. 1; 1Jn. 2:15-17. Cristo murió en una cruz, dice Pablo en Gal. 1:4, para librarnos del presente siglo malo, para que el mundo no tenga el poder de moldearnos a su antojo.

El problema es que debido a la actividad del pecado remanente en nosotros muchas de estas cosas llaman nuestra atención y encuentran afinidad en nuestros corazones. Escuchen la advertencia de nuestro Señor Jesucristo en Lc. 21:34: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día”.

Esta advertencia debe estar en nuestras frentes en estos días. Debemos vigilar los 365 días del año para que nuestros corazones no se carguen de estas cosas que Cristo menciona aquí, pero especialmente en la temporada navideña.

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo.

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